Una mujer cuarentona decidió hacerse cirugía facial, o sea, un face lift.
Teniendo una cuenta bancaria mayor que su ego, consultó con varios cirujanos plásticos antes de escoger el mejor que su dinero podía pagar, y éste le aseguró que, con su nueva técnica, podía darle por muchos años una apariencia joven.
Después de la operación, el cirujano le dijo que tras cada una de sus orejas le había puesto un tornillo con el cual ella podría refrescar su look a medida que pasara el tiempo
La mujer vivió contenta con esto por varios años, pero un día notó que bajo sus ojos había unas incipientes bolsas. Hecha una furia irrumpió en el consultorio del cirujano y a bocajarro le preguntó por qué habían aparecido bajo sus ojos esas odiosas bolsas. El cirujano contestó:
—Señora, no son bolsas, son sus pechos. Y si usted no para de dar vuelta a los tornillos, pronto tendrá barba
