[*Otros}– Centros médico-quirúrgicos en el Valle de Aridane (La Palma)

22-06-14

Oswaldo Izquierdo Dorta

Con veintisiete años de re­traso, el Valle de Aridane, en La Palma, ha recupe­rado la cobertura sanitaria que tuvo entre 1941 y 1985.

Con la apertura de un nuevo centro médico-quirúrgico se devuelve a la comarca oeste de La Palma la posi­bilidad de atender con inmediatez y garantía cualquier tipo de urgencia quirúrgica o de otra índole, con todas las ventajas de un centro dotado de las técnicas más recientes.

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Fachada del edificio que alberga el nuevo centro médico-quirúrgico Clínica Brismedical

En 1941, ¡hace 73 años!, este amplio y privilegiado territorio, que com­prende seis municipios (El Paso, Los Llanos, Tazacorte, Tijarafe, Punta­gorda y Garafía), contaba con un centro secundario de sanidad, un hos­pital de aislamiento y una clínica pri­vada, Nuestra Señora de los Reme­dios, que disponía de varias camas, un quirófano, un solvente médico in­ternista y un experimentado cirujano.

Esta situación, que supuso un salto adelante en cercanía y eficacia, me­joró, veinte años más tarde, con la creación de otro centro privado, la residencia Sanatorial Valle de Aridane, más conocida como la clínica de Los Dos Pinos, dotada también de camas, un quirófano y un competente equipo médico.

Desgraciadamente, desaparecieron las dos primeras instituciones, así co­mo el bello y referencial edificio que las albergaba, y las dos clínicas se vie­ron obligadas a cerrar porque no cu­brían gastos.

Luego, sin restar importancia a la labor, siempre positiva, del centro de salud (1984), que pertenece al Servi­cio Canario, y de la policlínica privada Sermeva (Servicios Médicos Valle de Aridane, 1994), hemos padecido un prolongado vacío. Se repetía la his­toria: otra vez, en los casos urgentes había que tomar una ambulancia y, rogando que el enfermo no falleciera durante el trayecto, desplazarse a toda prisa hasta el Hospital General, que, aunque viene realizando una exce­lente labor, a veces, queda muy dis­tante, y más aún los centros de Tene­rife, a los que muchos enfermos son enviados, con el consiguiente tras­torno y gastos para los familiares que los acompañan.

Estas carencias hospitalarias se han hecho más visibles durante ese último cuarto de siglo, porque el progresivo envejecimiento de la población requiere atenciones médicas frecuen­tes e inmediatas, y el turismo, único motor capaz de mover la economía de la isla, exige seguridad sanitaria. Es­tos dos motivos han evidenciado la necesidad de una clínica quirúrgica completa, moderna y de calidad.

El nuevo centro medico-quirúr­gico está preparado y dispuesto para rellenar ese vacío. Ha logrado ponerse en marcha, después de salvar, a lo lar­go de siete años, múltiples trabas ad­ministrativas, desde la licencia de construcción, obtenida en 2005, hasta su apertura, en diciembre del 2012.

El edificio que alberga este centro, situado en la Montaña de Tenisca, de 2.880 metros cuadrados distribuidos en siete plantas monográficas, las

ins­talaciones y el instrumental, tanto de diagnostico como de cirugía, son del máximo nivel, y las distintas especia­lidades las cubren profesionales de reconocido prestigio.

Este centro, igual que los anterio­res, ha suscrito conciertos con la Segu­ridad Social tiene disponibilidad de cobertura con la mayoría de las ase­guradoras del mercado, lo que de­muestra la necesidad de un centro de estas características en La Palma.

Nos preocupa el futuro de este excelente y necesario centro médico por cinco motivos fundamentales: la de­cadente situación económica; la re­gresiva evolución demográfica; el envejecimiento de la población; lo po­co preparada que está la isla para potenciar el turismo; y la historia de las dos clínicas anteriores.

