[LE}– ‘Posdata’, en una palabra y sin t tras la s

19/10/2015

Posdata —sin t tras la s y todo junto— es la grafía española aconsejada para la expresión latina post data, utilizada para referirse a la anotación final en una carta, una vez concluida ésta.

Sin embargo, es habitual encontrar ejemplos de este término con una escritura inapropiada: 

  • «A diferencia de todas las anteriores, no tenía fecha ni pos data»,
  • «Post data: no olvides llevar tus fusiles y no pescar en Parques Nacionales» o
  • «Ciro Gómez Leyva escribió en la post data de su columna que Aristegui regresaría a la radio»,

donde habría sido preferible escribir posdata.

De acuerdo con el Diccionario Académico, el término posdata resulta de la unión de la forma pos– y el nombre data, definido como ‘nota o indicación del lugar y tiempo en que se hace o sucede algo, y especialmente la que se pone al principio o al fin de una carta o de cualquier otro documento’.

Pese a que la vigesimotercera edición del Diccionario Académico recoge también la grafía tradicional postdata, tanto la nueva Ortografía de la Lengua Española como el Diccionario Panhispánico de Dudas recomiendan el uso de la forma simplificada pos-, criterio extensible a cualquier otra palabra con este prefijo, salvo que la base a la que se una comience por la letra ese, en cuyo caso sería más apropiada la forma post- (postsurrealismo).

Al tratarse de un nombre común y muy frecuente, especialmente en el ámbito epistolar, lo conveniente es escribirlo en minúscula, redonda y todo junto. Su abreviatura correspondiente es P. D., aunque es igualmente válida P. S. (post scriptum), cuyo uso en español no está tan extendido en la actualidad.

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[*Opino}– Los consejos para ubicar el ‘router’

22-10-2015

Carlos M. Padrón

Me temo que los consejos que al respecto da el artículo que copio abajo sólo sirvan para quienes accedan a Internet únicamente por vía Wi-Fi, algo bastante raro.

Me explico. Todo router que se respete tiene opciones que permiten conectarse a él vía Wi-Fi o por medio de cables. En este último caso ofrecen generalmente la posibilidad de conectar por cable hasta cuatro dispositivos.

Comoquiera que la conexión por cable ofrece más velocidad que la conexión vía Wi-Fi, lo normal es que el usuario quiera usar cable para conectar su PC al al router, en cuyo caso éste debería estar cerca de la PC, y me temo que con pocos los casos en que ésta esté próxima al centro de la casa, que es el lugar sugerido como idóneo para ubicar el router, para lo cual, por cierto, no veo la necesidad de hacer un sesudo estudio.

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22 OCT 2015

Mariló Garcia Martín  

¿Quiere que Internet le vaya más rápido? Pruebe con esto

Claves para que el Wi-Fi de su casa no le desespere.

El lugar donde se coloca el ‘router’ importa (y mucho). Piense dónde tiene instalado el router en casa, ese dispositivo con luces que proporciona la conectividad a la Red. Después, recuerde si alguna vez se ha enfrentado a la desesperada situación de no poder navegar por Internet porque la conexión falla.

Hay muchas opciones de que lo segundo tenga que ver con lo primero. Siga estos sencillos consejos para navegar con más velocidad y que el Wi-Fi no le arruine una plácida tarde en las musarañas digitales.

1. Coloque el router en el centro de la casa

Ha tenido que llegar el físico Jason Cole, del Imperial College de Londres, para confirmar un secreto a voces. Cole ha calculado, fijándose en la distribución de la intensidad electromagnética y utilizando la ecuación Helmholtz, que el lugar idóneo donde colocar el router es en el centro del hogar, y que cuanto más cerca se encuentre el receptor del emisor, mejor señal obtendrá. Además, ha creado una aplicación para Android con la que se puede simular la propagación del Wi-Fi teniendo en cuenta la superficie del hogar.

2. Elija un lugar alto y sin obstáculos

Recuerde que las ondas que emite el router, a diferencia de las AM de la radio (que pueden alcanzar cientos de metros de distancia), solo cubren poco más de 12 metros y no penetran materiales como el metal o el cemento. De ahí que no se recomiende colocar el aparato en un espacio cerrado (como un armario) o entre paredes, y se prefieran los lugares altos.

