[*Otros}– Ya en Canarias, moringa, la planta de la vida

Junio 7, 2015

Norberto Chijeb

Más de 50 hectáreas en una decena de fincas alquiladas desde Barranco Hondo hasta San Miguel, y una planta de facturación en el Polígono de Güímar, que da trabajo a unas cuarenta personas.

Éstos son los fundamentos que han llevado a la empresa alemana Moringa Garden, de Andreas Kraus, a ser pionera en un sector novedoso en Canarias, tras el descubrimiento de las grandes propiedades de un árbol originario de la India que en el sur de la Isla ha encontrado el clima (25 a 30 grados) y el agua que necesita para convertirse en una gran industria.

Una planta, la moringa, que es llamada de la vida por su alto poder nutritivo, porque en sí misma está considerada como un alimento. Según la USDA (Departamento de Agricultura de Estados Unidos) la moringa contiene 18 de los 20 aminoácidos, y entre ellos los 9 aminoácidos esenciales.

Todos estos beneficios han conseguido que recientemente muchos países hayan optado por el cultivo de la moringa para combatir la pobreza y la desnutrición, mientras que en el caso de Europa, de momento su interés es como suplemento alimenticio en cápsulas o bebidas y no tanto en el consumo directo de hojas frescas.

Moringa Garden, que lleva cinco años implantada en Tenerife, con sede en Güímar, manufactura sus productos en una nave en el Polígono Industrial, y el polvo de la moringa extraído de las hojas se envasa para exportar a media Europa, principalmente a Alemania, Holanda, Austria y Suiza y, en menor medida, a España, donde aún es una desconocida.

Las hojas de este árbol —y también sus flores y vainas—, que llega a crecer hasta los diez metros de altura, son un manantial de nutrientes. Cada 100 gramos comestibles suponen ingerir cuatro veces más vitamina A que la misma cantidad de zanahorias; siete veces más vitamina C que el equivalente en naranjas; el doble de calcio que la leche de vaca; tres veces más potasio que la misma proporción de plátanos; y más del doble de proteínas que la que contiene la leche de vaca.

La ubicación de Canarias en la misma latitud (28º) de la zona de origen de la moringa, al norte de la India, le confiere las condiciones climatológicas ideales para su desarrollo. La introducción de la planta en Tenerife sucede en 2010 en el norte de la Isla, fallando las primeras siembras. Posteriormente, a partir de 2011 se traslada el proyecto de plantación a una finca ubicada en Chinguaro, en Güímar, y de ahí se extiende por todo el Sur, en fincas abandonadas, libres de fertilizantes.

Rica en proteínas, vitamina A, B y C

La hoja. La moringa posee hojas ricas en proteínas, vitamina A, B y C y minerales y compuestos antioxidantes. 100 gramos de hoja verde de Moringa (según USDA) contienen: Proteína (9,4 gramos), carbohidratos (8,28 gramos), lípidos (1,4 gramos), potasio (337 mg), vitamina C (51,7 mg), vitamina A (378 mg), calcio (185 mg). Además tiene otras muchas vitaminas y minerales (hierro, magnesio, fósforo, zinc).

Como un huevo. Las hojas de moringa poseen un porcentaje superior al 25% de proteínas, esto son tantas como el huevo, o el doble que la leche, cantidades significativas de hierro, fósforo y otros elementos. Si analizamos por separado las hojas de moringa y las vainas, en este último caso encontramos que la cantidad de vitamina C es de 141 mg, casi triplicando la de la naranja; y el potasio de 461 mg superando al de 100 gramos de, plátano con sus 358 mg.

Las semillas. Las semillas están llenas de aceite aromático, conteniendo en torno a un 30-40% de aceite rico en ácido oleico que se puede utilizar para cocinar, como cosmético, lubricante o biodiesel. El residuo de la semilla exprimida se puede utilizar como purificador del agua ya que tiene actividad floculante haciendo que las impurezas y organismos indeseables del agua se unan entre sí y sedimenten (se vayan al fondo).

