Se dice que Aristóteles, mientras paseaba con sus alumnos por un huerto impartiéndoles una clase, se encontró, al doblar un recodo del sendero, con un árbol del que pendía el cuerpo de una mujer que se había ahorcado. Se detuvo en seco, se volvió a sus alumnos, y, señalando el cuerpo sin vida de la mujer, les dijo:
«¡El mundo sería un mejor lugar si todos los árboles dieran de este fruto!»
Tal parece que los kuwaitíes hubieran aprendido esta importante lección, pues cuando algunos años antes de la Guerra del Golfo Barbara Walters trabajó en Kuwait en el estudio de la evolución de los sexos en ese país, notó que las mujeres caminaban siembre unos tres metros detrás de sus maridos, pero cuando Bárbara regresó a Kuwait recientemente observó con satisfacción que ahora los hombres caminaban varios metros detrás de sus esposas. Sorprendida, y deseosa de tener más detalles sobre este cambio, se acercó a una y le dijo:
«¡Esto es maravilloso! ¿Qué ha pasado para que la mujer haya logrado este cambio de roles tan importante?»
La mujer kuwaití respondió lacónicamente:
«Minas terrestres”