Expertos comparan el comportamiento de las ondas del router con el de la iluminación generada por una bombilla (la cantidad de luz no es igual si la bombilla está en el techo o si está en una lámpara apoyada sobre el suelo). Además, para no perder la mayor parte de la señal, se debe evitar poner delante espejos (que funcionan como una pared) o peceras (pues el agua no es un buen conductor de la señal).

3. No ponga al lado el teléfono (ni la pecera o el televisor)

El televisor, el microondas y, en general, los aparatos que lleven un motor en su interior, pueden provocar interferencias. Incluso los monitores para bebés y los teléfonos inalámbricos, así como todas aquellas máquinas que se conecten vía Bluetooth.

El departamento de Soporte Técnico de Apple resume las fuentes de interferencia más comunes: hornos, pantallas LCD, altavoces o teléfonos, entre otros.

4. Pruebe con mover antenas y dispositivos

Según destaca Dave Hamilton, cofundador de la página web The Mac Observer, si el router tiene dos antenas, éstas deben colocarse en diferentes direcciones: una horizontalmente y la otra verticalmente. De esta forma, alguna de las dos coincidirá con la interna del gadget desde el que se quiere navegar; en la mayoría de las laptops (portátiles), ésta es horizontal. Que la dirección de ambas antenas coincida facilita la navegación, según el experto. Si usa un celular o una tableta, dependerá de cómo los sostenga, por lo que moverlos en caso de fallos de Red, no resulta un disparate.

5. Cambie la contraseña

La seguridad también es esencial para el buen funcionamiento del Wi-Fi. Prevenga cualquier tipo de hackeo con una clave WPA (de acceso a Wi-Fi protegido) y que tenga preferiblemente más de 20 caracteres (con mayúsculas, minúsculas y números).

Si sospecha que le están robando la señal, puede descubrirlo en sólo dos pasos, y, si la respuesta es positiva, cambie de clave. Aquí, sin embargo, el aumento de la velocidad será mínimo, pues el ancho de banda que acapare el vecino pirata será mínimo debido a la lejanía.

6. Si va a consumir vídeos o juegos online, distribuya (con ayuda) su ancho de banda

Las videollamadas, los juegos online o las plataformas como Netflix, que desde el 20 de octubre ya está disponible en España, acaparan el ancho de banda (cantidad de consumo de información o datos que nos permite una conexión).

Si estamos con uno de estos servicios y además tenemos varios dispositivos conectados (esto, por sí solo, ya puede ralentizar la velocidad de conexión en un 80%, según TLife), es probable que el asunto vaya lento. Por fortuna, existe una herramienta llamada QoS con la que, según PC Actual, “el router distribuye el ancho de banda disponible (el que proporciona el operador) en función del escenario de uso y de manera automática”. Baraje otra opción más asequible: moderar su consumo.

7. Seleccione el mejor canal por el que circularán los datos

Julien Herzen, un estudiante de doctorado de la Escuela Politécnica de Lausana, en Suiza, ha descubierto cómo escoger la mejor banda a través de un algoritmo que aumentaría hasta siete veces la velocidad. Este algoritmo, que ya está patentado, elige la ruta más óptima por la que irán los datos de Internet. Estos circulan por 13 canales y el router los dirige por alguno de ellos. Según su estudio, el 25% de los routers usa los mismos canales.

De momento, el algoritmo de Herzen no se ha implementado en ningún equipo, pero existen otras herramientas para buscar canales que no estén saturados.

Javier Pérez Rey, director de la revista Interactiva y articulista de la web TecnoXplora, aconseja programas como InSSIDER (PC) o Explorer (Mac): “Los routers Wi-Fi se conectan en dos frecuencias (2,4 Ghz y 5 Ghz). Solemos usar la primera (de 11 canales), pero la segunda tiene 40. Si una red ocupa muchos canales, se puede cambiar en la página de configuración del router”.

8. Compre repetidores (o fabrique el suyo propio)

Cuando la conexión falla o va muy lenta mientras la señal permanece estática o parpadea rápidamente, puede que dos ondas parecidas se estén anulando. Es lo que se llama «punto negro inalámbrico», formado por una onda estacionaria. Para salir a esos lugares oscuros, conviene comprar extensores o duplicadores de señal inalámbricos (como enchufes), pensados, especialmente, para evitarlos en casas grandes o de varias plantas, donde es más habitual que sucedan. La configuración de estos repetidores es muy sencilla.

