Una madre y su hijo viajan en el tren. Una señora se sienta delante de los dos y les dice:
—¡Qué niño más feo, por favor, pero qué feo! ¡Yo me voy de aquí!
En el mismo asiento se pone luego un señor:
—Pero qué feo es su hijo, señora, es que no se le puede ver. Me voy a otro asiento.
Después, viene otro con una sandía, se sienta, la corta y empieza a comer.
—Menos mal —piensa la madre—, éste no dice nada de mi hijo, ¡qué buena persona!
Cuando el señor termina de comer la primera raja de sandía, le dice a la señora:
—Señora, ¿el bicho come cáscara?
