Al consultorio del médico llegó desesperada una joven monja que padecía de un severo ataque de hipo. El médico la observó detenidamente, le hizo varios análisis, y al final, con tono solemne, le comunicó que estaba en estado.
La monjita salió en carrera hacia el convento, y al final de la tarde el médico, solo en su consultorio y a punto ya de cerrar, exclamó «¡Diablos, olvidé hacer la llamada!».
De inmediato levantó el teléfono, llamó a la Madre Superiora y le dijo que lo disculpara porque, por descuido, había posiblemente creado un problema, pues la monjita no estaba en estado, sino que él, a fin de quitarle el severo ataque de hipo, había decidido darle un susto diciéndole que estaba embarazada.
La Superiora le contestó que el susto había funcionado muy bien con la monjita, pues se le había sacado el hipo en cuanto reunió a todas las autoridades del convento y les anunció que estaba en estado, pero no así con el cura párroco porque al término de esa reunión se subió al campanario y se tiró de cabeza.
