[Col}> Nombres en la vulcanología palmera / Carlos Valentín Lorenzo Hernández

NOMBRES EN LA VULCANOLOGÍA PALMERA

Colaboración de Carlos Valentín Lorenzo Hernández, en forma de pequeño artículo, para el número extraordinario de la Revista Atlántica del Derecho, la Historia y la Cultura, que lleva por título «El Volcán». El trabajo versa sobre la conferencia que el científico Juan María Bonelli Rubió impartió en el Teatro Monterrey de El Paso durante la erupción del Volcán de San Juan en 1949.

18-09-2023

Carlos Valentín Lorenzo Hernández

JUAN MARÍA BONELLI (1904-1981)

Aún estamos sobrecogidos por el episodio telúrico, vivido en el último tercio del pasado año en La Palma, que se inició el 19 de septiembre de 2021, tras una semana con una intensa sucesión de movimientos sísmicos localizados en la joven, geológicamente hablando, dorsal de Cumbre Vieja.

Aquella tarde la tierra se abrió en la zona del secular pago de Cabeza de Vaca, otrora lugar de pastos y cultivos de medianías, en el municipio de El Paso. Este proceso volcánico, con casi 86 días, ha sido el de más larga duración y de mayor efecto devastador de cuantos han tenido lugar en la isla, al menos, en la etapa histórica.

Este acontecimiento geológico supuso el momento propicio para aproximarnos a una personalidad vinculada con la erupción volcánica acaecida, también en Cumbre Vieja, en el año 1949: el Volcán de San Juan.

Nos referimos a Juan María Bonelli Rubio, capitán de fragata de la Armada. Su padre, Emilio Bonelli, fue un militar y explorador de la costa africana del Sahara occidental, en la península de Río de Oro. Quizás imbuido por ese mismo espíritu inició una carrera política que lo llevó a desempeñar el cargo de gobernador general de los territorios españoles del Golfo de Guinea entre los años 1943 y 1949. Durante su estancia en esa posesión española se documentó sobre la geografía, vida y costumbre de aquellos territorios.

1 Juan María Bonelli Rubio durante su etapa de gobernador general de los territorios españoles del Golfo de Guinea.

Una vez cesó en el cargo de gobernador, en febrero de 1949, desarrolló una intensa carrera científica, como ingeniero geógrafo y geólogo, en la jefatura del Servicio Sismológico Nacional, dependiente del Instituto Geográfico y Catastral de España. Demostró sus vastos conocimientos de geología en concienzudos trabajos que se convirtieron en referentes en universidades y centros de investigación.

El proceso del Volcán de San Juan se inició el 24 de junio de 1949 (onomástica del Bautista del que tomó el nombre) y se prolongó hasta el 4 de agosto. Tres cráteres se abrieron durante la manifestación geológica: el inicial del Duraznero, con más de una boca; Hoyo Negro, y la fisura del Llano del Banco, que fue la que, a partir del día 8 de julio, arrojó la lava hacia la vertiente occidental y llegó hasta el mar por la zona de Las Hoyas. Las dos primeras semanas el volcán emitió cenizas, polvo fino, arenas calcinadas, lapilli, piedras y gases.

Bonelli Rubio llegó el 5 de julio, comisionado por la Presidencia del Gobierno y el propio Instituto Geográfico y Catastral, con objeto de realizar un detenido estudio del suceso y sus posibles consecuencias. Cabe mencionar que el ministro de la Gobernación de la época, Blas Pérez González (1898-1978), natural de La Palma, contribuyó con su gestión a destinar recursos, tanto personales como materiales, para hacer frente a esta crisis.

Tan pronto llegó, Bonelli Rubio se dirigió a la zona afectada para comenzar sus observaciones. Consultado por la prensa, se negó a hacer afirmaciones rotundas sobre el tipo de erupción y avanzó que, según las informaciones que habían llegado a su poder hasta ese momento, “sus características coinciden con los volcanes de tipo estromboliano”.