“Es un alimento, no una hierba medicinal”

Christina Stalder, portavoz de Moringa Garden, señala que los productos que elaboran cuentan en el registro sanitario “como alimento, no como hierba medicinal” y que por ahora se utilizan básicamente “en batidos, infusiones, potajes o sopas”. Sólo trituran la hoja, “aunque también es comestible la flor, raíces y todo el árbol”.

Admite que “estamos en el período de pagar la inversión”, añadiendo que los botes de moringa tienen un precio que va desde los 14 a los 45 euros y que “ya están siendo demandados por los canarios” —muchos la mezclan con el gofio—, destacando que Moringa Garden está en período de expansión porque “los árboles aún son jóvenes”, aunque ya con ellos no sólo sacan el polvo de la moringa oleífera, sino aceites, productos de higiene y hasta pienso para animales.

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Cortesía de Lucy de Armas Padrón

[LE}– ‘Fisicoculturista’ no lleva tilde

01/04/2016

El término fisicoculturista, referido a la persona que ejercita sus músculos intensamente, se escribe junto y sin tilde, y no necesita ningún resalte tipográfico.

En los medios de comunicación encontramos frases en las que fisicoculturista aparece con tilde, como en

  • «La físicoculturista que causa furor en las redes sociales»,
  • «Natalya Trukhina, la físicoculturista de 92 kilos que asombra a Rusia» o
  • «Roger, el asombroso canguro “físicoculturista”».

Cuando dos o más palabras se fusionan para formar una palabra compuesta, sólo la última —caso de llevarla en su grafía aislada original— mantiene la tilde, como en el caso de fisicoquímico, formada por la unión de los adjetivos físico y químico.

En esta misma línea, a partir de físico y culturista se ha creado el sustantivo fisicoculturista, recogido en la vigesimotercera edición del Diccionario Académico. Esta misma obra incluye también los sinónimos culturista y fisiculturista, este último de empleo usual en algunos países hispanoamericanos.

Por otro lado, al tratarse de una palabra gramaticalmente correcta en su formación, no es necesario resaltarla con letra cursiva ni ponerla entre comillas.

Así pues, lo apropiado correcto en los ejemplos anteriores habría sido escribir

  • «La fisicoculturista que causa furor en las redes sociales»,
  • «Natalya Trukhina, la fisicoculturista de 92 kilos que asombra a Rusia» y
  • «Roger, el asombroso canguro fisicoculturista».

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[*Opino}– Panamá y el pago de impuestos

13-04-2016

Carlos M. Padrón

Hace años, buscando material para este blog di con una frase lapidaria.

En una entrevista que le hicieron a Teodoro Petkoff, un venezolano que estuvo preso por guerrillero, éste dijo que el principal deber de un recluso es tratar de escapar de la cárcel.

Usando eso como base, dije que «El deber de todo ciudadano es pagar la menor cantidad de impuestos y, de ser posible, ninguno».

Los argumentos en que me baso para decir eso son los mismos que esgrime el autor del artículo que copio abajo, y que él ha titulado, muy acertadamente, “Sí a Panamá, no a los infiernos fiscales”. Argumentos que, muy acertadamente, giran en torno a su afirmación de que pagar menos impuestos no sólo es racional y lógico, sino que es bueno.

¿Sabes de alguien que pudiendo pagar menos impuestos pague más?

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2016-04-12

Carmelo Jordá

Sí a Panamá, no a los infiernos fiscales

Si hay un argumento ridículo en la discusión pública sobre los paraísos fiscales es ese de que gracias a ellos «los pobres» (léase la clase media) «pagamos más».

Lo cierto es que las clases medias estamos ya sometidas a la máxima presión fiscal de la que los Estados son capaces y, al contrario, de no existir los paraísos fiscales y esa posibilidad de escaparse un poco a la voracidad recaudatoria, nuestros queridos políticos apretarían aún más la soga.

