01-12-12
Carlos M. Padrón
Sé que muchos de los que lean esto creerán que es mentira, que nunca existieron normas tan dictatoriales, obsesivas y ridículas.
Pero sé bien que existieron y que a los de mi generación, y a los de varias generaciones anteriores, nos jorobaron la vida.
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Uno se pregunta qué grado de perversión moral —sí, moral, aunque se crea lo contrario— tenían las mentes que se dieron a la tarea de analizar cada detalle que, en su mente inmoral, era pecaminoso.
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Uno se pregunta cómo tuvieron los bríos de recomendar que no se actuare con excesiva rigidez de criterio cuando ellos aplicaron a estas normas toda la que había, y más.
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Uno se pregunta qué rayos era para estos locos lo que llaman «derecho natural», cuando todo lo que dicen va contra natura.
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Uno se pregunta con qué autoridad decidieron que podían vigilar nuestros bailes por medio de los agentes a sus órdenes.
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Uno se pregunta qué clase de creyentes esperan si nadie puede cometer actos que ellos consideran contrarios a la fe o a la Iglesia, como si ambas, fe e Iglesia, fueran creencias innatas e incuestionables desde cualquier punto de vista.
Y uno que, en mayor o menor grado, sufrió todo esto, ya no se pregunta nada sino que maldice a quienes con estas prácticas arruinaron tantas vidas y torcieron tantas conductas.
Está claro que la inmoralidad sólo existe en la mente de inmorales como los que redactaron, aprobaron e impusieron estas normas.
Espero que quienes eso hicieron estén en un lugar en que, con las manos atadas, se les obligue a leer libros eróticos, a ver películas porno, y parejas bailando lambada y teniendo sexo explícito y variado.
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30-11-12
Escándalo público
Durante el régimen de Franco, la estrecha alianza entre Iglesia y Estado animó a los moralistas católicos a regular toda actividad que pudiera despertar las pasiones prohibidas: la exhibición del cuerpo en playas y piscinas, las peligrosas excursiones campestres, los bailes con demasiado contacto físico, y los espectáculos y escritos capaces de despertar la concupiscencia.
Hoy pueden chocarnos las prescripciones que siguen, pero en ellas está el origen de muchos de los sentimientos de vergüenza que aún nos invaden.
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Playas y piscinas
El baño al aire libre en playas o piscinas es altamente higiénico y saludable, pero con pretexto de él se cometen gravísimos escándalos.
Lo ideal sería la separación absoluta de sexos, como se ha establecido ya en algunas playas beneméritas y en muchas piscinas públicas. Pero, como es muy difícil que se generalice esta sana costumbre, he aquí las normas a que han de atenerse las personas de buena conciencia que no quieran cargar con la grave responsabilidad del pecado de escándalo
- No puede tolerarse cualquier traje de baño que, atendidas las circunstancias del ambiente o de la persona que lo lleva, resulte gravemente provocativo para los demás.
- En la playa o fuera de la piscina permanecerán siempre cubiertas con el albornoz. Si quieren tornar baños de sol, deberán alejarse de las personas de sexo contrario, o al menos colocarse o resguardarse de tal forma que quede completamente a salvo la moral cristiana.
- Se extremará el cuidado en las piscinas, más peligrosas de suyo que la playa por su menor extensión, mayor aglomeración de gente, etc. Una persona de buena conciencia no acudirá jamás a una piscina mixta.
- Presentan especiales peligros las excursiones campestres con baño mixto en un estanque o río, pues a los inconvenientes del baño público en general hay que añadir los que provienen de la frivolidad, ligereza y libertad excesiva de un día de excursión. Los padres católicos no permitirán jamás a sus hijas semejantes excursiones mixtas.
Pinturas y estatuas
Se consideran como gravemente obscenas las pinturas o estatuas que representan personas adultas totalmente desnudas o cubiertas tan sólo con un velo transparente, que excita quizá todavía más la sensualidad, o representan escenas, posturas, etc., gravemente provocativas para la mayor parte de la gente.
Son reos de grave escándalo los que las pintan o esculpen, los que las exhiben al público en oficinas, escaparates, jardines, cines, etc., o las venden indistintamente a cualquiera, aunque sea so pretexto de que son obras de arte. En los museos deben colocarse en salas aparte, con acceso restringido a sólo los profesionales o técnicos artistas.
Sin llegar a este extremo de peligrosidad, son también más o menos escandalosas las pinturas y estatuas que, por su desnudez parcial o actitud provocativa, son aptas para excitar las pasiones humanas.