2 Fotografía publicada en el libro Volcán de San Juan, de Manuel Martel San Gil. En el grupo se encuentran Bonelli Rubio, Benítez Padilla, el doctor León Santanach y otros visitantes acompañados por los guardas forestales (entre ellos el de El Paso, Antonio Padrón Díaz).

El día 29 de junio corrió el rumor, recogido por la prensa, que se trataba de un volcán de tipo peleano. Posiblemente quien lanzó la noticia infundada lo hizo al enterarse del taponamiento del cráter localizado en la base de la Montaña del Duraznero.

Para tranquilidad de la población, Juan María Bonelli anunció su propósito de “recabar la máxima información macrosísmica en la que se recojan todos sus pormenores: la intensidad y duración de los movimientos, la clase de humo y piedras arrojadas por el cráter, la forma en la que se representan las bocas del cráter y otras circunstancias que concurren en la erupción”.

Manifestó también que, aquel momento “se podría determinar, por lo menos, la profundidad, teniéndose en cuenta las distancias alcanzadas por los movimientos sísmicos”. Por las noticias reunidas hasta entonces por el Servicio Sismológico “no se estima como de graves caracteres la presente erupción. Para tener un conocimiento profundo es necesario que la lava salga a la superficie y, tras los análisis pertinentes, se determinará con precisión el tipo del volcán y su desarrollo”.

Añadió que “la formación geológica de Canarias se encuadra en el período terciario y que, por ello, no se espera una convulsión subterránea de mayor importancia”.

Por mandato expreso de Pérez González, el geólogo viajó también con el cometido de estudiar el emplazamiento de un posible Observatorio Geofísico, radicado en La Palma y con un área de estudio en este cuadrante del Atlántico Occidental.

En la memoria colectiva de los palmeros y vinculada a la efeméride del Volcán de San Juan, quedó como recuerdo imperecedero la conferencia impartida por Bonelli Rubio, ingeniero jefe del Instituto Nacional de Sismología, en el Teatro Monterrey de la ciudad de El Paso, el jueves 7 de julio de 1949. Fue un paradigma del papel del científico que, con la verdad y con la razón, debe transmitir tranquilidad a una población inquieta y temerosa ante un suceso grave, cuyo último antecedente se situaba en 1712. Una brillante lección magistral, rigurosa y documentada, utilizando términos claros y sencillos para su comprensión por un numerosísimo público, con personas de todas las clases sociales y con distinta preparación que se dieron cita en la ciudad pasense.

A las cinco de la tarde, conforme se había anunciado, comenzó el acto. El local y las terrazas que lo circundan se encontraban totalmente ocupadas por vecinos del Valle de Aridane, ansiosos por escuchar su autorizada palabra. La docta y amena disertación cumplió todos sus objetivos y logró que renaciera la tranquilidad después de unos días de expectación e inquietud.

El escenario estaba ocupado por las primeras autoridades insulares de todos los órdenes; entre ellas el delegado del Gobierno y el comandante militar; los alcaldes del Valle y el geólogo canario Simón Benítez Padilla (1890-1976). Previamente hizo uso de la palabra Antonio Pino Pérez (1904-1970), que se refirió a la prestigiosa personalidad del conferenciante, que ya había adquirido extraordinaria popularidad entre los palmeros por su sabiduría y sencillez.

“Hoy, más que nunca, siento el orgullo y la emoción de ser alcalde de El Paso, al ver como todo el vecindario del Valle, incansablemente laborioso, sobre todo los campesinos, enraizados a la tierra donde ellos y sus mayores han dejado pedazos de sus vidas, hacen frente a las fuerzas incontenibles de la Naturaleza y se niegan, con lágrimas en los ojos, a abandonar sus hogares y sus campos”. Las palabras del señor Pino Pérez fueron premiadas con cálidos aplausos.