Y es que se habla mucho de los paraísos fiscales, que son pocos y cada día menos, pero a mí me preocupan más los infiernos fiscales, que son muchos y cada día más.

Es una batalla perdida, lo sé, sobre todo porque los que quieren que los demás paguemos cantidades cada día mayores de impuestos se arman con una batería de argumentos falazmente bienintencionados, y parece que todo lo que obligadamente entregamos al Estado se dedica a pensiones, colegios, hospitales y otras beneficencias varias. Ni hay corrupción, ni burocracia, ni funcionarios tocándose los pies en los ministerios y consejerías, por supuesto.

En cambio, los que defendemos, no ya los paraísos fiscales sino la necesidad de que el Estado afloje su mordisco vampírico sobre nuestras yugulares, somos presentados como unos atroces insolidarios, que estamos deseando que los niños mueran de hambre por las calles, como durante Holodomor.

Llama poderosamente la atención que, puestas así las cosas, no haya todas las mañanas largas colas de ciudadanos que quieran entregar aún más de su dinero a Hacienda, ese ente benéfico para el que nunca parece haber suficientes recursos y en el que cada euro invertido parece revertir directamente en la felicidad de un niño, un anciano, una persona hospitalizada, un inmigrante…

Quizá esta curiosa ausencia en el entusiasmo pagador se debe a que, en el fondo, incluso esos inquisidores que se amontonan en las redes sociales como una turba presta al linchamiento, saben que pagar menos impuestos no sólo es racional y lógico, sino que es bueno. Y lo es por una razón básica: que todos sabemos dar a nuestro dinero un uso más racional y razonable que esa inmensa maquinaria estatal cuyo fin último no es procurarnos felicidad, sino garantizar su propia existencia.

Los hipócritas se escandalizan de que el rico quiera, como el pobre, pagar menos impuestos —con la peculiaridad de que el rico normalmente ya paga muchísimos más—, pero a mí lo que me resulta escandaloso es

· Que un españolito normal con un sueldo medio-bajo trabaje entre cinco y seis meses para el Estado

· Que un mileurista esté generando en realidad un salario de 1.500 euros de los que a él le llegan bastante menos de mil entre unos sablazos y otros

· Que cuando usted y yo llenamos el depósito, la mitad sea para un Estado que no ha hecho nada para traernos la gasolina

· Que al pagar el recibo de la luz, el que hace negocio no sea tanto la empresa que nos la suministra, como los políticos que nos masacran a tasas, primas y ayudas que ellos conceden graciosamente y que nosotros pagamos. Y así con todo.

El escándalo no es Panamá y no son los paraísos fiscales —benditos los que los alcanzan—, el escándalo son los infiernos fiscales en los que la voracidad del Estado y de los que pastan del presupuesto nos obligan a vivir.

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[LE}– Treinta asombrosas palabras que empiezan por la A, para aumentar tu aptitud y tu agudeza

11 ABR 2016

En Verne somos muy de palabras.

En nuestro primer día de vida ya publicamos una lista de cosas que no sabías que tienen nombre, seguida de otra de palabras extranjeras que deberíamos importar. Hemos hablado de etimologías y de frases hechas, y también hemos propuesto algunas palabras que podemos aprender para parecer más cultos (a cargo de Miguel Sosa).

Ahora, y siguiendo el ejemplo de Mental Floss, comenzamos una serie en la que cada lunes peinaremos el diccionario de la Real Academia para ofrecer una lista de palabras llamativas y poco usadas que empiezan con cada una de las 27 letras del alfabeto español.

Es nuestra pequeña aportación al Año Cervantes, en el que se conmemora el cuarto centenario de la muerte del escritor. Comenzamos, claro, por la letra A, cuya grafía procede de la consonante fenicia aleph. Como los griegos no tenían este sonido en su idioma, la usaron para transcribir su alfa, la vocal a.

Acarrazarse. Abrazarse con fuerza. Se usa sobre todo en Huesca.