La caída, ya histórica, del plátano y de la construcción, y el descenso del número de visitantes, dentro del contexto de la crisis general, han lle­vado la economía insular a la U.V.I. Para salir de esta grave situación es necesario incrementar el turismo, presente y futuro de La Palma; pero si querernos despegar en esa activi­dad debemos engrasar uno de sus mo­tores fundamentales: el servicio hos­pitalario inmediato y de alto nivel. Tema que inquieta, y cuya mejora de­mandan los hoteleros de la Isla.

La Palma dispone de suficientes argumentos naturales para incentivar y atraer visitantes (clima, gastrono­mía, parajes, senderos, playas,…), pe­ro no es suficiente con eso. Porque, como ha dicho el doctor Brito Pérez, exjefe del Servicio de Cirugía Car­diovascular Infantil en el Hospital Ramón y Cajal: «El turista necesita saber, antes de viajar, si tiene cober­tura fiable para una enfermedad crónica y para una ­ emergencia, por eso el turismo se desarrolló

en el Puerto de la Cruz, sur de Las Palmas y Lanzarote, entre otros lugares, al amparo de las clínicas privadas (1).

La cercanía de médicos de prestigio o, mejor aún, de centros completos de salud, proporciona tranquilidad. En otro tiempo, los vecinos de Tazacorte se sentían protegidos porque contaban con la proximidad de Manuel Morales. Lo mismo podríamos decir de El Paso, con Juan Fernández, o de Los Llanos, con la clínica de José Sobaco, por poner sólo tres ejemplos.

Pero, por otra parte, conviene tener presente que los centros sanitarios privados que han existido y existen en la zona nunca han sido rentables, y lo serán menos en el futuro, al hilo de las preocupaciones expuestas. Un centro de salud genera una amplia y permanente relación de gastos, que van desde la inversión en el edificio, las instalaciones y apara­tos, hasta el mantenimiento, conser­vación y renovación de los mismos, pasando por sueldos y seguros de es­pecialistas, cirujanos, anestesistas, enfermeros, administrativos, más los diarios e ineludibles de funcionamien­to: limpieza, agua, luz y material sani­tario.

A la vista de esa relación de gastos que conlleva la existencia de un cen­tro medico-quirúrgico, llegamos a la conclusión de que el indiscutible be­neficio que aporta para todos los habi­tantes de esta parte de la Isla no garan­tiza su mantenimiento si no cuenta con el suficiente apoyo institucional, como ya ocurrió en el pasado con otros centros similares. La historia puede repetirse; los errores, no.

Hasta 1941, existieron las siguien­tes establecimientos sanitarios, todos en Santa Cruz de La Palma: el Hospi­tal de Nuestra Señora de los Dolores, desde 1914; la clínica privada Martínez de la Barreda, en el primer tercio del pasado siglo; y la clínica privada del doctor Camacho, creada en 1936.

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Edificio actual de la antigua clínica nuestra Señora de los Remedios

Dada la constitución trian­gular de La Palma, que marca tres zonas perfectamente definidas y difícilmente comunicadas durante siglos (este, norte y oeste), el tras­lado de los enfermos a la capital ha supuesto siempre un elevado riesgo añadido, como bien explica el doctor Martín Gregorio: «Las urgen­cias quirúrgicas, que a veces llegaban de barrios extremos de Garafía, a por lo menos seis horas de camino de Los Lla­nos, tenían que seguir su cal­vario a través de una ca­rretera de cincuenta o más kilómetros, entonces en muy mal estado. La consecuencia de todo ello era el agrava­miento —incluso la muerte— del estado de enfermos urgentes con graves traumatismos y hemorragias, con supuraciones abdo­minales agudas, con perforaciones gástricas o intestinales, con partos dis­tócidos, y con otros procesos de carácter urgentísimo». (2)

Ante esta situación, José González Sobaco, que había sido jefe de ciru­gía del ejército del coronel Galán, y José Martín Gregorio, reputado médico internista, recién destinados ambos a Los Llanos de Aridane, ponen en mar­cha, en septiembre de 1941, una clí­nica con seis camas y el instrumen­tal necesario (3).

