13-10-13
Carlos M. Padrón
Nací, crecí y estudié Bachillerato en El Paso (Canarias), en un medio familiar y local en el que recibía más atención América que España.
Unos tres años después de esos estudios vine a América y descubrí que el valor que a España se le concedía era casi nulo, y que cuando se le llamaba «Madre Patria» era con marcado acento de sarcasmo.
Después de ejercer en IBM por tres años un cargo gerencial que me llevó a trabajar con todos los países de América situados al sur del Río Grande, descubrí que ese sentimiento era más o menos común en los más de ellos, variando sólo a nivel personal, y que a mí me lo revelaban después de saber que yo era Canario, pues. al igual que en Venezuela, para muchos de esos países, españoles y Canarios son gentilicios e idiosincrasias diferentes, que comienzan por la forma de hablar.
Cuando, siempre en IBM, en 1993 fui a trabajar en Europa con base en Madrid, con la misión de buscar en Europa aplicaciones bancarias que pudieran servir a la banca de América Latina, visité varias veces algunos de los países que más desarrollo en informática para Bancos tenían, e IBM de España me pidió que promocionara entre tales países algunas aplicaciones «made in Spain«.
Para mi sorpresa, la respuesta que a esto último recibí de esos países puede resumirse así: «Carlos, ¡por favor!: de España tráenos comida, vino y fútbol, pues Ciencia y España son términos excluyentes».
Para más inri —como se dice en España—, durante los 2.5 años que viví en Madrid me percaté del poco apego que en España se le tiene al trabajo y al esfuerzo que implique la búsqueda de la excelencia. Al respecto, es mucho lo que ya he puesto en este blog, sobre todo cuando he descubierto que varios autores reconocidos, como César Vidal, han declarado lo mismo.
Por todo ello, vayan mis observaciones al artículo que sigue.
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La sequía de premios Nobel no sólo ha afectado a España sino a la mayoría de otros países.
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En un país que tiene hacia el trabajo y hacia la búsqueda de la excelencia —que requiere esfuerzo sostenido en el tiempo— el poco apego que España tiene, no puede darse el ecosistema que se considera requisito para que surja un Nobel en Ciencia.
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Un país así no puede aspirar a atraer talento del resto de Europa.
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Por tanto, no es de extrañar que los cerebros españoles —indudablemente los hay— que cuentan con la materia prima para alcanzar el Nobel se hayan ido de España y estén trabajando en otros países, en especial en EE UU, que sí cuenta con ese ecosistema.
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Entonces, luce razonable, y probable, pensar que si un español recibe un Nobel de Ciencia, sería un español que esté desarrollando su trabajo fuera de España.
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Por algo, Santiago Ramón y Cajal, a quien se menciona dn el artículo que sigue, dijo que «Al carro de la cultura española le falta la rueda de la Ciencia». Tal parece que, después de tantos años, persiste esa carencia.
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13/10/2013
N. Ramírez de Castro
¿Por qué tenemos en España tan pocos premios Nobel en Ciencia?
Semana Nobel, semana de sequía de galardones españoles.
La Academia Nobel anunció la semana pasada los premios que reconocen el trabajo de los científicos por su contribución a la Medicina, la Física y la Química. Y el jurado, un año más, no ha pronunciado ningún nombre español.
Estados Unidos sigue a la cabeza del ranking con 242 premios en Ciencias, seguido a larga distancia por Reino Unido (77) y Alemania (68).
Los investigadores españoles publican más que nunca en revistas científicas de gran impacto, y nunca han tenido tanto reconocimiento internacional como ahora. Pero algo falla si se asume que el premio Nobel es un termómetro válido para medir la salud de la Ciencia de un país.
El primer investigador español honrado por la Academia sueca fue Santiago Ramón y Cajal en 1906. Casi cincuenta años después llegó el reconocimiento a Severo Ochoa, en 1954, y se le concedió por sus trabajos en ADN realizados en Estados Unidos. Desde entonces, ningún científico español ha ascendido al Olimpo de los Nobel.
Hace dos años, cuando Cristina Garmendia era ministra de Ciencia, vaticinó que nuestro país tendría un premio Nobel «a medio plazo». No era sólo un deseo, la ministra reproducía una reflexión de otros Nobel que habían participado en el programa Severo Ochoa, encargado de seleccionar los centros y unidades de excelencia científica en España. Dijeron que teníamos las condiciones y las capacidades para acceder al preciado galardón.