Roberto Adeva, de Cinco Días, explica en este artículo cómo se puede reutilizar un viejo router para convertirlo en repetidor.

La última opción

Si llegados a este punto no ha logrado acelerar su conexión, no queda otra que obrar a lo Enjuto Mojamuto: apague y encienda el router. O, al modo de los valientes, llame a su operadora (ISP) y pida una solución. 

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[LE}– ‘Para más inri’, en minúscula y sin comillas

06/10/2015

El sustantivo inri, que aparece en las expresiones coloquiales para más inri y para mayor inri, no precisa de ningún resalte tipográfico ni de la presencia de mayúsculas.

No es raro, sin embargo, que en los medios de comunicación se encuentren frases como

  • «Para más Inri, había apostados fotógrafos en las inmediaciones antes de la intervención»,
  • «Para más I.N.R.I., las elecciones coinciden con el puente de la Mercé» o
  • «Para más “inri”, el Málaga afronta el partido de hoy con la ausencia de Nordin Amrabat».

De acuerdo con el Diccionario Académico, la palabra inri es el ‘acrónimo de Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum (Jesús de Nazaret, rey de los judíos), rótulo latino de carácter irónico que Pilatos grabó en la santa cruz’.

Según la Nueva Gramática de la Lengua Española, las locuciones adverbiales para más inri y para mayor inri se han lexicalizado en España en el habla coloquial. Consecuentemente, el término inri se ha convertido en un nombre común que forma parte de construcciones asentadas y no requiere mayúsculas ni resalte alguno.

Además, estas expresiones pueden sustituirse por alternativas ofrecidas por el Diccionario Académico y los principales diccionarios de uso, como para mayor escarnio, por si fuera poco, para remate o para colmo.

Así pues, en los casos anteriores habría sido preferible redactar

  • «Para más inri, había apostados fotógrafos en las inmediaciones antes de la intervención»,
  • «Para colmo, las elecciones coinciden con el puente de la Mercé» y
  • «Por si fuera poco, el Málaga afronta el partido de hoy con la ausencia de Nordin Amrabat».

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[*Opino}– ‘La tiranía de la imagen’ y ‘Ver sin mirar’ (2 en 1)

21-10-2015

Carlos M. Padrón

Los dos artículos que copio abajo tratan de los mismo: de esa moderna variante de la estupidez humana —tan asombrosa para Einstein—, que consiste en tomar fotos a granel, tomarlas compulsivamente, y, en los más de los casos, distribuirlas a todos los miembros de un grupo de WhatsApp, o colgarlas en Facebook asumiendo, en un claro rasgo de narcisismo, que interesarán a todo el que las vea.

En fin, algo de lo que ya hablé en el post «Las fotos antiguas, tesoros; las de hoy, epidemia«.

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18 OCT 2015

Javier Sampedro

La tiranía de la imagen

La semana pasada subí al Teide por primera vez, y tuve la suerte del novato. Lo que había dejado allí abajo como un cielo nublado era desde aquí un borbotón de nubes con todos los matices de la luz, una marea como un catálogo de formas compilado por la bruja artista, y entre las estribaciones de aquella cordillera blanca pude ver las otras tres islas occidentales, sacando la cabeza para respirar un aire anóxico más cercano a la Luna que a la vida diaria.

Mi primera reacción, como parece natural, fue echarme la mano a la cartuchera y sacar el celular para fotografiar aquel espectáculo majestuoso. De pronto, sin embargo, algo detuvo mi mano.

¿Se han fijado en la publicidad del iPhone6? No vende megas ni decibelios: vende píxeles, como si el aparato no fuera un teléfono que hace fotos, sino una cámara que hace llamadas. El publicista hizo bien, pues toda persona es un fotógrafo en nuestros días. Desde la invención de la fotografía siempre ha habido unos cuantos fotógrafos muy buenos, pero es sabido que no hay venenos sino dosis.

La facilidad con que la tecnología actual nos permite disparar ha generado una pesadilla irritante de imágenes anodinas y sopor que casi nos hace añorar a los cuñados y sus sesiones de diapositivas al volver de la playa. Una sobredosis que aburre y no dice nada, que nos reduce a todos al grado cero de las artes plásticas.

