El rabino tenía 12 hijos y necesitaba salir de la casa en donde vivía y alquilar otra mayor, pero no conseguía nada por causa de la cantidad de hijos que tenía.
Cuando decía que tenía 12 hijos, nadie le quería alquilar una casa ya que se imaginaban que la destruirían, y lo peor era que no podía decir que no tenía hijos. No podía mentir, pues los rabinos no pueden mentir. Estaba desesperado porque el plazo para mudarse se estaba agotando.
Entonces tuvo una idea: pidió a su mujer que fuera a pasear al cementerio con 11 de los hijos, y con el hijo 12 se fue él a ver otras casas, hasta que le gustó una.
El propietario le preguntó cuántos hijos tenía, y el rabino respondió que tenía 12 hijos.
—¿Y dónde están los otros? —fue la inmediata pregunta.
Con cara de circunstancia, el rabino respondió:
—Están en el cementerio, junto con su madre.
Y fue así como consiguió que le alquilaran la casa, sin tener necesidad de mentir.
Cortesía de Esteban Zajía
