[Col}– El buque Vasa, de Estocolmo, y cómo fue recuperado / Ricardo Ramírez Gisbert

03-09-12

Ricardo Ramírez Gisbert

El Museo Vasa, en Estocolmo, es el más visitado de toda Escandinavia: recibe una abundante cantidad de visitas que supera el millón de personas por año.

Esta cifra es, desde luego, impresionante, y antes de conocerlo debo reconocer que no me llamó demasiado la atención un museo que albergaba únicamente un buque de guerra del siglo XVII.

clip_image001

Al mismo tiempo pensé que tantas personas juntas no pueden equivocarse, y decidí visitarlo. ¡Qué equivocado estaba! Conocer el museo me puso carne de gallina y me impresionó gratamente. Pero mi mayor interés sobre el buque Vasa se relaciona, no tanto con su historia en sí, sino en cómo fue recuperado.

Breve historia del Vasa

Después de haber zarpado del puerto en su gloriosa inauguración en el año 1628, el buque naufragó de forma casi instantánea en el propio puerto de Estocolmo —ante la mirada incrédula de la muchedumbre que presenciaba aquel gran evento—, sin haber navegado siquiera en mar abierto y sin haber chocado contra ningún elemento, en el mejor estilo del Titanic.

El buque presentaba serios errores de construcción y, al zozobrar, se intentó recuperar sus restos pero, ante la imposible tarea, el buque Vasa permaneció abandonado y dormido por más de 300 años en el puerto de Estocolmo a una escasa profundidad de 32 metros.

clip_image002

Un barco hundido genera mucho interés; representa en sí una cápsula del tiempo, y puede generar muchas preguntas en torno al por qué de su hundimiento y también a la técnica, estilo de vida y costumbres de una época ya enterrada.

clip_image003

Visitar un naufragio de estas características debe ser como realizar una autopsia a un cadáver. 300 años de abandono no responden a una falta de interés en el asunto, todo lo contrario, recuperar un buque de 69 metros de largo requería de una tecnología adecuada, y ésta no llegó hasta mediados del siglo XX.

La asombrosa recuperación

En 1956 fue localizada la posición exacta del buque y, después de una exhaustiva inspección submarina, se estrechó una colaboración, entre la Armada Sueca y la Compañía Naviera Brostroms, para efectuar los trabajos de rescate.

La inspección arrojó resultados esperanzadores al comprobarse que la baja salinidad del Mar Báltico había ayudado a preservar la madera del casco. Para poder levantar la enorme nave se ideó crear una especie de “jaula” de cables de acero, con la difícil y riesgosa tarea de horadar el fango por debajo del casco, con el consecuente peligro de que la estructura del barco pudiera ceder y aplastar a los submarinistas.

clip_image004

Luego de esta acción se precedió a tensar los cables mediante grúas y, poco a poco, en un procedimiento que tuvo 18 etapas, el Vasa salió de las profundidades hasta tierra firme.

Sin embargo, ahora vendría el proceso más delicado y engorroso: comenzar a unir las piezas de un gigantesco rompecabezas. Después de retirar el abundante fango se decidió experimentar con una solución para conservar la madera, que endurecía las células y evitaba que se agrietara. En un ambiente con una humedad y temperatura controlada, se estuvo rociando e impregnando la madera por un tiempo de ¡nada más y nada menos de 18 años! El proceso de impregnación culminó en 1979.

clip_image005

Al tener la madera perfectamente curada y restaurada, se comenzó a armar el buque ante la dura decisión de o bien dejarlo como estaba o a reemplazar y construir las piezas faltantes. Al final se reconstruyeron las piezas necesarias y se armó de la misma forma como fuera armado el día de su estreno.

El enorme esfuerzo se vio recompensado en 1990, cuando finalmente se inauguró el Museo Vasa de Estocolmo. Su recuperación contribuyó a revelar las condiciones de vida en los navíos de la época, y a responder incógnitas sobre un episodio apasionante en la historia de Suecia.

clip_image006

Ahora comprendo por qué es el Museo más visitado de Escandinavia.

Recomendaciones

Su conservación continúa hasta el día de hoy, y el museo hace grandes esfuerzos para conseguirlo.

La iluminación artificial del museo es bastante tenue, y la atmósfera dentro de él es completamente controlada, por eso, si se quiere hacer buenas fotos, recomiendo llevar un trípode.

Para ver más, El arquitecto viajero

Cortesía de Antonio Ramírez