Por su gran valor documental reproducimos literalmente fragmentos y afirmaciones del señor Bonelli Rubio durante su intervención: “Quiero comenzar refiriéndome a un refrán conocido de todos ustedes: nadie se acuerda de Santa Bárbara hasta que truena. De la misma manera podemos decir que nadie se acuerda de los geólogos y sismólogos hasta que los ruidos que arrancan de la corteza de la tierra sobrecogen nuestros ánimos”. Prometió usar pocos tecnicismos a fin de que todos entendieran su charla o conferencia de divulgación.

“Ustedes se preguntarán por qué existen, por qué aparecen los volcanes. Pues sencillamente porque la Tierra está viva. Sencillamente porque, gracias a este calor y a esta vida que tiene la Tierra, vivimos los hombres, la Tierra recibe el calor del Sol, pero también la Luna lo recibe y, sin embargo, está muerta. Es que la Tierra no sólo vive gracias al calor del Sol, sino a su propio calor. En el interior de la Tierra, indudablemente, hay fuego, pero además existe otra materia que sin ser fuego puede llegar a serlo en cualquier momento. Se trata del llamado magma. Los sismólogos estamos para dedicar nuestro estudio al conocimiento de los movimientos del magma y todos los fenómenos que de ellos se deriven”.

“Estudiar un terremoto, por ejemplo, es investigar la generación y transmisión de ondas que se producen y propagan hasta el sitio en donde exista un observatorio. Estudiamos los sismólogos el llamado rayo sísmico, al que interpretamos y traducimos en las gráficas que nos entregan nuestros aparatos. Por estas gráficas sabemos que no todo en el interior de la Tierra es fuego. Por esto sabemos que también en el interior de la Tierra existen materias que no se encuentran en el estado de ignición. Pero ahora —dijo el conferenciante— no nos interesa tratar del interior de la Tierra, sino de su corteza; de esa corteza que, relativamente estrecha, se encuentra llena de arrugas y oquedades por todas partes; de esa corteza que no es homogénea, de la cual las arrugas son las cordilleras y montañas, y de la que esta isla es una arruga. La corteza terrestre tiene trozos jóvenes y trozos viejos. El tiempo es la lima que va haciendo desaparecer las arrugas, que son las montañas”.

3 Panorámica del Volcán desde Las Manchas, antes de abrirse la fisura del Llano del Banco.

“El tiempo es el que hace la llanura, el que fraguó Castilla como trozo viejo de la corteza terrestre. En Andalucía, por el contrario, el tiempo aún no ha consumado su labor y por eso Andalucía es joven y tiene montañas y en ella hay terremotos. Lo mismo puede decirse cuando tratamos de los volcanes. Los volcanes nacen del magma en estado incandescente por la producción de gases en el mismo magma. Pongamos un ejemplo: ideamos una habitación de fuertes paredes donde sólo por el techo se pueda salir. Dentro de la habitación supongamos que está un hombre fuerte encerrado, que después de tantear las paredes y ver y comprobar que son invulnerables, comprenda que sólo puede salir por el techo y le empuje violentamente hacia arriba para vencer su resistencia. Tenemos un hombre violento y un techo duro. Puede sobrevenir la catástrofe. Supongamos un hombre débil, pero con un techo más flojo. Éste es nuestro caso. Los volcanes de este archipiélago son así todos y, todos, lógicamente, deben seguir siendo iguales por imperativo de la historia, siempre débiles y por ello no debemos temer una catástrofe. Debo hacer una indicación: Más que el volcán, impresiona el terremoto que siempre le acompaña. Puede haber terremoto sin volcán, pero no puede haber volcán sin terremoto. Admitimos como lógico el temor que el hombre siente ante el terremoto. El raciocinio nos dice que el volcán ha originado el terremoto; la observación nos demuestra que el volcán ha perdido fuerza por haber roto la corteza terrestre, en nuestro caso con la ruptura del sábado, día 2 de julio, momento en el que se produjo la mayor sacudida”. (El temblor de tierra, que se produjo al atardecer del citado día, hizo que tocaran solas las campanas de la iglesia de El Paso y se pararan algunos relojes de péndulo).

