[LE}– ‘Uno a otro’ o ‘el uno al otro’, mejor que ‘uno al otro’

22/04/2015

Cuando se establece una correlación entre las voces uno y otro para expresar una acción recíproca, las dos van con artículo (el uno al otro, el uno con el otro…) o las dos sin él (uno a otro, uno con otro…).

En las noticias, se pueden encontrar con cierta frecuencia frases en las que sólo aparece el segundo artículo, con omisión del primero: «Los tronos se fueron acercando uno al otro para alzarse al cielo»,

  • «Las canciones están de alguna manera entrelazadas unas con las otras» o
  • «Los helicópteros volaban cerca uno del otro y a baja altura».

Tal como explica la Gramática Académica, los dos grupos que forman estas construcciones recíprocas guardan coherencia en la lengua culta, de modo que, o bien ambos llevan artículo o bien ambos prescinden de él: el uno al otro y uno a otro, la una para la otra, y una para otra, los unos con los otros y unos con otros.

En consecuencia, en los ejemplos anteriores habría sido mejor escribir

«Los tronos se fueron acercando el uno al otro para alzarse al cielo»,

«Las canciones están de alguna manera entrelazadas unas con otras» y

«Los helicópteros volaban cerca uno de otro y a baja altura».

Se recuerda que los elementos concuerdan en número y suelen concordar también en masculino incluso si los referentes son de distinto sexo, aunque en este caso se admite la variación de género: el uno a la otra.

Fuente

[Hum}– No todo es siempre malo

Un hombre de negocios debe partir al extranjero por algunos días. Llama entonces a su fiel y apreciada ama de llaves y le explica la situación:

—Mira, Eulogia, salgo al extranjero por unos días. Cuida que todo esté bien por aquí y si hay algún problema me llamas.

—Sí señor, no se preocupe.

Tras algunos días, al no tener noticia alguna, el hombre de negocios llama a su ama de llaves.

—Hola, Eulogia, ¿cómo están las cosas por ahí?

—¡Muy mal!

—¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

—Se ha roto el mango de la pala.

—Pero, ¡por Dios, casi me provocas un infarto! Me dices que todo está muy mal y el único problema es que se ha roto el mango de la pala.

Pero, preso de remordimiento, piensa que su empleada podría sentirse mal, y entonces, en tono más comprensivo, le pregunta:

—¿Cómo se rompió?

—Enterrando al perro.

—¡Quéeeee! Mi perro, al que quiero como a un hijo. ¿Qué le pasó?

— Se cayó en la piscina

—¡Pero era un Terranova, un perro que nada! ¿Cómo ha podido ahogarse?

—No se ahogó, se cayó en la piscina que estaba vacía.

—¿Cómo vacía si la semana pasada la hice limpiar y llenar de agua para el verano?

—Sí, pero el agua la usaron los bomberos para apagar el incendio.

—¿Qué incendio?

—La casa se incendió.

—¡Quéeeee! ¿Qué coño pasó?

—En la capilla ardiente de su señora madre, una vela se cayó y se prendió fuego en las cortinas.

—¿¡Mi madre está muerta!? ¡Pero si el otro día habíamos festejado sus 70 años y estaba como una reina¡

—Sí, pero anteayer de noche su madre no podía dormir y fue a su cuarto a pedirle una píldora a su esposa. La encontró en la cama con el mejor amigo de usted, y se murió de un infarto.

—En fin, o sea que mi mujer me traicionaba con mi mejor amigo. Me ausento de la casa durante cuatro días y mi vida se ha convertido en un infierno. ¿Es que
no hay nada positivo?

—Sí, don Ramón, no todo son malas noticias, ¿se acuerda que la semana pasada se hizo usted una prueba para el SIDA?

—Sí.

—Bueno, eso al menos le ha salido positivo.

Cortesía de Esteban Zajía