[LE}– ‘Altisonante’ no es ‘a gritos’

01/04/2015

El adjetivo altisonante no significa ‘a gritos’, ‘con insultos’ o ‘de forma violenta’.

Pese a ello, en los medios de comunicación es frecuente encontrar frases como

  • «Los dos concursantes se enfrascaron en una discusión altisonante»,
  • «Messi y Luis Enrique intercambiaron palabras altisonantes» o
  • «En el vídeo se ve a un grupo de hombres tomando cerveza y hablando en voz altisonante».

Altisonante es, según la definición del Diccionario Académico, un término que se aplica al lenguaje, al estilo o a lo expresado con ellos, y significa ‘muy sonoro y elevado, especialmente si va acompañado de afectación’, por lo que su sentido se acerca más al de grandilocuente.

Así pues, si en los casos anteriores lo que se pretendía expresar era que las charlas y discusiones referidas se produjeron de forma violenta, con términos injuriosos y ofensivos, o en un tono muy alto, y, por tanto, lo adecuado habría sido escribir 

  • «Los dos concursantes se enfrascaron en una discusión a gritos»,
  • «Messi y Luis Enrique intercambiaron palabras mayores» y
  • «En el vídeo se ve a un grupo de hombres tomando cerveza y hablando a voces».

Fuente

[Hum}– Odio ancestral… y cómo eliminarlo

Don Abraham, el judío, abre un flamante restaurante y le coloca en la ventana un gran letrero que dice: «PROHIBIDA LA ENTRADA A ÁRABES».

A los pocos días, uno de los meseros llega muy asustado y le dice a Don Abraham:

—¡Don Abraham, Don Abraham! Acaba de llegar un árabe, y quiere que le preparen un sándwich. ¿Qué hacemos?

Don Abraham, no queriendo escándalos en su restaurante recién inaugurado, le dice:

—Sírvele su sándwich, ¡pero cóbraselo al doble! Así entenderá que no debe venir aquí.

El mesero así lo hace, y el árabe paga sin chistar.

A los pocos días, llega el mesero otra vez a Don Abraham:

—¡Allí está otra vez ese árabe, y ahora quiere comida completa! ¿Le servimos?

—Sírvele lo que pide, ¡pero ahora cóbrale el triple!, para que ya no vuelva.

Así lo hace el mesero, y un rato después está de regreso con Don Abraham. Éste le pregunta:

—¿Qué pasó? ¿El árabe no quiso pagar?

—Sí, pagó, ¡pero quiere hacer una reserva para mañana por la noche para él y diez amigos más!

—Acéptale la reserva y, cuando vengan, ¡cóbrales diez veces más! Así aprenderán de una vez por todas a no venir más aquí.

La siguiente noche llegan los árabes, cenan, pagan el precio sin chistar, y hasta dejan abundante propina.

Al día siguiente, se puede ver en la ventana del restaurante un gran letrero que dice: «PROHIBIDA LA ENTRADA A JUDÍOS«