Acmé. Del griego akmé ‘punta’. Es el “momento culminante. Está en el acmé de su fama”. Y también el “período de mayor intensidad de una enfermedad”.

Adarce. Costra salina que las aguas del mar forman en los objetos que mojan.

Aeronato. Dicho de una persona: Nacida en un avión o en una aeronave durante el vuelo.

Agibílibus. Del latín de agibilibus, que significa “sobre lo factible”. Es la habilidad, ingenio, a veces pícaro, para desenvolverse en la vida. También puede referirse a la persona que tiene agibílibus.

Ajaspajas. Cosa baladí, insignificante.

Alacre. Alegre, ligero, vivo.

Aladar. Mechón de pelo que cae sobre cada una de las sienes.

Albanado/da. Que está dormido. Viene del latín alba, “sábana”. Y procede de la germanía, “jerga o manera de hablar de ladrones y rufianes, usada por ellos solos y compuesta de voces del idioma español con significación distinta de la verdadera, y de otros muchos vocablos de orígenes muy diversos”.

Alcabor. Hueco de la campana del horno o de la chimenea.

Amaitinar. Observar y mirar con cuidado.

Amartelamiento. Exceso de galantería o rendimiento amoroso. Como escribió Francisco de Quevedo en “Túmulo de la mariposa”:

El aliño del prado
y la curiosidad de la primavera
aquí se han acabado,
y el galán breve de la cuarta esfera,
que, con dudoso y divertido vuelo,
las lumbres quiso amartelar del cielo.

Ambuesta. Porción de cosa suelta que cabe en ambas manos juntas y puestas en forma cóncava.

Amok. Entre los malayos, ataque de locura homicida. Da título a una novela de Stefan Zweig. En inglés incluso existe una expresión, to run amok, que significa volverse frenético, perder el control.

Amonarse. De mona, borrachera: embriagarse, perder el dominio de sí por beber en exceso. También, sentirse molesto.

Amoricones. Señas, ademanes y otras acciones con que se manifiesta el amor que se tiene a alguien. Y en desuso, amores o amoríos.

Anagnórisis. Reencuentro y reconocimiento de dos personajes a los que el tiempo y las circunstancias han separado. Reconocimiento de la identidad de un personaje por otro u otros. El ejemplo clásico es el de la Odisea, cuando a Ulises lo reconocen los demás personajes al llegar a Ítaca.

Anhedonia. Incapacidad para sentir placer. La anhedonia de ojos vacíos sólo es una rémora del flanco ventral del verdadero depredador, el Gran Tiburón Blanco del dolor. Las autoridades denominan esta condición “depresión clínica” o “depresión involutiva” o “disforia unipolar”. David Foster Wallace, “La broma infinita”.

Animálculo. Animal perceptible solamente con el auxilio del microscopio. La terminación –culo, del latin –culus, era un diminutivo en esa lengua. También tenemos homúnculo (hombre pequeño) e incluso músculo, del latín mus, ratón, y culus, pequeño: porque a los romanos el bíceps les parecía un ratoncillo bajo la piel. Incluso bermejo proviene de la palabra latina vermiculus, que significa gusanito. El pigmento de este color se obtenía, en fin, machacando cochinillas.

Antuviada. Golpe o porrazo dado de improviso.

Apianar. Disminuir sensiblemente la intensidad de la voz o del sonido.

Aporrar. Dicho de una persona: Quedarse sin poder responder ni hablar en ocasión en que debía hacerlo.

Arcidriche. Tablero de ajedrez.

Ardorada. Oleada de rubor que pone encendido el rostro.

Arrancapinos. Hombre de cuerpo pequeño.

Arrobar. Nada que ver con las menciones en Twitter. Significa embelesar. También, aunque en desuso, robar. Y, por último, enajenarse, quedar fuera de sí.

Como ejemplo, este chiste que cuenta Rosa Montero: «Una ratita, parada sobre sus cuartos traseros, alza la cabeza al cielo y contempla el paso majestuoso de un murciélago con las alas extendidas. Y exclama con arrobada admiración: ‘¡Oh, mon Dieu! ¡Un ange!’».

