09-07-14
Carlos M. Padrón
En el artículo que copio abajo se explica todo muy bien.
Quiero añadir que ni en ese artículo ni en la interminable lista de comentarios explicativos que escuché después en boca de diferentes expertos de este deporte, exjugadores de fútbol los más de ellos, he encontrado siquiera mención al factor psicológico.
Sin embargo, se sabe que los brasileños estaban convencidos de que Brasil era la selección favorita para ganar este Mundial, y tan era así que en las entrevistas que a las puertas del estadio, y antes de este memorable partido del 08 de junio, se hicieron a muchos brasileños, hubo una constante: la pregunta de qué pasaría si Brasil perdía frente a Alemania.
Todos los entrevistados reaccionaron tajantemente ante esa pregunta, negando de plano que pudiera existir tal posibilidad. Unos dijeron que Brasil ganaría 1-0, otros que 2-1, etc., pero ninguno consideró siquiera la posibilidad de que Brasil pudiera perder. A esto llamo fanatismo y triunfalismo, algo que, por lo visto, también compartían los jugadores de Brasil ya que, entre otras cosas, su selección había ganado a la alemana en el único partido que habían jugado antes.
¿Qué cabe esperar que le ocurra a un triunfalista convencido de que es Goliat cuando a las primeras de cambio David le gana por 2 a cero? Pues que su ánimo se viene abajo.
¿Qué cabe esperar que le ocurra a un triunfalista convencido de que es Goliat cuando David lo apabulla dando una demostración del fútbol que Goliat jugó muy bien por años, que fue su divisa, y que ahora no tiene? Pues que se viene abajo.
Y en cuanto el equipo se viene abajo, igual puede encajar 3 goles que 12; depende del interés que ponga el contrario. En este caso, creo que Alemania no metió más goles porque quiso reservar energías para la final del domingo 13 de junio.
Como dijo Jorge Valdano, el fútbol es un asunto de estado de ánimo, y este partido le da la razón, pues el triunfalismo es un estado de ánimo, y el derrotismo, el sentimiento de inferioridad, la impotencia y la vergüenza lo son también.
Como algunos comentaristas han señalado, un resultado tan abultado no puede explicarse ni por mal arbitraje ni por la ausencia de Neymar y Thiago. Alemania jugó mucho mejor y aplastó a un Brasil cuyo triunfalismo le hizo perder el ánimo a partir del segundo gol que Alemania le metió, o tal vez a partir del primero, pues no sólo cuentan los goles sino la forma que fueron logrados: bailando, o burlando, al contrario.
Cabe esperar que, a partir de ahora, en el fútbol se tenga más en cuenta el factor psicológico.
Y repito que este Mundial no para de darme satisfacciones, además de sorpresas, agradables unas (como el buen juego de las slecciones de Costa Rica, Chile, y Colombia) y desagradables otras (como los desastrosos arbitrajes).
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09/07/2014
Enrique Yunta
Alemania destroza la historia de Brasil
Los germanos humillan a los anfitriones en la mayor goleada en una semifinal del Mundial (1-7), un partido para siempre.
El fútbol no recuerda semejante repaso. Destrozadas las ilusiones de un país que se creyó mucho más de lo que era, y que hoy se rebela desde la vergüenza que invade a su gente.
Brasil, que se atribuyó de por vida el concepto de juego bonito a partir de sus virtuosos futbolistas sin que ahora tenga ni una cosa ni otra, se presentó con el peso de las cinco estrellas que exhibe en el corazón, y sufrió una humillación histórica por parte de Alemania (1-7), más dolorosa incluso que el Maracanazo de 1950 porque esto lo ha visto todo el planeta y porque fueron siete disparos en el alma.
En el Mineirao de Belo Horizonte, Alemania puso patas arribas el Mundial con un partido para siempre, descomunal goleada que nadie podía imaginar, un golpe irreparable que supone un antes y un después en el país del fútbol.
Brasil llora sin consuelo mientras se agita el pueblo, al que le quedaba la ilusión de la pelota y que ahora se siente traicionado por ella. Una hecatombe de magnitudes desproporcionadas que, de seguro, tendrá consecuencias a todos los niveles. Es Brasil, rey del fútbol aniquilado en una sofocante tarde de julio por una Alemania soberbia.