Los cuñados, loado sea Dios, están de capa caída:

  • La mayoría de la gente (55%) prefiere ya compartir fotos en formato digital en vez de ponérselas en diapositiva a los invitados de la fiesta.
  • Más allá de Facebook hay redes dedicadas exclusivamente a enseñar fotografías, como Flickr y la rabiosamente moderna Instagram
  • El 35% de los usuarios de smartphones hacen una foto de los artículos que van a comprar y se la manda a los amigos para pedir consejo antes de comprarlos
  • El 63% utilizan sólo el formato digital para las fotos.

Ni siquiera hay ya que preocuparse de disparar en el mejor momento: la nueva minicámara Narrative Clip lo hace por ti tomando una foto cada medio minuto. Según los datos de Digital Marketing Stats, la web para guardar y compartir fotos Instagram tiene 400 millones de usuarios activos al mes, incluyendo al 28% de la población estadounidense: está barriendo, sobre todo entre los menores de 35, y es sólo el último grito de este tipo de webs fotográficas, después de Flickr, PhotoBucket y Picasa.

En un estudio, los niños recordaban más detalles de los cuadros que observaban que los que fotografiaban.

“El mayor número de selfies tomados en una hora es de 1.449 y fue alcanzado por Patrick Peterson”, informaba hace poco una web asociada de algún modo a los récord Guinness. Hay también premios para imágenes tomadas con el celular, y a algunos los saca la mujer del tiempo en el telediario. Los Homo sapiens hemos caído gradualmente en la fiebre de la instantánea, y sólo nos queda preguntarnos: ¿cuándo empezó todo a ir mal?

Y ahora, ¿qué paró mi mano en el Teide? Bien, aquella puesta de sol asombrosa iba a durar sólo 10 minutos, y, créanme, pensé que sería mejor aprovecharlos mirándola que fotografiándola, grabándola en mi memoria y no en la de mi teléfono. En la semana y pico que ha pasado, no me he arrepentido de ello. La memoria es más traicionera que la fotografía, pero también más dinámica e interesante. Seguro que esto cambiará algún día, pero ese día no ha llegado.

La psicóloga Linda Henkel, de la Universidad de Fairfield en Connecticut, publicó el año pasado una investigación que resulta iluminadora.

A los estudiantes que se presentaron voluntarios —basta ofrecerles unos créditos para que lo hagan por docenas— se les pidió que fotografiaran ciertos cuadros de un museo de artes plásticas, y que se limitaran a observar otros. El resultado se midió al día siguiente: los estudiantes recordaban menos objetos, y menos detalles de cada objeto, entre los que habían fotografiado que entre los que se habían limitado a observar. El mero hecho de tomar una foto de un cuadro parece, por tanto, una buena receta para olvidarse de él.

Enviar una foto, por ejemplo, del Teide a un amigo significa “estoy aquí” con un “te fastidias” implícito.

“Los resultados”, dice Henkel, “destacan que hay diferencias clave entre la memoria de la gente y la memoria de la cámara”.

Curiosamente, este efecto negativo de la fotografía se revierte si, en vez del cuadro entero, lo que se pide fotografiar es algún detalle de él. Esto ya no puede resolverse con el piloto automático —requiere fijarse en la obra y tomar la decisión consciente de cuál de sus partes merece la pena— y el sujeto recuerda el objeto igual de bien que si sólo lo hubiera observado.

No hay, pues, ningún efecto maligno de la cámara sobre el cerebro de quien la usa: es sustituir el cerebro por la máquina, delegar en ella el registro de las experiencias, lo que estropea las cosas, como parece lógico, si se mira bien.

Estos fenómenos de interferencia con la memoria no son tan específicos de la fotografía como se podría suponer, ni en el fondo tan nuevos. Hace 30 años, cuando yo era un estudiante de doctorado, una parte regular del trabajo era ir a la biblioteca a buscar las últimas publicaciones científicas que tocaran tu tema.

Pero la mayoría no íbamos allí a leer, sino a fotocopiar los artículos. De alguna manera, el mero hecho de tener una copia en tu mesa venía a eximirte de la penalidad de leerlo. Los científicos de hoy ya no tienen que ir a la biblioteca, porque los papers llegan directamente a su computador. Pero, dejando aparte el cambio de la fotocopia por la impresora, sospecho que siguen haciendo lo mismo.