Teatros y espectáculos en general
Los espectáculos, en general, no son malos de suyo, e incluso podrían ser altamente educadores del pueblo, como lo fueron en otros tiempos a través, por ejemplo, de los famosos autos sacramentales de nuestro siglo de oro. Pero, por desgracia, son hoy uno de los principales focos de corrupción de las almas y azuzamiento de las pasiones del pueblo. Resumimos en unos principios fundamentales esta amplísima materia:
Primero
Son gravemente escandalosos los espectáculos en que se representan cosas notablemente obscenas, o en los que aparecen personas medio desnudas, o se dicen cosas altamente provocativas. chistes o coplas indecentes, etc., o se ridiculizan las buenas costumbres, o se preconiza el vicio o la inmoralidad.
Tales son la mayor parte de las llamadas revistas, muchos espectáculos de variedades, las películas u obras teatrales calificadas de gravemente peligrosas por la censura eclesiástica (con el número 4, y con frecuencia con el 3 R), muchas emisiones de radio y televisión y otras cosas semejantes.
Cometen gravísimo pecado de escándalo los compositores de la letra y música, las empresas que los representan en sus salones, los actores que actúan en ellos y los que contribuyen con su dinero y aplauso a sostener esos espectáculos. y pecan gravemente los que asisten a ellos a sabiendas de su inmoralidad o peligrosidad. Si animan a otros a hacer lo mismo, son reos de grave escándalo.
Segundo
En otro aspecto, cometen gravísimo pecado de escándalo el autor, compositor, empresario, actores y colaboradores de una representación en la que se impugna o ridiculiza la religión, o la fe, o las costumbres cristianas. Pecan gravemente los que asistan a ella, aun descontando el peligro propio y toda aprobación de lo irreligioso en cuanto tal.
Tercero
Hay muchos espectáculos (deportes, toros, etc.) que en sí nada tienen de inmoral, pero que, entregándose a ellos con demasiada vehemencia, pueden excitar las pasiones populares, provocar odios y enemistades terribles entre los partidarios de los clubes o equipos rivales, y otros inconvenientes por el estilo.
Cometen pecado de escándalo los que fomentan esos odios o rivalidades, insultan públicamente a los contrarios o faltan gravemente a la debida compostura y educación.
Corolario
.Los autores, compositores, empresarios y artistas católicos que se esfuerzan en moralizar los espectáculos (teatro, cine, televisión, etc.) a base de obras verdaderamente artísticas y educadoras, realizan una obra de altísimo apostolado, cada vez más urgente y necesario en los tiempos actuales.
Es una especie de predicaci6n, con frecuencia muchísimo más eficaz que la de nuestros templos, por su mayor amplitud y por la clase de público sobre el que recae. No cabe duda de que los que trabajan en moralizar los espectáculos con el fin de reconquistar para Cristo, a través de ellos, a las masas alejadas de la Iglesia, son beneméritos de la religión y de la patria, y alcanzarán de Dios una espléndida recompensa.
Bailes
El baile o la danza se ha practicado en todos los pueblos y razas desde la más remota antigüedad, y en muchas de sus formas populares o artísticas nada tiene de inmoral. Sin embargo, tal como suele bailarse hoy resulta en extremo peligroso, y muchas veces un verdadero semillero de pecados y escándalos.
He aquí las normas principales de moralidad en tomo a ellos.
Primera
EN GENERAL deben desaconsejarse los bailes modernos a base de danzar abrazados, por los grandes peligros que encierran, sobre todo para los jóvenes de uno y otro sexo. Pero podrían tolerarse alguna vez si se reunieran las siguientes cuatro condiciones, bastante difíciles en la práctica:
- A) En locales privados y honestos; v.gr., en una casa particular, con motivo de una boda, fiesta familiar, etc., delante de los padres o personas serias y de buenas costumbres. Los bailes públicos (sobre todo en locales cerrados y estrechos) resultan mucho más peligrosos por la índole de los asistentes, la aglomeración, etc.
- B) Con personas decentes, que saben conducirse en todo momento con toda caballerosidad y corrección. Jamás con personas que utilizan el baile como pretexto para el abrazo disfrazado o el contacto sensual.
- C) De manera decente, que exige como programa mínimo la libre circulación del aire entre los dos danzantes y el uso de trajes que nada tengan de escandaloso o provocativo.
- D) Con buena intención, o sea, con la única finalidad de divertirse un rato honestamente.
No negamos que, aunque difíciles, estas condiciones son perfectamente posibles; en cuyo caso, sin aconsejarlos positivamente, no podrían condenarse esos bailes en nombre de la moral cristiana.
