[*Opino}– De perros callejeros o de raza

17-01-2017

Declaro mi acuerdo con la invitación que a adoptar perros hace el artículo que copio abajo.

Tal vez porque de niño no tuve perros, siempre sentí atracción por ellos, pero no por los enanos, también llamados falderos, porque me parecen molestos, frágiles, chillones y dados a adoptar actitudes agresivas como si creyeran que todo el mundo quiere atacarlos.

Prefiero un perro de tamaño mediano a grande, pues creo que cuanto más cercano al tamaño de un lobo sea el tamaño del perro, más perro es. De pelo corto, y que no sea de ésos que jadean y babean casi todo el tiempo.

Los varios que he tenido han sido de raza (doberman, labrador retriever, kuvasz) y, habida cuenta del dolor que su muerte me causó, en 1991 me dije que no quería más perros, pues ese año, con apenas un mes de diferencia y por enfermedades que les causaban mucho dolor, tuve que poner a “dormir” a dos de ellos, uno de 10 años y el otro de 13.

Pero ocurrió que en marzo de 2007, una perrita que estaba perdida —o tal vez que la botaron adrede, pues se veía cuidada y con su rabo cortado— nos adoptó a Chepina y a mí, declarándonos algo así como amor a primera vista, pues mientras haciendo ejercicio caminábamos en la calle donde vivimos, al llegar a un extremo de ésta, que es ciega, la perrita nos vio, vino corriendo a echar sobre nosotros —primero sobre mí y luego sobre Chepina, que es más “perrófila” que yo— sus patas delanteras, saludando y pidiendo cariñitos, y luego, olvidando la comida que, por compasión, un vecino le había dado, ante mi asombro siguió delante de nosotros, pero por el borde de la calle, durante la media hora que duró la caminata.

Cuando al final nos detuvimos frente a la puerta de la casa, me miró como preguntándose qué sería lo próximo que yo haría y, en contra de mi propósito de 1991, le dije “Si entras, te quedas”. Apenas abrí la puerta entró como un cohete, y desde entonces no ha querido saber más de calle a menos que sea acompañada por uno de nosotros.

Le di el nombre de Susy porque así se llamaba la doberman que mencioné al comienzo y que tenía el mismo aspecto que ésta. Cuando mi hija Alicia, también “perrófila” pero al cuadrado, la vio, dijo que era mezcla de doberman y pastor alemán, y que tendría unos seis meses de edad.

El veterinario al que al día siguiente la llevamos confirmó esto, la desparasitó y vacunó y, llegado el momento, la esterilizó.

Más de 10 años después, aún sigue con nosotros Susy, el perro más inteligente y cariñoso que nunca tuve. Jamás le enseñamos nada, pero ella entiende todo, se lleva bien con todo el mundo, y sólo quiere dar y recibir cariño.

Sugiero que si alguien quiere tener un buen perro no escoja uno de raza sino uno callejero, preferiblemente hembra, que tenga unos seis meses de edad y que no dé muestras de haber sido maltratado. Si se tiene la suerte de que le guste la casa, es casi seguro que por agradecimiento dará cariño a raudales.

clip_image001Chepina con Susy, en el jardín de casa, el día en que Susy nos adoptó.

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Conmigo en el veterinario en 2010.

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Foto tomada hoy, 17/01/2017. Ya Susy está viejita (va para 11 años). Cuando estoy en la computadora, se echa en este sofá, que es lo más cómodo y cercano a mí, y es también donde se echa en las noches a «ver  TV» con nosotros.

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2016-10-02

Miguel del Pino

Anímate a adoptar

Como viene sucediendo todos los otoños, la pequeña feria Salón de la Adopción de la Comunidad de Madrid es todo un éxito de público.

Participan varias sociedades protectoras de animales de prestigio reconocido y en unas carpas, escrupulosamente limpias, presentan a toda una corte de perros y gatos que seguramente un día tuvieron un nombre y lo conocían, pero más tarde pasaron por el trauma y la ignominia del abandono.

Pues a adoptar se ha dicho. A lo peor en algún caso se puede dar una «adopción compulsiva» por parte de alguien que se sienta tan impresionado que no pueda resistirse. En la mayor parte de las adopciones ocurrirá como en el famoso final de Casablanca: será el origen de una buena amistad.

Para animar a adoptar perros o gatos de manera racional, conviene desmentir algunos tópicos como el de que no se puede conseguir el mismo grado de compenetración con un perro adulto adoptado que con un cachorro criado en casa. Digamos bien claro que esto no es cierto.

La crianza de un cachorro conduce al establecimiento de innegables lazos de socialización entre el perrillo y el amo, y la familia con la que va a convivir. Ya se sabe que el perro es social, y que los humanos con los que vive forman el equivalente a su horda de cánidos ancestral. Pero, ¿se puede socializar un perro adulto o anciano que llega a una familia nueva para él? La respuesta es afirmativa sin lugar a dudas.

