[*Opino}– Dios, según Spinoza

27-07-12

Carlos M. Padrón

No sé si es o no de Spinoza lo que muestra este archivo, que recibí por cortesía de Charo Bodega.

Como la validez de su contenido no depende de quien lo haya escrito, lo distribuyo porque, en su casi totalidad, me ha parecido interesante cuando menos como tema de reflexión.

Creo en Dios, pero hace tiempo que me molesta que se lo meta en todo, pues opino que Él tiene cosas mucho más importantes que hacer que ocuparse de nuestras vidas personales, pero nosotros no paramos de usar el «si Dios quiere», el «gracias a Dios», etc., cuando no somos de los que —o tenemos que aguantar a los que— hablan proclamando como verdad que lo hacen en nombre de Dios, que usan la palabra de Dios, que Dios dijo esto o aquello, que ni una hoja se mueve sin el permiso de Dios, etc.

En una base para cuestionar estas actitudes es en lo que reside el valor de lo supuestamente escrito por Spinoza.

Mi Dios tiene delegados; tal vez muchos niveles de ellos, y tal vez el que se ocupe de nosotros es ése al que solemos llamar Ángel de la Guarda. De ser así, es con él con quien debemos tratar, a quien debemos pedir que «tramite» nuestra cuitas.

[*Otros}– La Palma. Las gentes de la "suidad" y los ‘magos’. Un hecho real

29-07-12

Carlos M. Padrón

Mi amigo y paisano, el pasense Juan Antonio Pino Capote, médico de profesión ya retirado, me ha hecho llegar el libro titulado «GENIO Y CARÁCTER. Apuntes para una historia de La Palma» en el que su autor, Manuel Toledo Trujillo, incluye una anécdota de la que Juan Antonio, con el seudónimo de Dr. Nepote, es el protagonista.

A fin de dar al lector una idea del ambiente que propició tal anécdota —algo imprescindible para entenderla—, me permitiré hacer un resumen y reagrupar, refraseando cuando sea el caso, el contenido de los pasajes del libro en los que se describe cómo eran y se comportaban en La Palma, allá por finales de los años ’40s y principios de los ’50s, los naturales de la capital, Santa Cruz de La Palma —llamada generalmente «la ciudad», nombre que los menos educados pronunciaban «la suidad«—, con respecto a los que, como el Dr. Nepote, eran oriundos de los otros pueblos de la isla.

Para sentar los precedentes acerca de esta actitud, entre ridícula y lastimosa, cita el autor lo que acerca de «la ciudad» escribió el gran médico de Tazacorte don Manuel Morales, a quien Toledo —para no dar el verdadero nombre de este médico, como hace en la mención a otras personas citadas en el libro— llama acertadamente «reputado galeno».

20010410= CHP M Morles Tazacorte

(Chepina, mi mujer, frente al busto de don Manuel Morales, en Tazacorte. 10/04/2001)

Don Manuel fue, como bien dice Toledo, una especie de sabio, un médico cuya humanidad daba sentido a su vida, y quien, por su interés antropológico, elaboró teorías sobre la mentalidad del ciudadano de Santa Cruz de La Palma.

Don Manuel comparaba a «la ciudad» con un tubo de ensayo en cuyo fondo se hubieran sedimentado los hechos sucedidos a lo largo de la historia, grandiosa a veces y otrora miserable, lo cual tenía su reflejo, naturalmente, en la actitud de sus habitantes.

Geológicamente el puerto está situado en el fondo de un hemicráter abierto al mar, y ha sido, durante los últimos cinco siglos, el punto de comunicación de la isla con el exterior, recibiendo de primera mano los movimientos culturales y la riqueza importada, o producida en su interior, para convertirse y dar lugar a un pozo de sabiduría que influía en esa ciudad y en la personalidad de sus paisanos que, ricos en bienestar, se sintieron privilegiados y adquirieron un talante de superioridad con el que desafiaban y denostaban a todo individuo ajeno a sus círculos, ritos y modos, prejuzgando en cada extraño un enemigo que irrumpía en su mundo.

En el fondo del tubo de ensayo, de origen volcánico, se iba imponiendo un elitismo curioso: el del ciudadano señor, rico y culto, y el de sus sirvientes, que se sentían partícipes de un bienestar desde el que irrogaban el derecho a criticar a todo extraño.