“Después de estos razonamientos y después de esta observación no es lógico esperar sacudidas mayores”, dijo. “Tratando ahora de las consecuencias que el seísmo ha acarreado, quiero hacer referencia a los daños materiales sufridos. Las casas que se han caído, pudiéramos decir que eran casas de poca solidez; la conmoción de los terremotos ha sido relativamente poco intensa y, por lo tanto, la causa principal de estos daños materiales está en la deficiente construcción de los edificios, aunque ello no aminore la tragedia de las pobres gentes que han perdido su hogar, herencia única de sus mayores, y para cuya situación debe buscarse el remedio. Es absurdo el pensar —manifestó— que los terrenos afectados o colindantes vayan a quedar baldíos y que las aguas destinadas a los riegos vayan a retirarse. El pronóstico aquí es igual que ante un enfermo: debe ser reservado. Pero hay que admitir como improbable que el fenómeno que nos ocupa ocasione daños mayores. Debe reanudarse la vida, y los hombres deben volver al trabajo; debemos pensar en el volcán a modo de curiosidad científica. Vuestro volcán, no lo olvidéis, es signo de vida, de juventud”.

“Estos terrenos que ahora os parece que podréis perder, yermos, serán en un futuro terrenos fértiles en los cuales seguirá el hombre caminando con la reja de su arado. Esta encantadora isla, que tanto me ha agradado y a la que pienso volver a ver, seguirá siendo la isla bella, deslumbrante en su espléndida gama de color”, concluyó.

Escuchado en absoluto silencio, Juan María Bonelli recibió una calurosa ovación. Su lección actuó como un bálsamo tranquilizador sobre el estado de ánimo del público asistente.

En una entrevista publicada en el momento de dejar La Palma el 13 de julio, resumió con precisión y sabiduría sus observaciones y apuntó que “la erupción tiene un interés extraordinario, aparte de lo espectacular de su desarrollo, desde el punto de vista científico, pues ha venido a confirmar todo cuanto habían establecido los geólogos en orden a la formación tectónica de la Isla”. Añadió que “el volcán actual, surgido en las inmediaciones del Duraznero y del Llano del Agua, que son dos antiguos volcanes, es una continuación de otros semejantes más antiguos. Tanto en aquéllos como en éste el aparato eruptivo es el mismo, diferenciándose únicamente de los anteriores por la apertura de nuevos cráteres que observan alineaciones definidas, acusadas por las líneas de dislocación del terreno. El cráter abierto últimamente ha hecho su aparición en las faldas del cerro o monte de la Barquilla, a unos mil cuatrocientos metros aproximadamente sobre el nivel del mar. El volcán, por lo demás, camina hacia su acabamiento, sin que hayan de preverse fuertes conmociones o catástrofes de ningún tipo. El volcán, como se ha dicho, de tipo estromboliano, puede clasificarse en rigor como un volcán canario, habiéndose seguido, en líneas generales, igual proceso que otros de estas islas, del que es ejemplo más reciente el Chinyero que hizo erupción en Tenerife en 1909”.