Al principio, la labor de anestesista la realizaba el practi­cante Eduardo Acosta; posteriormen­te, el doctor Luis Espina Zunzunegui, que regentaba la plaza de Tijarafe. También trabajaron como practican­tes los hermanos Octavio y Miguel Bethencourt González, y José Cama­cho Camacho.

El doctor Sobaco —»el Rubio», como era conocido popularmente—, fue un cirujano polivalente; un profesional de servicio permanente y eficaz, de fuerte carácter y de gran humanidad. Se cuenta, como muestra de su inge­nio, que, al no poder disponer de una lámpara adecuada para facilitar la pre­cisión que requiere la cirugía, se in­ventó una que logró construir en el taller mecánico de los Cutillas, con la ayuda de Roberto, otra figura refe­rencial de la época.

El reconocimiento a la labor pro­fesional de José Martín Gregorio —»el médico del sombrero verde», como era conocido— es una asignatura que tienen pendiente los regidores del Valle de Aridane.

El centro sanitario, denominado Nuestra Señora de los Remedios, ubicado en la calle Fernández Taño, que salvó la vida de muchas personas y recompuso la salud de muchas más, se mantuvo, bajo la dirección del doc­tor Sobaco, hasta 1962. En esa fecha, este competente cirujano, sobrado de experiencia, de iniciativa y de recursos, atendiendo a una convocatoria de la Organización Mundial de la Salud, decidió trasladarse a la República Democrática del Congo, donde perma­neció cinco años realizando una en­comiable labor. A su regreso, ejerció en Tenerife, donde falleció en el año 1976. (4).

Como consecuencia de la marcha del doctor Sobaco, la clínica fue ad­quirida por Adelto Hernández Sosa, cirujano y traumatólogo de recono­cido prestigio, jefe del Servicio de Traumatología del Hospital Nuestra Señora de las Nieves, Hijo Predilecto de la localidad, Encomienda de la Or­den Civil de Sanidad, deportista y per­sona próxima y entrañable que, desde mitad de la década de los cincuenta, ya trabajaba en esa clínica.

Bajo su dirección, ésta continuó la impagable labor social que se venía realizando, mejoraron las ins­talaciones y se potenció el equipo qui­rúrgico con la incorporación de otro ilustre paisano suyo, Gregorio Acosta Pulido, médico, que cuenta con más de cincuenta años de entrega profe­sional, dentro y fuera del municipio; especialista en dos vertientes, diges­tivo, y anestesia y reanimación, con las que ha colaborado a salvar muchas vi­das; anestesista, simultáneamente, de la clínica de Los Remedios, Los Dos Pinos, el Hospital de Dolores y la Segu­ridad Social, durante veinte años fue el único de la Isla, disponible día y no­che; altamente valorado por sus com­pañeros de profesión; con el agrade­cimiento de aquéllos a los que nos trató y atendió en delicadas operacio­nes, y del que estimamos que reúne méritos suficientes para ser conside­rado hijo predilecto de Los Llanos de Aridane.

Es evidente que el prestigio de los ciudadanos engrandece a sus muni­cipios, y que el reconocimiento de ese valor hace justos a los gobernantes; pero también es evidente que estas distinciones hay que celebrarlas en vida de quienes las han ganado, para que éstos puedan disfrutarlas, y no des­pués de su fallecimiento, ya que en­tonces el recuerdo se contagia de tris­teza y añoranza, y el homenaje que, por esencia, tenía que ser festivo, se convierte en un acto gris de desagravio a los familiares.

En la clínica de Los Remedios durante los 44 años de su existencia se realizaron centenares de intervenciones de la más diversa índole, y en ella operaron también cirujanos como Trueba, Morera Bravo, Concepción, y Vega Monroy. Su longevidad fue posible por el empeño de sus directores y por las ayudas que recibieron; y su mantenimiento se hizo imposible cuando faltaron esos apoyos.