La ciudad se nutría de los conocimientos, modas y costumbres que le llegaban del mundo del Renacimiento, con el barroco flamenco y portugués, haciendo a su habitante retórico y engolado, y con niveles culturales que le diferenciaban del campesino, quien trabajaba confinado a las fronteras del campo para dar al porteño su nivel de vida.

Pasado, en los siglos XV y XVI, el periodo brillante de su historia, y habiendo caído en la miseria y el abandono de principios del XX, años del hambre, los palmeros conservaron sin embargo su elitismo, orgullo e intolerancia para el foráneo, adoptando una particular inquina contra el campesino que por esos tiempos se había integrado a la capital mejorando sus economías.

La Palma

NotaCMP.- Extremo sur de la calle O’Daly, también llamada Calle Real, ésa que fuera única y que sigue siendo bipolar y de eje norte-sur. Foto tomada de un calendario de 2011.

Aquellos micro límites entre el mar y las paredes de un hemicráter condicionaron un desarrollo civil lineal con una calle prácticamente única, bipolar y de eje norte-sur, en que los enfrentamientos, odios y rencillas se originan en la obligación física de cruzarse y saludarse, a lo largo de aquella vía, cuatro veces al día: de la casa al trabajo, del trabajo a la casa, de vuelta al trabajo vespertino, y otra vez a la casa. ¡Y así durante toda la vida!

Un producto de lo que don Manuel describe fue el creciente uso del término mago. que adquirió connotaciones peyorativas e insultantes en el núcleo capitalino de La Palma donde el trato al campesino llegó a ser denigrante.

La aparición del mago surge tal vez, o se consolida, del proceso de emigración de los campesinos Canarios a varios puntos del Caribe.

Acompañados a veces de su familia, y siempre en busca de una mejor subsistencia, se acomodaban a la tierra de acogida reuniéndose en grupúsculos que se aislaban de las comunidades de otros orígenes como si fuesen pueblos marginales.

Esta acomodación y aislamiento permitieron la aparición de un campesino que, por endogamia, produjo una descendencia de individuos de carácter hostil, solitario y desconfiado, a los que se llamó isleños, término que podría coincidir con la acepción peyorativa del término mago.

Con el regreso de este isleño, bruto e insolente al haberse liberado en América de su ancestral humillación, se introduce en «la ciudad» un nuevo tipo de habitante que cae en un medio hostil que usó el término mago para humillar al campesino enriquecido, recordándole su condición de desclasado y su ascendencia de estirpe impura y bruta.

Por eso, y a partir de entonces, cuando alguno de estos individuos puso de manifiesto su eficiencia económica o intelectual, despertó envidias en las clases más serviles que fijaron el uso del término mago como insulto, adjetivándolo con maléfica especificidad para definir una condición más o menos despreciable: mago fino, mago hediondo, mago cabrón, etc.

En este marco social tan discriminatorio tuvo lugar el hecho protagonizado por el Dr. Nepote —quien, como ya he dicho, no es otro que el Dr. Juan Antonio Pino Capote— allá a comienzos de los años ’50s cuando, como también hice yo, Juan Antonio fue a «la ciudad» a presentar examen de bachillerato en el único instituto de enseñanza media que para entonces había en la isla.

Toledo narra el hecho así, en un relato en el que, como ya he dicho, he reagrupado y refraseado, y hasta también añadido pasajes que no venían en el libro pero que Juan Antonio me ha relatado.

Ocurrió que en la isla triangular de vértice agudo que es La Palma, isla meridional y dividida en dos mitades por una larga cordillera que la recorre de norte a sur, llamaban La Banda a la mitad occidental, para expresar que —con respecto a «la ciudad», que está en la mitad oriental— se trata del «otro lado», del «lado de allá» o de «la banda de allá».

Mi buen amigo Nepote, hoy médico acreditado en los ámbitos de Canarias, hombre culto y agradable donde los haya, me dijo haber sido víctima, durante años, de un oculto y ya cicatrizado resentimiento contra la memoria del Instituto Viejo de Santa Cruz de La Palma.

Nació mi amigo en en El Paso, bellísimo pueblo de La Banda, entrañable para los palmeros porque alberga el Parque Nacional de La Caldera de Taburiente (1).