Asobinarse. Dicho de una bestia: Quedar, al caer, con la cabeza metida entre las patas delanteras, de modo que no pueda levantarse por sí misma. Y dicho de una persona: Quedar hecha un ovillo al caer. Del latín supinare, “poner boca arriba”.

Asperillo. Regusto agrio de la fruta no bien madura, o el que por su naturaleza tiene alguna comida o bebida.

Atafagar. Sofocar, aturdir, hacer perder el uso de los sentidos, especialmente con olores fuertes, buenos o malos. También es molestar a alguien con insufrible importunidad. Y además, estar sobrecargado de trabajo.

Aurívoro/ra. Codicioso de oro. Del latín aurum, oro, y la terminación -voro, que viene de vorare, devorar, y que se usa en los términos que hacen referencia a la dieta de los animales (herbívoro, carnívoro, omnívoro…).

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Texto redactado por Jaime Rubio con aportaciones de Mari Luz Peinado, Héctor Llanos, María Sánchez, Pablo Cantó, Anabel Bueno y Lucía González.

[LE}– ‘Dietismo’, neologismo válido

13/04/2016

Dietismo es una voz bien formada que se emplea para referirse a la tendencia a hacer dietas permanentemente.

En los medios de comunicación, sobre todo en las noticias sobre salud o estilo de vida, se emplea el sustantivo dietismo con cada vez más frecuencia:

  • «La insatisfacción con el propio cuerpo crece junto al dietismo»,
  • «En plena epidemia de dietismo, un paradigma de belleza y delgadez que pone en riesgo la salud» o
  • «Este fenómeno del dietismo crónico ha llevado a investigar sus efectos a largo plazo».

Pese a no figurar aún en el Diccionario Académico ni estar recogido en los principales diccionarios de uso, esta palabra está correctamente formada a partir del sustantivo dieta y el sufijo –ismo. Como explica la Gramática Académica, este elemento puede combinarse, entre otros, con sustantivos, y forma, a su vez, nombres a los que añade el sentido de tendencia, movimiento, doctrina, etc.

Como sucede en muchas ocasiones con otras voces de formación similar, el sustantivo original pierde la vocal final, de modo que de dieta lo adecuado es dietismo, como de propaganda lo es propagandismo.

Así pues, se trata de una voz que no cabe censurar, y su empleo, por tanto, en los ejemplos anteriores puede considerarse plenamente adecuado.

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[*MiIT}– El mercado actual de los ‘smartphones’, o teléfonos inteligentes

11-04-2016

Carlos M. Padrón

Según dice el artículo que copio abajo, los fabricantes chinos de teléfonos inteligentes, o smartphones, compiten hoy en el mercado con terminales solventes y económicos.

Y me consta que es así, pues, según conté en el post Las marcas chinas de teléfonos celulares, son varias las compañías chinas que ofrecen smartphones de los que podría decirse que son “de padres desconocidos” que no sólo reúnen las condiciones que en ese post listé, sino que funcionan muy bien.

Y hablo en plural porque, además del Triton Note con Android 4.1.1 que compré hace 3 años y que aún funciona, acabo de estrenar otro “de padres desconocidos” que, al igual que el Triton, uso para, en orden de frecuencia, WhatsApp (programa que tienen mis contactos más allegados), SMS, teléfono, algo de navegación por internet y, muy rara vez, e-mail.

Ese “hijo bastardo” tiene Android 5.1 y muy poco bloatware. Como todo celular que se respete, trajo reloj (con alarma, cronómetro y cuenta regresiva), calendario, cámara, linterna, grabadora de sonido, reproductor de música, browser, mapas, etc. Le instalé WhatsApp, Swiftkey, Chrome, QuickPic, Lock Screen, WPS Office y, como aplicaciones (apps) de seguridad y limpieza, ESET y CCleaner, que son las mismas que desde hace años uso, con buenos resultados, en mis PCs.