Apuesta sostenida en el tiempo
Emilio Lora-Tamayo, presidente del CSIC, el organismo investigador más importante de España, es hoy menos optimista que Garmendia.
En un momento como el actual, con grandes descubrimientos, ya no basta una idea feliz ni el trabajo en solitario de un solo investigador, como el de Ramón y Cajal.
«Para que haya un descubrimiento de la categoría de un Nobel se necesita un caldo de cultivo propicio durante años para hacer buena Ciencia. Una esfuerzo sostenido en el tiempo, un ecosistema apropiado, buenas estructuras, trabajo en equipo, formación… Todo esto lo habíamos alcanzado con mucho trabajo durante los últimos 30 años. Hoy lo seguimos teniendo, pero se está deteriorando poco a poco, y podemos alcanzar un punto de no retorno»,
aclara Lora-Tamayo.
El liderazgo de Estados Unidos
Su gran tamaño y ese ecosistema más sensible a la Ciencia que se reclama en España es lo que ha convertido a Estados Unidos en el gran triunfador de los Nobel de Ciencia.
Hasta la Segunda Guerra Mundial, Alemania era el país que dominaba el galardón sueco. Hitler provocó el exilio judío, y los nazis hicieron el mayor regalo de talento científico a Estados Unidos, que después han sabido mantener el liderazgo.
«Los estadounidenses sacan partido de su tamaño, pero también tienen una magnífica capacidad para atraer y retener talento. Más de la mitad de sus Nobel pertenecen a investigadores que residen en el país pero no son estadounidenses. Tienen un mercado científico muy competitivo, estratificado por talento, y las mejores condiciones para los investigadores»,
explica Rafael Pardo, director de la Fundación BBVA, una de las organizaciones filantrópicas que más apoyo dan a la Ciencia española.
Faltan recursos y una mejor gestión
Pardo reconoce que hoy la falta de recursos económicos para investigación es «innegable», aunque no es el único problema.
Los enumera:
«Hay que saber gestionar mejor lo que tenemos para atraer talento del resto de Europa a nuestro país, incentivar la competencia entre instituciones, acabar con la endogamia en las universidades, y recompensar con recursos a los mejores».
Y a toda esta batería de consejos añade «más flexibilidad».
«Si no podemos evitar que un investigador superexcelente se vaya a otro país con una oferta mejor ¿por qué no le ofrecemos una colaboración para tenerle al 20 o al 30%?»,
se pregunta.
La Fundación ha creado los Premios Fronteras del Conocimiento, un galardón que se ha convertido en varias ocasiones en la antesala de los Nobel. Investigadores que han sido premiados por la Fundación, años más tarde han recibido el galardón de la Academia sueca. Entre sus premiados españoles está, por ejemplo, el físico Ignacio Cirac, uno de los nombres que más suenan en la lista de futuros Nobel.
¿Qué premia el Nobel?
Podría ser Cirac y otros grandes científicos que han cosechado éxitos. Pero el Nobel es un premio esquivo. No sólo se busca un gran hallazgo sino un descubrimiento original que haya cambiado el paradigma de un área de la Física, la Química o la Ciencia.
La Academia se toma su tiempo, y rara vez lo concede hasta que, a lo largo de los años, se ha podido demostrar que ese hallazgo sigue siendo válido. Tampoco se premia a más de tres investigadores por categoría, aunque sean merecedores otros que también han participado del avance.
En los años 80 los trabajos del biólogo español Antonio García Bellido fueron claves para entender el desarrollo embriológico que pudo haberse traducido en un Nobel, recuerda César Nombela, rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) y jurado de los Príncipe de Asturias.
«¿Por qué no se lo dieron, y lo obtuvieron tres investigadores por un trabajo parecido? Tal vez aquí sí cabe la respuesta que si hay que seleccionar a tres científicos entre cinco o seis, no va a ser el español».
El oncólogo Mariano Barbacid también estuvo en ese selecto grupo de aspirantes cuando trabajaba en Estados Unidos, y logró aislar por primera vez un oncogén, un gen humano mutado implicado en el cáncer de vejiga. «Puede que aún lo consiga», apunta.
En cualquier caso, el rector de la UIMP no descarta que surja algún español en breve con el Nobel, en España, o más bien algún español que esté desarrollando su trabajo fuera de nuestras fronteras. Pero tampoco cree que conseguir un Nobel sea un proyecto nacional.
«Sí lo es asentar nuestra Ciencia, y pone como ejemplo Holanda, un país con muy pocos nobeles y un sistema científico muy sólido».