Una excesiva rigidez de criterio en este punto hará mucho más daño que provecho; pues serán poquísimos los que renunciarán en absoluto al baile, y cabe el peligro de deformar su conciencia, haciéndoles creer que pecan gravemente, o de alejarles por completo de los sacramentos.
Segunda
CADA PERSONA EN PARTICULAR debe examinar si para ella constituye el baile una ocasión próxima de pecado; en cuyo caso debe renunciar en absoluto a él, y no podría ser absuelto si no estuviera dispuesto a ello. En la práctica se conocerá que constituye ocasión próxima cuando la mayor parte de las veces que baila suele pecar, al menos con el pensamiento o el deseo.
Si el peligro fuera remoto (v.gr., porque nunca, o muy raras veces, suele pecar), podría bailar —guardando las condiciones ya explicadas— con alguna justa causa, como sería, v.gr., por evitar disgustos familiares, encontrar o conservar un buen partido para el matrimonio, o divertirse un rato honestamente.
Pero tome toda clase de precauciones y no olvide nunca que tiene que procurar evitar, por todos los medios a su alcance, no sólo el peligro o pecado propio, sino también el de la propia pareja.
Tercera
LAS AUTORIDADES tienen obligación grave de no permitir que se introduzcan bailes públicos donde no hay costumbre de ellos, o vigilar por medio de los agentes a sus órdenes, o por otras personas responsables, la forma en que se desarrollan los ya existentes que no les sea posible evitar, procediendo sin contemplaciones a la clausura y prohibición de los mismos cuando se produzca alguna extralimitación, porque entonces les obliga y ampara la ley divina y humana.
Libros, revistas y periódicos
En general, se consideran malos o escandalosos los libros, novelas, revistas o periódicos contrarios a la fe y a las buenas costumbres. Su composición, edición, venta, compra, lectura o mera retención están, o pueden estar, prohibidas por derecho natural a causa del peligro próximo de pecar, del escándalo y de la cooperación. En otro lugar hemos expuesto las leyes de la Iglesia con relación a los libros prohibidos.
El peligro próximo de perversión o de pecado está en relación directa:
- A) con el modo de presentar las cosas (con rasgos llenos de colorido y viveza, con fotografías o dibujos provocativos u obscenos, etc.);
- B) con el temperamento más o menos excitable del lector;
- C) con la frecuencia con que se leen, sobre todo cuando se trata de escritos contra la religión o buenas costumbres; y
- D) con otras circunstancias que pueden aumentar o disminuir la peligrosidad.
Teniendo en cuenta estos principios, hay que llegar a las siguientes conclusiones:
- Los escritos contra la fe y buenas costumbres —aunque no se trate de los prohibidos expresamente por la Iglesia— no se pueden editar, vender o prestar sin grave escándalo; ni se puede leer asiduamente sin pecado grave un periódico o revista que suele atacar a la Iglesia o a sus ministros con relativa frecuencia.
- Los libros, revistas o periódicos obscenos no pueden editarse, venderse o prestarse sin grave pecado de escándalo; su lectura está prohibida a todos por derecho natural, sobre todo tratándose de jóvenes, que apenas podrían resistir su nefasta influencia. Dígase lo mismo de muchos de los mal llamados libros o fotografías «de arte», bajo cuyo marchamo se expende con frecuencia la más inmunda mercancía.
- Los libros científicos (v.gr ., de biología, anatomía, obstetricia, etc.) pueden usarlos con recta intención los médicos, practicantes y demás profesionales, pero no pueden ponerse indistintamente en manos del público en general, sobre todo de los jóvenes inexpertos.
Fuente: Taringa
Antonio Royo Marín. Teología Moral para seglares BAC (1961)

Ante esto, que en parte viví, no se me ocurre otra cosa que emular a un vecino y decir: «¡¡Santa Bárbara endita!!».
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No creo que Santa Bárbara ayude mucho a los que fuimos víctimas de esta salvajada, casi equivalente a una ablación. Pero tal vez sirva de desahogo clamar a ella.
Un vecnio de El Paso, menos religioso, habría dicho, al leer esto, «Caballero, ¡30 duros un sombrero!», que era la máxima expresión de asombro e incredulidad que él conocía.
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Bueno, la ‘coda’ en tu introducción estuvo fenomenal, lo de » con las manos atadas, se les obligue a leer libros eróticos, a ver películas porno, y parejas bailando lambada y teniendo sexo explícito y variado». ¡Pero que cruel!
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Sí, claro, el cruel soy yo. Como se nota que no pasaste por eso.
¿Y qué es ‘coda’?
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