Con los 16 GB de memoria que tiene —más una tarjeta SD de 32 GB— podría instalarle muchas más apps, pero, al menos por ahora, no necesito ninguna otra.

Eso sí, además de esas instalaciones y consiguientes adecuaciones, el descubrir dónde están en el Android 5.1 algunas funciones que en el 4.1.1 ya sabía yo donde estaban, aprender a usar las nuevas y configurar el terminal a mi gusto me llevó tres días, pues tal parece que a los diseñadores de los sistemas operativos, tanto de celulares como de PCs, les encanta cambiar de lugar funciones que siempre hacen lo mismo; esa gente tiene una extraña manera de “facilitarle” la vida al usuario.

La única falla que hasta ahora ha presentado ese celular era que, sin motivo aparente —al menos para mí— congelaba todo y avisaba de que estaba “In edit mode” y así permanecía hasta que, también sin motivo aparente, se arrepentía y volvía a la normalidad.

Durante casi dos de esos tres días me di a la tarea de buscar en internet qué diablos era eso de “In edit mode”, qué significaba y cómo se corregía, pero no encontré al respecto ni una sola mención, y mis consultas a personas supuestamente conocedoras de Android no tuvieron éxito.

Sin embargo, sí encontré, en varias y repetidas veces, comentarios favorables al que dicen que es el launcher más ligero, universal y funcional que hay en el mercado. Y sospechando que el motivo de esa falla podría ser el launcher que ese celular trajo, y que en él aparece con el muy “creativo” nombre de Launcher, me saqué de chiquitas, instalé el launcher recomendado y —por lo menos hasta ahora— remedio santo: lo del “In edit mode” no ha vuelto a aparecer, y ese smartphone va como una seda: detecto a la primera varias redes Wi-Fi del vecindario; en cuanto le di la clave de la mía, se conectó de inmediato; y apenas registré en él la cuenta Gmail que para ese fin tengo, en un suspiro descargó todos los contactos.

Navega a doble velocidad que el viejo Triton Note; hace buenas fotos; permite ver documentos en Word, Excel y PDF, e imágenes (fotos y vídeos) en media docena de formatos diferentes; cuenta con contraseña gráfica, de huella digital o de texto; permite acceder a ciertas apps en forma directa, o sea, sin necesidad de desbloqueo; etc.

Como extra, ese launcher ofrece la posibilidad de una interfaz sobria, elegante, funcional e intuitiva. Y, al menos en mi caso, con sólo dos home screens tengo suficiente. El viejo Triton Note tenía cinco.

Además, comoquiera que le doy el uso que ya dije arriba —siendo lo más WhatsApp, con una media de 6 mensajes por día, la mitad con archivos de imágenes o de audio— su batería de 2500mAp baja a 20 o 25% después de dos días de ese uso, y a primera hora de la mañana del tercer día la recargo de nuevo hasta 80%, que es lo que recomiendan los cánones, que también dicen que una vez al mes conviene dejar que se recargue hasta el 100%, y así lo haré.

En mis incursiones por internet encontré varias opiniones que aseguran que el hardware de esos teléfono chinos “de padres desconocidos” es básicamente el mismo que el de los celulares de marca, sólo que a éstos los “empaquetan” con el nombre y logo de tales marcas, y éstas, o las operadoras de telefonía celular (AT&T, T-Mobile, Telefónica, Digitel, etc.), no sólo les instalan su propia interfaz sino que, además, los bloquean y los venden a varias veces el precio que ofrecen los vendedores chinos.

Hoy en día, los más de los smartphones hacen todos casi lo mismo, y como ya no queda mucho que añadirles, parece que el mercado ha colapsado y ahora los anuncian y que modulares, con refrigeración líquida, casi irrompibles, impermeables, que “ven” en la oscuridad, con dos cámaras traseras en vez de sólo una, etc. De ahí que, según el artículo de abajo, Sony haya dado marcha atrás y ahora piense concentrarse en el diseño, la cámara y la batería.

