[*Opino}– Necesito poco, y lo poco que necesito, lo necesito poco

03-01-13

Carlos M. Padrón

Excelentes reflexiones de alguien que, seguramente pertenece, como yo, a la llamada tercera edad, esa edad bastante malentendida pero que puede ser disfrutada si se acepta y aprovecha lo que expresa Ángeles Caso, con lo cual estoy en total acuerdo.

Sus casi completas listas de ‘rechazo’ y de ‘quiero’, que contienen más de lo esencial, no sólo son dignas de admiración sino de ser aplicadas a la vida de todos los que lleguen a esa edad, y respetada a cabalidad por todos ellos.

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03-01-13

Ángeles Caso

Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas.

O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido, y cada día aprendo de él algo valioso.

O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio.

Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí…

El caso es que tengo la sensación —al menos la sensación— de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.

Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad.

Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera.

Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.

Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos.

Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina, y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.

Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada.

Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales, y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas.

Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo, mientras mi conciencia esté tranquila.

También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar.

Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor, y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí.

Sólo quiero eso; casi nada o todo.

Cortesía de Carmen O’Dogherty

3 comentarios sobre “[*Opino}– Necesito poco, y lo poco que necesito, lo necesito poco

  1. «Necesito poco, y de lo poco que necesito, lo necesito poco», de Santa Rita de Casia.

    Cuando lo leí en una estampita de la santa, me pareció tan verdadero que lo puse en mi biografía en Facebook a finales del año pasado. Totalmente de acuerdo con la Sra. Ángeles.

    Saludos.

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  2. Pienso que tal reflexión es una forma buena de pensar, porque con poco se puede vivir si se ha hecho el bien, se sonríe, y se vive sin hacerle daño a nadie, ni tampoco para subir en la vida, como suele a veces suceder.

    Creo que se vive mejor cuando tenemos algo por qué luchar y no tenerlo todo, y pobre de aquél que, teniéndolo todo, no lo sepa compartir con quien lo necesite, porque ese gesto de ayudar, con poco también se puede realizar.

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  3. En el santoral de hoy, martes, es San Pablo de Tebas, y este post me recordó al encuentro que tuvo con San Antonio en el desierto. Es algo así, de bello. Es cortito:

    «…Tenía Pablo 113 años y llevaba ya 90 en el desierto. Entonces San Antonio, que tenía 90 años y vivía en otro desierto —la región de la Tebaida estaba llena de anacoretas y cenobita— tuvo el deseo de saber si habría algún otro anacoreta que viviese por aquellos agrestes parajes. Se sintió inspirado por Dios y, desafiando las fieras que, según San Jerónimo, le salían al paso, caminó sin parar hasta dar con la cueva de Pablo. Así vencería la tentación de vanagloria al creer que no había en todo el desierto otro más antiguo y santo que él.

    Una escena entrañable tuvo lugar entonces. Se abrazaron con ternura los dos ancianos, se saludaron por sus nombres, y pasaron muchas horas en oración y en santas conversaciones. En esto vieron llegar al cuervo con un pan entero en el pico. Admirado, Pablo dijo: «Alabado sea Dios. Hace 60 años que este cuervo me trae medio pan cada día, pero hoy, Jesucristo, en tu honor, ha doblado la ración. Demos gracias a Dios por su bondad».

    ¡Gracias, Carlos!

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