El experimento puede recordar, siquiera vagamente, a una realidad cotidiana: el aluvión de mensajes de correo y de WhatsApp que nos sepultan un minuto tras otro bajo estratos de ingenio ajeno y actividad aparente, hasta casi no dejarnos hacer otra cosa en todo el día.

De forma análoga a las fotos, tampoco es que estos mensajes sean un problema en sí mismos —al menos no necesariamente—, sino que nos impiden concentrarnos en una lectura sostenida, o sustituyen la reflexión profunda por un chisporroteo superficial de ocurrencias no solicitadas. La atención es una sustancia demasiado valiosa para desperdigarla de esa forma sin ganar nada a cambio.

Pero con la fotografía ocurre algo peculiar, algo que no tienen las lecturas pendientes. La gente, sobre todo el público joven, la utiliza no ya como registro gráfico, o como sustituto de la memoria —que también— sino como un lenguaje de comunicación. La foto del Teide (esa que yo no hice) significa “estoy aquí”, con un “te fastidias” implícito, y el primer plano del chuletón es un “te fastidias” explícito, redondo, que no se lo salta un poeta. Y es verdad que hay cosas que se dicen más pronto con una imagen que con un mensaje, sobre todo si el corrector automático tiene uno de esos días didácticos.

Éste es un cuento del que es difícil extraer una moraleja, pero intentemos cocinar una. ¿Hacemos demasiadas fotos? No: pensamos demasiado poco.

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18 OCT 2015

Maite Rico

Ver sin mirar

Un impresionante ejército de esqueletos recibe animoso a los visitantes. Iñaki y Daniela entran expectantes en la hermosa Galería de Paleontología, una de las joyas del Museo de Historia Natural de París. El sobrecogimiento dura unos segundos. De inmediato desenfunda cada uno su cámara y comienza el safari fotográfico.

Poseída por el espíritu del maestro Ciruela (ése que no sabía escribir y puso escuela), la tía intenta ilustrar a los pequeños sobrinos sobre las maravillas que tienen ante sus ojos: la carcasa portentosa de ese rinoceronte centenario, o la ballena de 20 metros, o el cocodrilo gigante del Mesozoico, con sus terroríficos dientes…

En vano. Como dos pequeños japoneses enloquecidos, Iñaki y Daniela están sumidos en el frenesí de sus cámaras. Clic, los huesecillos de los batracios de las vitrinas; clic, la jirafa; clic, el diplodocus. ¿Pero por qué no los miráis al natural? La pregunta se topa con un destello de reproche en la mirada de sus madres. ¿Qué tiene de malo que hagan fotos?

Nada, supongo; no lo sé. O sí. No aprecian el paso del tiempo en la textura de los huesos. Ni escuchan bramar al tiranosaurio, ni hablan entre ellos.

Claro que tampoco la tía puede dar muchas lecciones. Su teléfono inteligente tiene la memoria al borde del colapso por la cantidad de fotos que acumula; buena parte de ellas, por cierto, de ese par de criaturas que han sido víctimas desde la cuna de la fiebre fotográfica de sus parientes.

Las imágenes desbordan el celular e invaden computadores y memorias portátiles. La pretensión de cribarlas y ordenarlas choca con la falta de tiempo. No estorban, pero no las ves.

En cambio, las fotos de hasta, digamos, el cambio de milenio, están clasificadas con primor. Ocupan espacio, pero… nada tan evocador como revivir secuencias que amarillean, o visitar a los simpáticos ancestros que pueblan en blanco y negro los álbumes familiares. Se acabó el rito del revelado (“¿brillo o mate?”), la espera impaciente, la sorpresa por una imagen inesperada o la decepción por otra borrosa, los comentarios jocosos mientras las fotos pasan de mano en mano… Ahora compartes algunas por WhatsApp, o las cuelgas en esas redes sociales que cuentan vidas sometidas al Photoshop.

Nostalgias de viejo, sin duda, pero engorros contemporáneos. Recorrer museos, yacimientos o zoológicos implica abrirse paso entre pelmazos que fotografían hasta los carteles explicativos —por si algún día, aburridos, se les ocurre enterarse de qué estaban visitando—, o arriesgarse a que te saquen un ojo con un palo de selfie, metáfora de una actitud ante la vida: la de mirarse ensimismados, en lugar de mirar a lo que nos rodea.

