23-09-2015
Carlos M. Padrón
Antes de pasar a comentar el contenido del artículo que copio abajo, debo destacar una observación de mi cosecha.
Eso de llamar zumo a lo que es jugo, me cae sólo un poco menos mal que lo de llamar ordenador a lo que es un computador. Al igual que por este medio he preguntado por qué en España no dicen ambiente ordenacional o superordenación, sino ambiente computacional y supercomputación, pregunto ahora: ¿alguien ha escuchado decir naranjas zumosas? Aunque la palabra está en el DRAE, llegado el caso se dice jugosas.
Y ahora sí voy con lo de la vitamina C.
Hace unos 30 años comencé a contraer un resfriado cada vez que me exponía a un cambio fuerte de ambiente caluroso a ambiente frío, y por eso, y a medida que esa para mí alergia empeoraba, comencé a andar con chaqueta todo el tiempo, aunque hiciera calor.
Creo que no fueron menos de 10 los médicos, algunos especialistas, a los que consulté al respecto, pero ninguno me dio solución satisfactoria. Uno —aunque parezca increíble— me dijo que consultara con un homeópata, cosa que yo había ya hecho, sin resultado positivo, en 1990, pero que, ante este consejo autorizado, repetí en 2013, con iguales resultados.
Salvo un caso muy claro en que el resfriado me comenzó inmediatamente después de haber sufrido yo un disgusto porque, estando en El Paso, se rompió el disco duro externo donde yo había llevado todos los archivos para usar en la computadora, los episodios de resfriado comenzaban por cosquilleos en la nariz y picor en la garganta, y lo único que me funcionó para detenerlos y que no llegaran al resfriado fue tomar una pastilla de Talzic (un antialérgico) o de AirBorne (un complejo vitamínico); a veces, y dependiendo de lo fuerte de los síntomas, tomaba yo ambos. Y desde hace años llevo siempre conmigo Talzic, por si acaso.
Era casi irritante que cuando yo recurría a esos remedios y luego seguía en lo mío, aproximadamente una hora después reparaba, asombrado, en que los síntomas habían desaparecido como por arte de magia.
A comienzos del pasado año 2014 descubrí que a veces despertaba yo ya resfriado, y que esos síntomas se presentaban siempre cuando me sentaba el sofá que en casa usamos para ponernos a ver TV.
¿Había algo en común entre esos episodios?
Después de mucho analizar concluí que podría ser la diferencia de temperatura entre pecho y espalda, pues cuando yo despertaba resfriado notaba que la temperatura estaba más baja de lo común, y cuando me sentaba en el sofá, poco a poco mi espalda iba calentándose mientras que, con el aire que entraba por la ventaba, mi pecho iba enfriándose.
Probé a poner una tabla entre mi espalda y el sofá, y los síntomas no se presentaron más. Pero, ¿cómo detenerlos mientras yo dormía?
En enero de este año 2015, por e-mail expuse el caso al Dr. José Antonio Rodríguez, médico paisano mío que reside en España. Luego de varios mensajes, me dijo que seguramente mi sistema inmune no estaba bien; que tomara cada día 1.000 mg de vitamina C, y que, a meses alternos, tomara, durante los 10 primeros días de cada uno de ellos, 50.000 unidades de vitamina A, pero no más.
Como yo apenas había salido de uno de esos resfriados que me había dado a finales de diciembre de 2014, a finales de enero de 2015 comencé con los 1.000 mg de vitamina C, y el 1° de febrero comencé a tomar, cada día y hasta el día 10, las 50.000 unidades de vitamina A (que repetí en abril, junio, y agosto).
Pocos días después dejé de usar la tabla entre mi espalda y el sofá, y casi no se presentaron los síntomas que antes sí aparecían, aunque no desaparecieron del todo. Ante esto, opté por subir a 1.500 mg la dosis de vitamina C y, para mi muy grata sorpresa, esos síntomas no se presentaron más.
La mejora ha sido hasta el punto de que en el viaje del pasado agosto a Canarias pude andar en la calle en mangas de camisa sin que nada me pasara, algo que hacía años que no podía hacer sin arriesgarme al resfriado. También me ha ayudado el ducharme con agua a temperatura ambiente, cosa que hago cada mañana apenas dejar la cama.
Según el artículo de abajo, la vitamina C no ayuda en nada contra el resfriado, pero ese mismo artículo dice que el consumo de vitamina C «tiene un indiscutible efecto desestresante, ya que actúa sobre la respuesta de la glándula adrenal al estrés, reduciendo los niveles sanguíneos de cortisol, la hormona que fabricamos en situaciones de emergencia y que, producida de forma crónica, puede anular nuestras defensas y exponernos a todo tipo de enfermedades».
Pues bien, el estrés ha sido para mí una constante desde poco menos de hace 30 años, y en 2004 arreció hasta el punto de que mis médicos me pusieron bajo tratamiento para reducir sus perniciosos efectos. Y el disgusto por la rotura del disco duro simplemente me disparó el estrés, bajó mis defensas y, de golpe, apareció el resfriado.
En conclusión, y al menos en mi caso, tal vez la vitamina C no me ayude a combatir el resfriado si ya lo tengo, pero sí me ayuda a evitarlo. Es más, he batido un récord: el último resfriado que me dio fue, como dije, a finales de diciembre de 2014, o sea, que hace NUEVE (9) meses que no he vuelto a padecer algo que en el pasado llegó a afectarme hasta dos veces al mes.
Aunque ya di personalmente las gracias al Dr. José Antonio Rodríguez, se las doy de nuevo por este medio, y espero que lo que él me recomendó sirva de ayuda a alguien.