5 Columna de humo bocas del cráter del Duraznero. Autoría de Bonelli Rubio.

Prosiguió diciendo Bonelli Rubio que “las erupciones registradas en la isla de La Palma, principalmente en el siglo XVII, periodo de mayor actividad volcánica, están dentro de las características que ofrece la presente erupción. EI Volcán de San Juan tiene, sin que estos datos estén determinados por un valor científico absoluto, una profundidad de siete mil a diez mil metros, lo que ha podido establecerse por la información macrosísmica llevada a cabo. La lava, que ofrece un aspecto de mucha fluidez, y de origen superficial, está integrada por rocas cuya composición determinará el análisis que, de las mismas, se hará en Madrid, pudiendo afirmarse de antemano que no hay hidrocarburos ni otras materias que suelen integrar la lava. El volcán —dijo el entrevistado—exhala humo de color blanquecino y en pequeña cantidad, y pueden registrarse algunas explosiones, aunque muy ligeras. La proyección de la lava, en forma de río y espaciada expulsión, alcanza, aproximadamente, dos metros por minuto. Es probable, por otra parte, que la salida de lava se prolongue hasta mediados de esta semana, arrancando esta opinión únicamente del proceso de las anteriores erupciones volcánicas isleñas. El calor desarrollado por la lava es de seiscientos a ochocientos grados en el centro de la corriente. En las inmediaciones del volcán, los árboles han resultado materialmente destruidos y, en cuanto a los rastrojos y matorrales, son consumidos ante la sola proximidad de la lava, que desde el cráter del volcán pasa a una pequeña hondonada y, de allí, por el barranco de Tamanca, prosigue su curso en forma de deslizamiento”.

Manifestó finalmente Bonelli Rubio que “aún puede que se abra algún cráter más, lo cual no modificaría, en manera alguna, el curso normal de la presente erupción, de la que hay que decir que representa el fin de un largo proceso de vulcanización en las Islas Canarias. Posiblemente, podrán producirse movimientos sísmicos al final de la erupción, pero sin importancia”.

Recordamos que la fisura del Llano del Banco dejó de emitir lava el 26 de julio y, días después, el cráter de Hoyo Negro vertió lava hacia la vertiente este de la isla sobre la Villa de Mazo, sin que alcanzase el mar. A finales de julio la actividad decrece, hasta que el 4 de agosto se da por concluida la erupción.

Tras la finalización de la erupción volcánica en la isla de La Palma, Bonelli Rubio realizó dos publicaciones que recogían sus observaciones y estudios del proceso de la erupción, sus características y los fenómenos a que dio lugar. La primera, “Erupción del volcán del Nambroque o San Juan (Isla de La Palma)” publicada en 1950. La segunda, junto al ingeniero de montes, José Romero Ortiz, que también estuvo en la erupción de La Palma, lleva por título “La Erupción del Nambroque (junio – agosto de 1949)” que vería la luz en 1951.

4 Grieta producida en el Llano del Agua. Fotografía A. Benítez. Publicada en el libro Erupción del volcán del Nambroque o San Juan (Isla de La Palma) de Bonelli Rubio.

La trayectoria profesional científica de Juan María Bonelli Rubio continuó durante muchos años. Recordamos que, en la década de cincuenta, participó en los incipientes estudios sobre cambio climático; asistió a congresos internacionales de sismología y ejerció, durante décadas, como secretario general de la Real Sociedad Geográfica, obteniendo una alta condecoración en 1975.

Cuando La Palma se ha convertido una vez más en objeto de la atención de la comunidad científica internacional, en epicentro del mundo, desde el punto de vista del vulcanismo, hemos querido recordar que hace setenta y tres años, en un tiempo que dista mucho de los avances tecnológicos de hoy, tuvimos en nuestra isla al pie del Volcán de San Juan a quien se consideraba la máxima autoridad nacional en las ciencias de la tierra.

FUENTES CONSULTADAS

BIBLIOGRAFÍA

  • MARTEL SAN GIL, Manuel. El Volcán de San Juan (La Palma. Canarias). Madrid. Talleres de Artes Gráficas.1960.
  • BONELLI RUBIO, Juan María. Erupción del volcán del Nambroque o San Juan (Isla de La Palma). Madrid. Talleres del Instituto Geográfico y Catastral. 1950.
  • ROMERO ORTIZ, José. BONELLI RUBIO, Juan María. La Erupción del Nambroque (junio – agosto de 1949). Madrid. Talleres del Instituto Geográfico y Catastral. 1951.

PRENSA

  • DIARIO DE AVISOS.

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