El diseño me importa poco; la cámara del que tengo excede mis pretensiones en fotografía celular, que sólo la veo buena para casos puntuales, pues para fotos importantes como tales, sigo creyendo en las cámaras digitales; y la batería es un problema que cada día mejora, pues ya algunos smartphones chinos traen incorporada una batería de 10000mAp que, según se estima, dura una semana si al smartpone se le da un uso normal, medida ésta bastante subjetiva.

¿Para qué querría yo algo de eso? ¿Qué sentido tiene pagar más de $200 —o máximo $250, mi límite— por un smartphone que, al menos en mi caso, hace lo mismo que uno de $700 o más caro? ¿Presumir de marca, como alguien que hace poco me pidió que le recomendara un teléfono chino que tuviera procesador de ocho núcleos… para mostrárselo a sus amigos? ¡Por favor!

Durante años se ha dicho que valía la pena pagar más por los iPhones porque eran invulnerables a los ciberataques que tanto afectan a los Android. En realidad no había tal invulnerabilidad, sino que los hackers se concentraban, como es lógico, en lo que más abundaba en el mercado; y Android supera con creces al OS de Apple. Pero tal parece que esa opinión sobre invulnerabilidad molestó a los hackers porque ahora ya éstos lograron afectar a los iPhone.

Desde hace unos días ha estado apareciendo en la prensa el artículo “Apple presenta el iPhone SE, su móvil celular nuevo más barato” que, a pesar de que su pantalla es de apenas 4 pulgadas, “sólo” cuesta 489 €.

Pero ocurre que, cada vez más, los smartphones que hoy se usan, y así lo comprobé en USA hace unos días, son phablets, o sea, de pantalla de 5.5 pulgadas o mayores. Y, en cuanto al precio, un smartphone de 489 euros no es para nada barato. 489 euros son, a día de hoy, 557 dólares, y el smartphone que recién he estrenando me costó en total 162 dólares ($137 el terminal con su cable, cargador y manual; una tarjeta SD de 32 GB; una batería de repuesto, de 3000mAh; y, además, manejo, transporte, y seguro).

En fin, que mi nuevo celular va, según dije, como una seda… por ahora, pues como gusto de meterme en ciberproblemas para ejercitar luego las neuronas buscando las soluciones, tal vez mañana ya no funcione, o funcione mal.

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30/03/2016

Sony deja de competir en el mercado de los smartphones y se pasa al Internet de las Cosas (IoT)

Tal es el colapso en el que se encuentra el mercado de los «smartphones» que Sony Mobile ha decidido reorientar su actividad. Aunque en Barcelona presentó su nueva gama Xperia X, la realidad es que la competencia en el negocio celular es «muy dura». Toca mover ficha, y la compañía ya sabe hacia dónde. Es el turno del IoT y su hogar conectado.

«Los teléfonos inteligentes siguen siendo una gran área en nuestro tablero de juego, pero han entrado muchos competidores y el mercado es muy duro. Para cambiar ese escenario necesitamos crear productos radicalmente diferenciadores», explica en una entrevista con Efe el consejero delegado de Sony Mobile, Hiroki Totoki.

No es que Sony abandone la telefonía, pero indagará nuevas formas de interactuar con la tecnología y nuevas maneras «inteligentes y más naturales» de utilizarla para relacionarnos con el entorno. Además, no estará solo: compañías como Apple o Samsung también están presentes en este terreno.

«Nuestro campo de batalla ha cambiado un poco, y queremos ser los pioneros de este tipo de productos (…) Sin duda el hogar es uno de nuestros mercados potenciales», incide Totoki, cuyo objetivo prioritario como consejero delegado es hacer de Sony Mobile una compañía «saneada».

Y es que esta división ha sido una de las ovejas negras del grupo nipón, con pérdidas recurrentes (en el último trimestre registró una caída del 14,7 % en las ventas con respecto al mismo periodo del año anterior) y sin lograr posicionarse como una de las marcas de referencia en el negocio de los teléfonos inteligentes.