Al finalizar el cuarto curso de los estudios de bachillerato, los alumnos libres que procedíamos de escuelas privadas, civiles o rurales, estábamos obligados a revalidar nuestros conocimientos en las instituciones oficiales de Enseñanza Media con el fin de proseguir los estudios superiores.

A eso acudió el joven, formal y puntual, vestido según costumbre y precepto —traje dominguero, de corbata, pantalón rodillero sin alcanzar el largo del calcetín ajustado a la pantorrilla, y bien peinado— con un grupo de alumnos rurales de El Paso y de otros pueblos, y otros de escuelas preparatorias de «la ciudad», y de la academia Pérez Galdós, entre los que yo estaba incluido.

Todos juntos esperábamos la llamada a examen «con los nervios en la barriga», según solía decirse, cuando vimos como desde la secretaría, con paso largo y firme venía el bedel con las listas en su mano.

Era un personaje genuino de Santa Cruz de La Palma y, además, diría yo que un «abusador de los más chicos» porque cuando trataba con inferiores se aprovechaba de su superioridad (2). Era una especie de resentido social que no sabía a dónde ni a quién pertenecía, y andaba profiriendo insultos por lo bajo contra todo y todos, como si estuviese enfadado con el mundo. No obstante, con aquéllos que él estimaba superiores se deshacía en reverencias y halagos.

Quizás los niños de «la ciudad» de aquel tiempo debamos excusarnos en cierta medida del pecado de proferir insultos relativos a la ascendencia de nuestros propios amigos, algo que, sin darnos cuenta, infectó nuestra educación escolar en una ciudad que, desde su fundación, prebendaba a los nacidos dentro de sus límites.

Si con el campesino fuimos despreciativos a veces, y otras burlones, debe ser porque captamos algo desde la escuela donde el eres un mago se escuchaba en cada pelea, pero tan vacío de significado como todos los insultos.

—¡Atención!—, gritó el bedel de uniforme raído. —¡Vayan pasando los alumnos de la suidad cuando los nombre!

Así, una vez sentados en el aula los de «la ciudad», oímos como, con talante y gesto casi insultante, y sin apenas mirarlos, se dirigió al grupo rural a voz en grito:

—Y ahora, ¡que pasen los del campo!

Me contaba Nepote que, al escuchar esto, sintió como un tiro en la sien. La cara se le puso muy caliente y roja, y tuvo la sensación de que el suelo huía bajo sus pies al verse apartado, discriminado y ninguneado como las ovejas.

Pero, alterado por la ira, al pasar frente al bedel para, según éste, sentarse en el grupo de los magos, le dijo en voz baja: «¡Tate quieto, SUIDADANO!«, dándole a entender que el burro y mago era él al pronunciar así la palabra «ciudad».

Muchos años después Nepote me juró que jamás había podido olvidar aquel momento ni a aquel hombre que, durante años, lo enfermó de severo rencor, pero, de hecho, por la fuerza y el patetismo de su relato, y la gesticulación al narrarme su historia, me atrevo a deducir que su presunto alivio es de imaginación y que, en realidad, mi amigo Nepote no se ha curado nunca.

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(1) Acerca de la Caldera de Taburiente:

  1. Caldera de Taburiente (El Paso)

  2. Caldera de Taburiente (El Paso)

  3. Caldera de Taburiente (El Paso)

(2) Gracias a este bedel, o a uno como él, supe que mi segundo nombre es Miguel, según conté en el post La ‘M’ de Carlos M. donde hablo de lo tenso e intimidante del ambiente que en esos actos se creaba.

[*IBM}– Del baúl de los recuerdos: 1960s. Reunión en el Hotel Humboldt

26-07-12

Carlos M. Padrón

Foto cortesía de Oscar del Barco, quien no recuerda el año en que fue tomada ni el motivo de la reunión. Si alguien sabe, gracias de antemano por decírmelo.

Como siempre,

1. Si en una foto aparece más de una persona, las mencionaré, asociadas a un número, por filas y de izquierda a derecha en cada fila.

2. Si no sé ni el nombre ni el apellido de alguna de las personas en la foto, pondré un signo ‘?’ después de su número.

3. Si no sé el nombre o no sé el apellido, pondré una ‘X’ en el lugar en que éstos deberían ir.

Mis gracias anticipadas a quien «despeje» las ‘?’, que son muchas.