No sólo Rajoy vive en el plasma, también esa niña de 11 años a la que su padre ha subido a sus hombros para que observe mejor los fuegos artificiales en Eurodisney… a través de la pantalla de la tableta, en lugar de dejar que la oscuridad la envuelva y que los colores estallen en su rostro.

Es el signo de los tiempos: menos hablar, menos mirar, menos oler, menos sentir, menos recrear. Es lo que toca en este mundo cada vez más trepidante.

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[LE}– ‘Tres mil personas’, no ‘tres miles de personas’

NotaCMP.- No deja de asombrarme el grado de ignorancia que acerca de su herramienta de trabajo, que es el idioma escrito, tienen los bípedos que comenten errores como el señalado en el asunto y en lo que sigue, y sobre la irresponsabilidad de quienes permiten que sean publicados.

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21/10/2015

Cuando se expresan cantidades concretas, se usa el adjetivo numeral mil («Tres mil personas se manifestaron delante del Ayuntamiento») y no el sustantivo miles («Tres miles de personas se manifestaron delante del Ayuntamiento»), que sí es adecuado en expresiones como muchos miles o varios miles.

Sin embargo, en ocasiones se pueden encontrar en los medios frases como 

  • «Un negocio lucrativo que deja anualmente ganancias por nueve miles de millones de dólares» o
  • «Medio centenar de ciudadanos faltaron y menospreciaron a diez miles de aficionados y espectadores».

De acuerdo con la Gramática, mil funciona como adjetivo cuando forma parte de un numeral complejo y, en tal caso, es invariable y se escribe separado del resto de los numerales que lo acompañan («tres mil presos», no «tresmil presos»).

Además, va seguido de un nombre no precedido de la preposición de, a diferencia del sustantivo equivalente millar (plural millares), que sí exige esta preposición («tres millares de presos» o «tres mil presos», no «tres miles de presos»).

Por tanto, en los ejemplos anteriores lo recomendable correcto habría sido escribir

  • «Un negocio lucrativo que deja anualmente ganancias por nueve mil millones de dólares» y 
  • «Medio centenar de ciudadanos faltaron y menospreciaron a diez millares de aficionados y espectadores».

Asimismo, se recuerda que mil puede ser un sustantivo masculino, cuyo plural es miles, por lo que el artículo que lo precede ha de concordar con él: los miles de personas, no las miles de personas.

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[Hum}– Razones por las cuales es maravilloso ser hombre

1.- Las conversaciones telefónicas duran 30 segundos.

2.- En las películas, los desnudos son casi siempre femeninos.

3.- Las vacaciones de 5 días requieren sólo una maleta.

4.- Fútbol los fines de semana.

5.- No tienes que monitorear la vida sexual de tus amigos.

6.- Las colas al baño son 80% menores.

7.- A los viejos amigos no les importa si has subido o bajado de peso.

8.- En las peluquerías no te roban.

9.- Mientras haces zapping no tienes que parar cada vez que ves a alguien llorando.

10.- Tu culo no es un factor importante en entrevistas de trabajo.

11.- Todos tus orgasmos son reales.

12.- Una panza de cerveza no te hace invisible al otro sexo.

13.- No tienes que llevarte a todos lados una cartera llena de mariqueras.

14.- No tienes que sujetarte la falda cada vez que subes una escalera en un lugar público.

15.- Puedes ir al baño sin ir en grupo.

16.- Tu apellido se queda.

17.- Puedes dejar si hacer la cama de un hotel.

18.- Cuando tu trabajo es criticado, no tienes que pensar en que todos secretamente te odian.

19.- Te dan más crédito por el menor acto de inteligencia.

20.- Nunca tienes que limpiar el inodoro.

Puedes estar bañado, cambiado y listo en 10 minutos.

23.- En el sexo nunca tienes que preocuparte por tu reputación.

24.- Los planes de la boda se arreglan solos.

25.- Si alguien se olvida de invitarte a algún lado, todavía puede ser tu amigo/a.

26.- Tu ropa interior cuesta 10€ el paquete de tres unidades.

27.- Ninguno de tus colegas de trabajo tiene la capacidad de hacerte llorar.

28.- No tienes que afeitarte del cuello para abajo.

29.- Si tienes 34 y eres soltero, a nadie le importa.

30.- Corresponden más de 9.5 mujeres por hombre en el planeta.

