09-10-2024
Carlos M. Padrón
Ocurrieron tal y como los cuento. Los nombres, cuando los hay, son ficticios.
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Bruno asistía a la escuela de mi tío-abuelo Pedro Castillo, a quien ponía de mal humor la poca lucidez del muchacho.
En la educación de entonces era común enseñar deletreando por sílabas el nombre de un objeto conocido del alumno, y así para ‘faro’ se decía ‘efe a, FA; ere o, RO’: FARO’.
Un día, don Pedro mostró a Bruno la imagen de una mariposa y le dijo “Esto es una mariposa y el nombre se escribe así”. Y con mucha paciencia fue escribiendo ante Bruno las sílabas, mientras las pronunciaba en voz alta: ‘eme a, MA; ere i, RI; pe o, PO; ese a, SA’.
Al final del deletreo, y teniendo Bruno ante sí la imagen de la mariposa y la palabra MA-RI-PO-SA, don Pedro señaló la imagen y preguntó a Bruno:
—¿Cómo se llama?
Y Bruno contestó: “Barboleto”.