Foto 1.

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Fila trasera (de pie):  1, Julián Larrea †;  2, Otto Jensen;  3, Francisco Martínez (OP);  4?;  5, José Luis Beltrán †;  6?;  7, George Smith;  8. Alejandro Kulik (DP);  9, Dieter Indorff †;  10?;  11, Alfredo Jané;  12, Guillermo José Aquino (DP) †;  13, Ramón Lander †

Fila delantera (en cuclillas):  1, Oscar Sáiz;  2, José Avendaño;  3, Juan Vicente Guerra;  4, Pedro López Rojas;  5, Simón Meléndez;  6, Ángel Puyuelo

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Foto 2.

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Fila trasera (de pie):  1, Harald Michel;  2, Alfonso Condés;  3, Marcos Martín †;  4, Jaime Trillas †;   5, Rafael Mora;  6, Rogelio Brito †;  7, Mario Stella †;  8, Carlos Azancot;  9, Roberto Viso; 10, Néstor Esnaola †;  11, Rafael Dolande;  12, Humberto Rivadeneira †

Fila delantera (en cuclillas):  1, Jesús Acosta †;  2, Manuel López Beades;  3, Giovanni Bertorelli †;  4, Héctor Orbegoso (técnico DP peruano);  5, Luis Matos (el ajedrecista);  6, George Simon;  7, Leopoldo Hiller

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COMENTARIOS

Leonardo Masina
Por las caras de Otto Jensen y Oscar Sáiz —que fueron clientes míos ya en 1969, y en CNC y CYPECA, respectivamente—, además de Ramón Lander, —que ya era Gerente de Personal cuando me contrataron—, Néstor Esnaola y otras caras que reconozco, pero con unos años más, estoy seguro de lo que dice Carlos.

Que el curso se llamara MARKETING IN THE 70s pero fuera dictado allá por 1965 o poco más, también lo veo poco probable.

CMP
En respuesta a Antonio Ramírez.

Antonio, lo siento pero discrepo. Eso no pudo ser MARKETING IN THE 70s porque en la foto hay muchas personas que ya no estaban en IBM cuando yo entré en 1969.

Antonio Ramírez
Ahhh, me olvidaba. Este seminario fue uno de los primero de MARKETING IN THE 70s.

CMP
En respuesta a Antonio Ramirez.

Gracias, Antonio. Un poco tarde pero eficiente. Ya hice todos los cambios.

Antonio Ramirez
Carlos,

Foto 1.

El N° 7 es George Smith, quien fue el instructor del curso.

El N° 12, José Guillermo Aquino, no era de OP sino de DP. Él y su esposa fueron mis amigos hasta el fallecimiento del primero. Vino a Venezuela asignado de IBM Corp. como gerente del Departamento de Educación. Por cierto, era PHD en Educación. Posteriormente fue Representante de Ventas DP.

Foto 2.

El nombre correcto es Harald Michel o, para ser más exactos, Harald Egon Michel Glissmann. Lo puedo asegurar, pues somos amigos desde hace ya, 50 años.

El nombre de López Beades es Manuel.

Sobre el comentario de Oscar del Barco, es Héctor Orbegoso, no Obregoso, y era peruano. Lo conocí muy bien, y hay anécdotas inenarrables sobre este personaje.

Un abrazo.

CMP
En respuesta a O. del Barco.

Foto 1, de pie.

Oscar, mirando esa foto, al lado izquierdo de Beltrán está el N° $, y a la derecha el N°6.

¿Cuál de los dos es el tal puertorriqueño?

O. del Barco
Foto 1, de pie.

Carlitus: Al lado de José Luis Beltrán está un gerente de OP de origen puertorriqueño, persona muy agradable y que dejó luego a G. Bertorelli en ese cargo. No me acuerdo de su nombre.

O. del Barco
Hola. Me entró la duda de si H. Orbregoso es, o era, ecuatoriano o peruano. ¿Alguien lo sabe con certeza? Aclaren, porfa.

O. del Barco
Foto 2, en cuclillas.

Carlitus: Jaime Villalta está en lo cierto: el N° 4 es Héctor Orbregoso (peruano) originalmente técnico DP de quien no recordaba su nombre.