Hasta la fecha, hemos podido detectar la colaboración de distintas entidades en cuatro ocasiones: la primera se estableció el 24 de abril de 1959 mediante un contrato anual prorrogable, por el que el Ayuntamiento de la localidad se comprometía a abonar tres mil pesetas anuales a cambio de «asistencia médica y primera cura de los heridos los heridos en accidentes y casos de urgencia. . . » (5); la segunda se realizó por medio de un convenio anual suscrito con el Cabildo Insular en septiembre de 1979, por el que este organismo se obligaba al pago de cinco millones de pesetas por la «prestación de servicios de urgencias médicas y quirúrgicas» (6); la tercera la confirma el doctor Toledo Trujillo: «Tuvo tal importancia, que logró du­rante algunos años un convenio con la Seguridad Social..?» (7); y la cuarta aconteció con motivo de la creación, en marzo de 1984, de un patronato para la gestión y explotación de la clínica Nuestra Señora de los Remedios, formado por el Cabildo y los Ayunta­mientos de Los Llanos, Tazacorte, El Paso, Tijarafe, Puntagorda y Garafía, en el que se comprometían a perma­necer al menos un año a partir de la firma del convenio con el Insalud.

Para atender los gastos de la clínica contaban con los ingresos del Insalud, los posibles convenios con el Cabildo y los citados Ayuntamientos, la acti­vidad del propio centro, subvencio­nes de las administraciones públicas, activos y otros. En caso de déficit, lo asumirían los componentes del patronato en la siguiente proporción: 50% el Cabildo, 28% Los Llanos, 16% Taza­corte y El Paso, y el 6% Tija­rafe, Puntagorda y Garafia (8).

En el año 1985, «suspen­dido el convenio con la Segu­ridad Social y agravadas las circunstancias que planteaba su sostenimiento (…) al no poder superar éstas, fue cerrada» (9), quedándose los vecinos huérfanos de la única clínica privada que quedaba; del centro que durante casi nueve lustros había aten­dido con eficacia y sin inte­rrupción los servicios de urgencia, cirugía y otros que requería la zona.

Las colaboraciones expuestas anteriormente, en especial la creación del patro­nato, demuestran que hubo conciencia oficial de la importancia de la clínica y de sus difi­cultades económicas; el cierre, demuestra que al final no se hizo lo suficiente para man­tenerla.

De nada sirvieron las palabras de alarma del doctor Martín Gregorio al enterarse de que la clínica se hallaba en peligro de desaparición: «Sería un lamentable error que esto llegara a su­ceder. Porque esta clínica, hoy muy mejorada merced a la actividad del doctor Hernández Sosa, hace falta pa­ra que la vida de cerca de 40.000 seres humanos tenga la salvaguardia de un buen servicio operatorio ( … ). Espe­ramos que las autoridades todas, sa­nitarias y no sanitarias, no consien­tan en modo alguno que una zona quede sin la cirugía que a ella supie­ron llevar hace ocho lustros dos hu­mildes médicos» (10).

Según el doctor Brito Pérez, des­pués de cerrada, un exalcalde, León Manuel Acosta Nazco, proponía, en una entrevista radiofónica, su recu­peración, por considerar que la clínica de Los Remedios era «un bien irre­nunciable para todo el Valle» (11).

El 17-01-1961, los doctores Pedro Hernández Torres y Jesús Monllor Olcina, y el empresario Clemente Gon­zalvo Capote solicitaron, en el

Ayuntamiento de El Paso permiso para obras de ampliación en la vivienda de la finca Villa Carballo, ubicada en Los Dos Pinos, propiedad del citado em­presario, según el proyecto confec­cionado por el arquitecto Rubens Henríquez (12).

