Discutir con una mujer es como leer el contrato de licencia de software: al final, uno abandona el intento y clica en “Estoy de acuerdo”.
Cortesía de Manuel A. Gutiérrez
Discutir con una mujer es como leer el contrato de licencia de software: al final, uno abandona el intento y clica en “Estoy de acuerdo”.
Cortesía de Manuel A. Gutiérrez