No queremos humanizar el tema, pero muchos testimonios aseguran que un perro recogido se hace todavía más familiar que uno criado desde la infancia. Quienes lo humanizan suelen decir que el perro adoptado parece sentirse «agradecido» después de haberlo pasado tan mal durante su abandono. Científicamente no me atrevería a asegurarlo, pero «haberlos, haylos».

Fuente

[LE}– 33 palabras en español que los más de los extranjeros son incapaces de pronunciar

11 ENE 2017

Teresa Morales García

A ningún hispanohablante se nos ocurriría pensar que la palabra «despotricar» podría acarrear grandes dificultades en su pronunciación.

Aunque hay que reconocer que tampoco es de las más sencillas, pues esa sílaba –tri precedida de po– casi la convierte en un trabalenguas.

Sin embargo, para un japonés podría ser una trampa mortal. “En general, los japoneses suelen apoyar el sonido de una consonante con una vocal, aunque sea incluso en una combinación de dos consonantes, o una consonante al final de palabra. Por ejemplo, ‘carta’ la pronunciarían como caruta; ‘mesas’ como mesasu; ‘abierto’ como abieruto; y ‘Madrid’ como Madorido», explica Pablo Navarro, profesor de español en el Instituto Cervantes de Tokio. Y añade: «Despotricar’ sería para un nipón algo así como desupoturicar». Verdaderamente impensable para el mismísimo Cervantes.

Más allá de lo anecdótico, o precisamente por ello, se nos ocurrió averiguar si realmente el español es un idioma tan difícil para un extranjero como parece ser en ocasiones, y cuáles son esas palabras que podrían complicarle la vida a cualquiera. Sin mencionar «supercalifragilísticoespialidoso», a la que, incluso el castellano más puro, vocalizaría de forma pausada y pensándosela.

Nuestra sorpresa ha sido descubrir que incluso la palabra “armadillo” puede ser ardua, tal y como demuestra un simpático vídeo del portal de idiomas Babbel.

“Lo cierto es que, comparado con otros idiomas, el español no se considera particularmente difícil. Una de las razones principales es que es muy fonético. Es decir, en general, a una letra determinada corresponde consistentemente un sonido específico”, comenta la doctora en Literatura y Lengua Española, Rosario Torres, profesora asociada de español en la Penn State University (Estados Unidos).

Sin embargo, como en todos los idiomas, la dificultad, haberla hayla, y radica en el sencillo hecho de que ciertos fonemas no suelen formar parte de la lengua materna.

“Cuando aprendemos una segunda lengua, la fonética suele convertirse en una asignatura compleja por una razón sencilla: nos vemos ante la necesidad de modificar nuestros arraigados hábitos articulatorios. De pronto, nos enfrentamos con sonidos no presentes en nuestro idioma, lo que exige habituarse a puntos y modos de articulación que, para nosotros, resultan extraños”, afirma otra especialista en la materia, Cristina Pérez Múgica, doctora en Literatura Española e Hispanoamericana y profesora de español para extranjeros en la academia Letra Hispánica, de Salamanca.

Otro punto a tener en cuenta es la grafía, como bien dice esta experta: “Nos cuesta asumir el hecho de que una misma grafía pueda representar sonidos distintos en otras lenguas”. Por ejemplo, en español, a cada fonema vocálico le corresponde una sola grafía (con la sola excepción de la ‘i’), mientras que en inglés, una misma letra puede representar vocales distintas. “Esto provoca que, en ocasiones, los hablantes nativos de inglés experimenten una cierta confusión: por ejemplo, no es raro que cuando se encuentran con la grafía ‘e’ duden entre pronunciarla como /i/ o como /e/”, comenta la profesora Pérez Múgica.

La trampa de la doble ‘r’

 

¿Qué tienen en común estas palabras? Para cualquier extranjero la pronunciación fuerte de la letra ‘erre’, también denominada vibrante múltiple, es uno de los sonidos más complejos. En palabras como “perro”, “ubérrimo”, o “desarrolladores”, por ejemplo, notaremos que la mayoría pronunciarán pero, ubérimo y desarolladores.

Las palabras con ‘erre’ o con sonido de ‘erre’ al principio —como «carro», «rato», «rueda», «sonrojado» o «rito»—, son una mala pasada para todos, japoneses incluidos, quienes, como indica el profesor Pablo Navarro, “no las pronuncian de forma fuerte, sino suave, ya que ese sonido no existe en japonés”.