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Inmueble en el estuvo ubicada la Residencia Sanatorial Valle de Aridane

El edificio, de dos plantas, previsto para albergar la Residencia Sanatorial Valle de Aridane, más conocida como la Clínica de Los Dos Pinos, dispon­dría, en la primera planta, de los si­guientes servicios: salas de espera, de reuniones y de lectura, cocina, des­pensa, comedor, despachos de médi­cos, y dormitorios del personal auxi­liar. Y en la segunda: sala de espera, quirófano, sala de partos, cuarto de curas, sala de instrumental y auto­clave, lavabos de señoras y de caba­lleros, y trece dormitorios con cuar­tos de aseo en su mayoría.

El equipo médico estuvo formado por los doctores Pedro Hernández Torres, Jesús Monlior Olcina, y Grego­rio Acosta Pulido, y el practicante José Camacho Camacho. El doctor Hernán­dez Torres, natural de Fuencaliente, era especialista en ginecología y obs­tetricia, y en neurología y psiquiatría; su dedicación profesional ha sido re­conocida con el nombramiento de Hijo Adoptivo de Los Llanos de Ari­dane. El doctor Monlior Olcina, ali­cantino, que regentaba la plaza de mé­dico forense, ejercía como urólogo y competente cirujano.

En esta clínica, se realizaron diver­sas y numerosas operaciones quirúr­gicas, en muchas de la cuales parti­ciparon especialistas que lo venían haciendo en la capital de la Isla, entre ellos, Ariza, Gil Betés, y Morera Bravo.

Después de trece años de una in­tensa, sacrificada y poco remunerada labor sanitaria, los citados doctores y el empresario, ante las dificultades que planteaba el ruinoso manteni­miento de esta clínica, «se vieron obligados a cerrarla en 1974, al no conseguir conciertos ni ayudas económicas que pudieran ayudar a mantenerla a flote» (13), pri­vando a la zona de un segundo cen­tro que solventaba de manera inme­diata parte de las urgencias y de la cirugía.

Sobre estos temas se alzó la voz autorizada de un exalcalde, Manuel Pereyra: «La clínica privada Nuestra Señora de los Remedios, que tantos y tantos beneficios prestó y a la que últimamente se ha tratado de forma deplorable por quienes tenían en sus manos el que pudiera haber conti­nuado en funciones».

Pero estos cen­tros, que cubrían en gran parte las necesidades sanitarias de la comarca, más la clínica de Los Dos Pinos, en su totalidad han desaparecido y ahora sólo existe el recientemente creado centro comarcal de la salud que es un simple centro que no puede cubrir ni cubrirá lo que anteriormente lo que anteriormente se conseguía con los citados centros (… ).

La sanidad del Valle de Aridane, y toda su amplia comarca, en lugar de progresar, ha retrocedido escandalosamente en todos los aspectos (14). Si esto decía el señor Pereyra en 1987, ¿qué hubiese dicho hace dos años, antes de entrar en funcionamiento la Clínica Brismedical cuando la situación era la misma que él denunciaba, salvo la presencia del policlínico Sermeva?

Las lecciones irrebatibles que presenta la Historia obligan a los gobernantes a no repetir los errores y a recrear los aciertos. En este caso, de apoyar, de forma suficiente y permanente, al centro médico-quirúrgico como el presente que, sin duda, tendrá escasa o nula rentabilidad y, por tanto, no podrá mantenerse por sí solo, pero que será fundamental para el turismo, e imprescindible para la salud y el sosiego de los habitantes de la zona

Según su director, en la Clínica Brismedical, desde enero de 2012 hasta mayo de 2014, se han hecho 237 cirugías variadas, con resultados totalmente satisfactorios, y han sido atendidos 8.910 enfermos (exploraciones y consultas) por veinticinco especia­listas, «todo ello, sin estar a pleno renimiento» (15).

Estos contundentes datos, además de evidenciar que la clínica es nece­saria, han supuesto comodidad y ahorro económico para los enfer­mos y sus familiares, y un notable ali­vio para la agobiante lista de espera quirúrgica de la sanidad pública, que en el pasado marzo rebasaba los 1.300 enfermos, de los cuales,635 lle­vaban más de seis meses esperando ser operados (16).