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22 SEP 2015
Elena Sanz
Para qué sirve realmente la vitamina C (y para qué no)
Si se pregunta si bebiendo zumos1 de naranja o tomando suplementos de vitamina C podría evitar coger un resfriado o contraer la gripe este invierno, la respuesta es rotundamente que no.
Que este falso mito esté tan extendido se lo debemos al doble Premio Nobel de Química y de la Paz Linus Pauling, que en los años 70 del pasado siglo publicó un libro titulado «La vitamina C» y el resfriado común, en el que defendía que unas altas dosis de esta sustancia, concretamente 3.000 miligramos al día —50 veces la actual cantidad diaria recomendada (CDR)— evitaban la bronquitis, la alergia, la fiebre, la neumonía y los resfriados.
Sin embargo, los 29 estudios científicos que se han realizado desde entonces hasta hoy tratando de confirmar estas propiedades de la vitamina C han llegado a la conclusión de que esta molécula no le hace ni cosquillas ni al virus del resfriado ni al de la gripe. Es decir, ni acorta la duración de las infecciones del tracto respiratorio superior ni reduce sus síntomas.
Sólo se ha encontrado una excepción: a los corredores de maratones y los esquiadores, sometidos a un ejercicio físico intenso durante un período breve, beber un vaso de zumo1 de naranja (200 mililitros) les supone disminuir hasta un 50% el riesgo de constiparse, tal y como concluía una revisión de estudios sobre la vitamina C publicada recientemente en la revista The Cochrane Library. En el resto de la población, tomar vitamina C para reducir los resfriados no tiene ningún sentido.
No obstante, y a pesar de su ineficacia como anticatarral, la vitamina C se puede considerar saludable por otros motivos.
Samuel Campbell, biólogo de la Universidad de Alabama (EEUU), ha comprobado que su consumo tiene un indiscutible efecto desestresante, ya que actúa sobre la respuesta de la glándula adrenal al estrés, reduciendo los niveles sanguíneos de cortisol, la hormona que fabricamos en situaciones de emergencia y que, producida de forma crónica, puede anular nuestras defensas y exponernos a todo tipo de enfermedades.
A la vista de sus hallazgos, Campbell postula que nuestros ancestros tenían una dieta tropical rica en frutas que les aportaba una dosis muy alta de vitamina C. Y defiende que «la constitución fisiológica que hemos heredado podría hacer que, para mantenernos sanos en un entorno cambiante y estresante, necesitemos dosis de vitamina C mucho más elevadas de las que figuran en las cantidades diarias recomendadas (CDR)», que legisla cada país basándose en recomendaciones generales de la FAO y la OMS. En el caso de la vitamina C, en España la dosis diaria recomendada actualmente es de 80 miligramos.
Otra idea errónea que circula acerca de la vitamina C es que la naranja es la fruta más rica en este micronutriente. Pero lo cierto es que, mientras que una pieza de este cítrico aporta 69 miligramos de vitamina C, un solo tazón de fresas contiene 84,7 miligramos, una pieza de mango aporta 122,3 miligramos, media taza de pimientos chile 107,8 miligramos, y un pimiento rojo en torno a 190 miligramos.
Si usted es hipertenso, el consumo de vitamina C también puede beneficiarle. Científicos del Instituto Linus Pauling, de la Universidad Estatal de Oregón, han demostrado que un suplemento diario de 500 miligramos de vitamina C reduce la presión arterial en pacientes hipertensos. Concretamente, en los ensayos se redujo la presión diastólica y sistólica —mínima y máxima— en un 9%.
«Esto aporta un modo relativamente sencillo de mantener la presión arterial de estos pacientes en niveles adecuados sin los altos costos ni los posibles efectos secundarios negativos de la mayoría de fármacos», explica el investigador Baiz Frei, que publicaba sus conclusiones en American Journal of Nutrition.
La vitamina C parece ser, asimismo, un buen aliado en la lucha contra el cáncer. El oncólogo Chi Dang, de la Universidad Johns Hopkins, demostró hace unos años que, por su efecto antioxidante, esta molécula bloquea la proteína HIF-1, que es la que permite que, cuando falta oxígeno, las células cancerígenas puedan seguir usándolo convirtiendo el azúcar en energía. En otras palabras, «el consumo de esta molécula detiene los tumores, los deja sin fuerzas e impide que crezcan», tal y como explicaba Chang en la revista especializada Cancer Cell.
Lo que también ha confirmado la Ciencia es que la vitamina C es beneficiosa para la piel. En concreto, un estudio reciente de la Universidad de Leicester demostró que contribuye a la curación de las heridas en la piel, y evita que el ADN de las células de ella se dañe, por ejemplo cuando se exponen a demasiada radiación ultravioleta procedente del sol.
«La vitamina C favorece la cicatrización estimulando a los fibroblastos para que se dividan y acudan al área dañada, además de aumentar su capacidad de reparar mutaciones en el material genético», especifica Tiago Diarte, coautor del trabajo.
A esto se le suma que ingerir un suplemento diario de vitamina C resulta tan beneficioso para el sistema cardiovascular como practicar deporte asiduamente, de acuerdo con un nuevo estudio de la Universidad de Colorado (EEUU). Según los autores de la investigación, los vasos sanguíneos de las personas obesas tienen una elevada actividad de la endotelina 1 (ET-1), una proteína que hace que las venas y arterias se contraigan más y respondan peor a la demanda de sangre, lo que aumenta el riesgo de sufrir infartos e ictus.
Desde hace tiempo se sabe que el ejercicio físico rutinario reduce la actividad vasoconstrictora de la ET-1, pero, incluso si los pacientes se resisten a abandonar su vida sedentaria, hay una alternativa igual de eficaz, que consiste en ingerir 500 miligramos de vitamina C cada día. Dicho en otros términos, una buena carrera protege el corazón tanto como beber un litro diario de zumo* de naranja.
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