Por otra parte, la profesora Pérez Múgica matiza que “en toda China, salvo en la zona de Xinjiang, no existe ningún dialecto en el que aparezca el fonema de la ‘erre’ vibrante múltiple, ni tampoco en lenguas como el inglés, el alemán, el francés… Es lógico que cause problemas a un mayor y más variado grupo de estudiantes”, puntualiza. Ni mencionar, entonces, «coscorrón», ni mucho menos «ronronear» o, peor aún, «terrestre».

Cuando «hola» se convierte en «jola»

 

Exigir, ejercer, corregir. Son otros de los vocablos que, aunque parezcan inocentes, llevan trampa. La doctora Torres, de la Penn State University, anota que la ‘g’ delante de las vocales ‘i’ y ‘e’ (“exigir” o “refrigerador”) se convierte en un sonido muy complicado para los extranjeros de habla inglesa.

A éstas hay que sumarle nuestra ‘hache’, que para muchos es un quebradero de cabeza. “Esta letra es para nosotros una mera grafía, que no se materializa de ningún modo en el habla. Sin embargo, movidos por sus hábitos articulatorios propios a los que están acostumbrados, los anglohablantes pueden olvidar esta norma y pronunciar la ‘h’ de palabras como ‘hermano’, ‘hola’, ‘hablar”, explica Cristina Pérez. De ahí que sea muy habitual escuchar a un oriundo de Texas decir, con una aspiración suave, germano, jola o jablar.

Hasta los italianos se resbalan en nuestra ‘piscina’

 

Ascensor, piscina, consciente. Con estas comenzamos a rizar el rizo. Incluso son difíciles de pronunciar para los italianos que, a priori, son quienes tienen un idioma más similar al nuestro. Y es que no todas las grafías semejantes en ambos idiomas tienen el mismo sonido. “Los italianos experimentan dificultades cuando se encuentran con este grupo ‘sc’ en palabras españolas, como ‘piscina’ o ‘imprescindible”, comenta Cristina Pérez desde su experiencia. En italiano, estos dos sonidos agrupados se pronuncian de una manera diferente, más parecido a una “sh” inglés, el mismo sonido que usamos en español para imponer silencio (“shhhhh”), denominado fonéticamente como sonido palatal fricativo sordo.

Los rocambolescos caminos de la ‘j’

 

Jarrón, aguja, jamonero. Cualquier buen imitador de un anglohablante intentando hablar español se dará cuenta de su manera tan peculiar de pronunciar nuestra ‘jota’ fuerte. Más suave, casi como una hache aspirada.

Pues bien, en algunos idiomas, la cosa es aún más rocambolesca. El profesor Navarro del Instituto Cervantes en Tokio ha visto como allí las palabras con la letra ‘j’ a veces llegan a pronunciarse de manera inverosímil, convirtiendo esa consonante en una ‘f’: “Julio’ lo pronuncian como furio o ‘juego’ como fuego. En otras ocasiones, los nipones se inclinan por, simplemente, suavizarla, haciendo de ‘joyería’ (hoyería), de ‘ojos’ (ohosu) o de ‘jamón’ (hamón)”.

Un japonés no dice «zurcir», dice «surosiru»

 

Zapato, cerilla, zurcir. Para muchos extranjeros, el sonido de la ‘zeta’ no existe en sus idiomas maternos, por lo que su pronunciación exacta en español es imposible. ¿Qué les ocurre a los japoneses, por ejemplo?

“Las palabras con la letra ‘z’ o el sonido de la combinación ‘ce’ y ‘ci’ tampoco existe para ellos, y lo pronuncian como si fuera el sonido de la letra ‘s’. ‘Zumo’ será sumo; ‘arroz’, aros; ‘cerca’, serca, y ‘circo’, sirco”, dice el profesor Navarro. Cabe destacar que, por las anotaciones que señala el experto de español en Tokio, “zurcir” será algo así como surosiru. ¡Todo un reto también para nosotros!

¿Te quieres reír? Pídele a un esloveno que diga «limpiaúñas»

 

Zafarrancho, inexorable, bibliográfico. A todo lo dicho se suma, además, la dificultad de las palabras que tienen demasiadas sílabas. “Resultan más complicadas de articular por la mera cantidad de letras que las componen”, explica la profesora Rosario Torres. Y más todavía si todas esas letras conforman una sola sílaba.

“Para los eslovenos, por ejemplo, la pronunciación de diptongos, triptongos e hiatos puede acarrear dificultades por dos motivos: su lengua no cuenta con fenómenos que equivalgan exactamente a éstos y, además, el español presenta una gran variedad y abundancia de diptongos”, añade Cristina Pérez, de Letra Hispánica.

Pídele a un esloveno que diga «limpiaúñas», aunque sólo sea por probar. Y, si tienes más curiosidad por saber de qué manera un guiri lidia con nuestro idioma, échale un vistazo a este vídeo realizado por el portal Flama. Las risas, al menos, están aseguradas.