Para la consultora IDC, al contrario que Apple, Sony no ha sido capaz de crear un ecosistema fluido entre sus distintos dispositivos (televisores, teléfonos, tabletas) ni ha se ha decidido, como Samsung, a invertir en el punto de venta. Además, ha sufrido la presión de los fabricantes chinos, con terminales solventes y económicos.

«Tenía todo lo necesario para tener éxito en esta industria: una marca fuerte, contenido de música y cine, PlayStation… Pero tardó mucho a la hora de integrarlo todo en un único dispositivo. Y no hay que olvidar que su estrategia como fabricante de celulares es muy reciente porque hasta hace pocos años era parte de una sociedad de riesgo compartido con Ericsson», explica el analista de la consultora IDC Francisco Jerónimo.

En telefonía, el enfoque de Sony Mobile ha sido la gama alta, y aunque ha repetido hasta la saciedad que la cuota de mercado nunca ha sido una obsesión, sí lo es la rentabilidad, y se hace necesario salir de esa tierra de nadie.

Su primer paso para sortear el dilema de reinventarse o morir ha sido dar carpetazo a la serie Xperia Z, su buque insignia hasta la fecha. Sus nuevos teléfonos estarán bajo la denominación Xperia X, tendrán «mayor inteligencia», según Totoki, y se centrarán en tres pilares: el diseño, la cámara y la batería.

Para el analista de IDC, Sony tiene «que mantener el negocio porque el ‘smartphone’ es la puerta de entrada a todo lo demás».

«Si no tienen teléfonos, ¿cómo van a competir con esas otras compañías que están intentando dominar el salón? Porque la verdadera batalla es la de dominar el salón, controlar la experiencia completa. Es lo que Apple y Samsung están tratando de hacer», reflexiona Jerónimo, para quien el viraje de Sony Mobile hacia el IoT tiene mucho sentido.

¿Y cómo se materializa ese IoT en la compañía nipona? El consejero delegado de la división móvil quiere una interacción más natural con la tecnología —a través del oído y de la vista, sin ocupar las manos— y una menor dependencia de la pantalla del teléfono.

Se trata, en definitiva, de aumentar el número de experiencias alrededor del teléfono inteligente sin que sea necesario asirlo todo el tiempo.

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[LE}– Se rescinden contratos, no personas

12/04/2016

El verbo rescindir se emplea para expresar que un contrato o una obligación se anula o se deja sin efecto, por lo que no equivale a prescindir, despedir o abandonar.

En los medios de comunicación pueden verse en ocasiones frases como las siguientes:

  • «Se decidió rescindir a casi 900 empleados»,
  • «Podría lograr que el jugador rescinda con el Estudiantes»,
  • «El hasta ahora presidente ha rescindido y lo anunciará este miércoles» y
  • «Arabia Saudí rescindirá a España el AVE a La Meca».

Según el Diccionario Académico y otros diccionarios de uso, como el General de Vox, el Clave o el Diccionario de Español Actual, el verbo rescindir significa ‘dejar sin efecto un contrato, una obligación, una resolución judicial, etc.’ y se construye con un complemento que exprese qué es lo que se rescinde.

Es impropio, por tanto, su empleo sin este complemento y atribuyendo al verbo el sentido de prescindir de, destituir, cesar, dimitir, despedir, abandonar, renunciar…, aplicado por lo general a las personas, más raramente a cosas, a las que afecta el contrato que se rescinde.

En consecuencia, en los ejemplos anteriores lo adecuado correcto habría sido escribir

  • «Se decidió despedir/rescindir el contrato a casi 900 empleados»,
  • «Podría lograr que el jugador abandone el Estudiantes»,
  • «El hasta ahora presidente ha dimitido y lo anunciará este miércoles» y
  • «Arabia Saudí rescindirá con España el contrato del AVE a La Meca».

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