La Seguridad Social, que ha sido uno de los mayores logros consegui­dos en este pais, atraviesa momentos difíciles. En el ámbito de nuestra Comunidad, una reciente encuesta, realizada a más de 4.000 ciudadanos por la Organización de Consumidores y Usuarios revela que los isleños sufren «una de las esperas más largas para ser vistos por su medico. Uno de cada diez debe aguardar entre una y dos semanas» (17). Nuestra pregunta es elemental: ¿qué le puede ocurrir a un paciente en el plazo de una o dos semanas si su enfermedad es grave y requiere un tratamiento urgente?

Si en un pasado, vivo aún en la me­moria, se perdieron, por falta de apo­yos, las clínicas de Los Dos Pinos y de Los Remedios y, con ellas, el avance sanitario que habían aportado a todo el Valle, no permitamos que de nuevo se puedan perder la seguridad y la tranquilidad que nos proporciona la cercanía de un centro sanitario com­pleto y puntero.

Pueden servirnos de referente otras islas, como Tenerife, Las Palmas o Lanzarote, que cuentan con varias clínicas privadas; y de que este tipo de empresa está vivo y pujante es prueba el hecho de que una de ellas, Hospitén, continúa en fase de expansión en nuestro país y en el extranjero (18).

Entendemos que la clínica privada es un complemento demostrado a lo largo y ancho de este país como un complemento para el oeste de la Isla; lo que nos lleva a considerar imprescindibles los conciertos con la Seguridad Social a fin de conseguir dos objetivos irrenunciables: movili­zar la estancada lista de espera, y acer­car los servicios sanitarios a los pacientes de media isla.

Al enfermo le es igual que el cen­tro que lo atienda sea público o privado; lo que le importa es que lo curen lo mejor y lo más pronto posi­ble.

Afiancemos el bienestar y la seguridad que nos proporciona esta ins­titución que sólo aspira a mantenerse y dar el mejor y más moderno servi­cio sanitario al Valle de Aridane.

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NOTAS

  1. Brito Pérez, José María. Entrevista en Radio Murión.
  2. Martín Gregorio, José, «Amenaza en Aridane». El Día, 21-03­1978.
  3. Martín Gregorio, José, o. c.
  4. Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane: «Doctor José Gon­zález Sobaco». Folleto biográfico publicado con motivo de la dedicación de una calle, el 02 de julio de 2006.
  5. Archivo municipal de Los Llanos de Aridane.
  6. Archivo municipal de Los Llanos de Aridane.
  7. Toledo Trujillo, Francisco Manuel, y Hernández del L. Muñoz, Historia de la Medicina palmera y sus protagonistas. Centro de la Cultura Popular Canaria, Tenerife, 2001, pág. 264. Libro referencial y de lectura obligada para todos aquéllos que se hallen interesados en el tema.
  8. Archivo municipal de El Paso.
  9. Toledo Trujillo, Francisco Manuel, y Hernández del L. Muñoz. La Medicina social en la isla de La Palma en el siglo pasado. Estudios generales de la Isla de La Palma, N° 2, 2006.
  10. Martin Gregorio, José, o. c.
  11. Brito Peréz, José María. Entrevista personal.
  12. Archivo municipal de El Paso.
  13. Acosta Pulido, Gregorio. Entrevista personal.
  14. Pereyra-Garcia y Felipe, Manuel, «La sanidad en Los Llanos de Aridane», El Día, 14-11-1987. Artículo de prensa.
  15. Brito Ramos, José Miguel. Entrevista personal.
  16. Diario de Avisos, 08-03-2014.
  17. El Día, 27-05-2014, pág. 3.
  18. El Día, 23-05-2014, pág. 6.

Fuente

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Cortesía del Dr. José María Brito Pérez

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