Nunca una goleada fue tan difícil de explicar, porque nunca ha pasado algo tan brutal. En media hora, Alemania llevaba cinco tantos y sonrojó a una caricatura de equipo que perdió antes que empezara a rodar el balón, tan sobreexcitado ese grupo que no hay psicóloga o conjura que valga. Se recordó a Neymar en el himno, y ese fue el único momento de sonrisa y comunión. Brasil maldice el instante en el que comenzó el partido más triste de su vida.
Klose supera a Ronaldo
De ahí en adelante, fue un recital alemán pese al efervescente arranque del conjunto de Scolari, cuya carrera ha quedado marcada después de un puñado de bravuconadas que ahora le dejan en evidencia.
A su equipo aún le quedaba la adrenalina del cántico a capela hasta que llegó el primer tortazo, un gol que sirve para explicar la desconexión en bloque de Brasil: centró Kross un saque de esquina, y Muller, solísimo, remató —tan a placer que no se lo podía creer—, el primero de tantos, preludio de algo único. Fue algo tremendo.
Del 23 al 29 llegó la tormenta. En esos seis minutos de esquizofrenia, Alemania abusó de Brasil en un ejercicio de fútbol memorable. Klose
estiró su cuenta hasta las 16 dianas en los Mundiales
(uno más que Ronaldo), Kroos se consagró como el hombre de este torneo con su doblete, e incluso Khedira, que en su selección sí tiene gol y muchísimas más cosas, se sumó a la fiesta después de una jugada maravillosa, tan bonita como las otras. Brasil cero, Alemania cinco. Ver para creer.
Brasil se cayó con todo, y no encuentra excusas que le valgan ni le consuelen. Se le cruzó la tarde en Belo Horizonte, y fue un juguete en manos de un rival que hizo lo que quiso, un equipo del que siempre se hablará pase lo que pase en la final. Alemania, más allá de futbolistas, estilos y espíritus, tiene algo fundamental y que cualquier país envidia: nadie compite igual en una competición como ésta, aspirante al cuarto título en la octava final que disputará. Le espera Maracaná y se merece el aplauso de todos por su obra de arte.
El mayor castigo para Brasil fue seguir en el campo, abochornados los jugadores en una segunda parte que se les hizo eterna. Brasil quiso dignificar su nombre y esa camiseta tan prestigiosa, pero el daño ya era incurable. Tuvo alguna ocasión que Neuer desactivó para decir que también estuvo en ese 8 de julio de 2014, y en realidad Brasil suplicaba por que no fueran más de cinco.
Llegaron el sexto y el séptimo, los dos con la firma de Schurrle, y sólo quedaba esperar dónde iba a terminar el baile. En el vigésimo Mundial, globalizado el fútbol y cada día más equilibradas las fuerzas, Alemania logró la mayor goleada de una semifinal pese al postrero tanto de Oscar. Y, para colmo, fue en Brasil, pisoteada su leyenda en una cita más trágica que la del Maracanazo. Es algo inolvidable, el partido de la Historia.
Ficha del partido
- Brasil: Julio César; Maicon, Dante, David Luiz, Marcelo; Luiz Gustavo, Fernandinho (Paulinho, m. 46); Oscar, Hulk (Ramires, m. 70), Bernard; y Fred (Wilian, m. 70)
- Alemania: Neuer; Lahm, Boateng, Hummels (Mertesacker, m. 46), Höwedes; Schweinsteiger, Khedria (Draxler, m. 76), Kroos; Ozil, Klose (Schurrle, m. 57) y Muller.
- Árbitro: Marco Rodríguez (México). Amonestó a Dante.
- Goles: 0-1, m. 10: Muller; 0-2, m. 23: Klose; 0-3, m. 24: Kroos. 0-4, m. 25: Kroos; 0-5, m. 29: Khedira; 0-6, m. 68: Schurrle; 0-7, m. 78: Schurrle; 1-7, m. 90: Oscar.

DEBO RECORDARLES QUE HA HABIDO JUEGOS DE GRANDES GOLEADAS, COMO EL DE HUNGRÍA, 8 – ALEMANIA. 3, EN EL MUNDIAL DEL 1954, Y ESTO SIN MENCIONAR OTROS.
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Marcelo, el lateral, pasó a jugar de distribudor en el medio campo: es que no había uno que fuera capaz de hacer de Gerson, de Rivelino, de Sócrates, por no decir del tristemente celebre Fred en el puesto de Ronaldo.
¡Qué tristeza dio ver esto!
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Javier, a mí no me dio tristeza ninguna. Al contrario, lo disfruté mucho; no tanto como el partido inicial del Mundial, pero sí mucho.
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