32.- Tú voz es más fuerte que la de ellas, así es que siempre ganas las peleas.

33.- Puedes ir a la playa 31 días al mes sin preocupaciones.

34.- Con lo que ahorras en maquillaje puedes comprar cerveza.

35.- Las várices y la celulitis vienen después de los 50 años.

36.- No sufres viendo novelas.

39.- No lloras por mariqueras.

40.- Las toallas sanitarias no están en tu vocabulario.

41.- Los perfumes vienen en frascos más grandes.

42.- Te sientes orgulloso cuando las mujeres te dicen «Cerdo machista».

44.- Envejecemos más lentamente.

45.- Si tu hembra no quiere, Manuela nunca pelea.

46.- Puedes mandar a callar a tu mujer y a tu suegra durante un juego de pelota.

47.- Puedes escupir mientras practicas cualquier deporte sin ser llamado «Cerdo cochino».

49.- Siempre puedes contar con una «amiguita» en tu agenda secreta de teléfonos.

50.- El 70% del mercado y la publicidad están diseñados para hombres.

51.- Puedes decir todas las groserías que te dé la puta gana sin sentir vergüenza.

54.- No tienes que preocuparte por el cáncer de seno.

55.- Todo lo que tienes en la cara se queda del mismo color.

56.- Puedes ser presidente.

57.- Puedes disfrutar silenciosamente de un paseo en carro.

58.- Las flores lo arreglan todo.

59.- Nunca tienes que preocuparte de los sentimientos de otra persona.

60.- Piensas en el sexo el 90% del tiempo desde que te despiertas.

61.- Puedes llevar una camiseta blanca a un lugar con mucha agua donde salpique.

62.- Tres pares de zapatos son más que suficientes.

63.- Puedes decir cualquier cosa sin preocuparte por lo que piense la gente.

64.- Luis Miguel, Tom Cruise y los demás no existen en tu universo.

66.- Te puedes quitar la camiseta cuando hace calor.

67.- No tienes que limpiar tu apartamento cada vez que entra alguien.

68.- Los mecánicos no te mienten.

69.- Sabes cosas sobre coches y tanques.

70.- Te importa un carajo si alguien se da cuenta o no de tu nuevo corte de pelo.

71.- Puedes ver televisión con un amigo durante horas, y callados ambos sin pensar «Debe estar enfadado conmigo».

72.- Un sólo estado de ánimo todo el tiempo.

73.- Puedes admirar a Clint Eastwood sin matarte de hambre tratando de parecerte a él.

74.- No tienes que ir a otra estación de servicio porque «Ésta está muy sucia».

75.- Sabes por lo menos 20 formas de abrir una cerveza.

76.- Por el mismo trabajo, más sueldo.

77.- Pelo gris y arrugas, se quedan.

78.- Vestido de Bodas: 200€; Traje alquilado: 25€.

79.- No te importa si alguien habla a tus espaldas.

80.- Siempre hay algún partido en la televisión.

81.- No sacas pedacitos de los postres de otros.

82.- El control remoto es sólo tuyo.

83.- La gente nunca echa miraditas a tu pecho cuando le hablas.

84.- Puedes pasar a visitar a un amigo sin tener que llevarle un regalo.

85.- Puedes comprar condones sin que el de la tienda te imagine desnudo.

86.- Si no llamas a un amigo cuando le dijiste que lo ibas a llamar, no le vas a decir a tus amigos que has cambiado.

87.- Algún día puedes llegar a ser un «viejo verde».

88.- Puedes racionalizar cualquier cosa con la frase «¡Y A LA MIERDA!»

89.- Si alguien aparece en una fiesta con tu mismo jersey, puedes llegar a hacerte amigo suyo.

90.- Los zapatos nuevos no le hacen nada a tus pies.

94.- Las películas porno están diseñadas para ti.

95.- No tienes que recordar fechas de cumpleaños ni aniversarios.

96.- La mayoría de los personajes importantes en la historia de la Humanidad han sido hombres.

98.- Tú siempre decides con quién quieres bailar en las fiestas.

99.- Con 400 millones de espermatozoides por tiro, podrías, al menos en teoría, doblar la población de la Tierra.

100.- Ya que fuimos creados primero, se puede decir que somos la excelencia máxima de la perfección. Por ello, ¡hay que sentirse orgulloso de haber nacido HOMBRE!