A Armando Girola no lo vi en ninguna de estas fotos. Saludos.

Y a MM que está pelando. ¡Ja Ja!

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Leonardo Masina
No lo reconozco, puede que por la edad de la foto, pero si el N° 1 es Oscar Saiz, su nombre me ha traído excelentes recuerdos.

Cuando yo conocí a Oscar Saiz, él era uno de los jefes de CYPECA, que estaba en la Torre Phelps que consideré siempre mi mejor cliente, donde se me estimó y apreció muchísimo ayudándome a progresar en IBM.

Hay encuentros casuales en la vida que le marcan a uno, y, para mí, CYPECA, del cual inicialmente no yo era su técnico, fue uno de ellos.

Fue en un fin de semana, cuando, siendo yo prácticamente un novato y estando de guardia, llamaron de CYPECA por un problema, y la gravedad del asunto era que el lunes a primera hora tenían que entregar un trabajo.

Pasé el fin de semana pegado a la máquina, parapetándola como mejor podía, y se pudo sacar el trabajo a tiempo. Una vez que ellos pudieron terminar, me puse a arreglarla dejándola en perfecto estado.

Cuando llegué a la oficina el lunes por la mañana, Uwe Petersen, mi jefe, me preguntó qué había pasado el fin de semana, y me dijo que teníamos que subir a CYPECA.

A media mañana subimos al cliente y, justamente Oscar Saiz le dijo a Uwe que ellos exigían que yo pasara a ser su técnico, a lo cual Uwe accedió en el momento.

A partir de ahí, mi carrera en IBM fue toda en ascenso. Todavía recuerdo su número de serie de la máquina: 1131-5500027.

¡Gracias, CYPECA!

CMP
En respuesta a Jaime Villalta.

Listo, Jaime; gracias.

Jaime Villalta
Foto 2

A Marcos Martin –que era costarricense y, por cierto, pariente de los fundadores de MAI–, lamentablemente le falta una †.

Y el N° 4 en la fila delantera es, o era, Héctor Orbegoso, un técnico DP ecuatoriano muy buena gente y de los fundadores de IBM en Venezuela. Si está vivo debe tener más de 85 años.

Saludos.

Milagro Micó (ex-Kertesz)
Hola, Charlie.

Te mandé un e-mail separado porque no estoy segura, pero en la época de Pedro López, Harald Michell, Alejandro Rivero, etc., que todos reportaban a mi querido Jaime Trillas, de quien era yo su secre, había otro Representante de Ventas (R/V) que “pudiera estar en el olvido”.

Se trata de A. GIROLA, R/V-DP de la Sucursal Este. Girola era de nacionalidad argentina y le encantaba el negocio de las perlas; estoy segura de que por lo menos Alejandro Rivero debe acordarse de él, pero, lamentablemente, no lo veo en las fotos (o no me acuerdo, sorry).

Cariños.
LA GALLEGA

CMP
En respuesta a O. del Barco.

¡Excelente, Oscar! Gracias. Casi que das todos los nombres. Ya faltan menos. Con otro como tú, asunto listo.

O. del Barco
Carlitus: Algunos fallecidos —pero no tengo seguridad—, y otros de los que recuerdo sus caras pero no los nombres. Saludos.

Foto 1
De pie: 9, Dieter Indorff +; 11, Alfredo Jané.
En cuclillas: 1, Oscar Sáiz; 3, Juan Vicente Guerra; 6, Angel Puyuelo;

Foto 2
De pie: 1, Harald Mitchell; 2, Alfonso Condés; 3, Marcos Martín; 9, Roberto Viso; 11, Rafael Dolande.
En cuclillas: 2, López Beades; 3, Giovanni Bertorelli; 6, George Simmonz.

CMP
En respuesta a Leonardo Masina.

“Me se parece” a Viso, Leo, pero no quiero meter más la pata.

Leonardo Masina
Foto 2, de pie, N° 9, ¿puede ser Roberto Viso?

CMP
En respuesta a Leonardo Masina.

Pues, Leo, no veo parecido entre los dos 2, aunque sí estoy de acuerdo contigo en lo de Vicencio Díaz, y por eso puse inicialmente su nombre.

Esperemos que don Antonio se manifieste pronto con su sabiduría fisonómica.

Leonardo Masina
Foto 1.
El Nº 3, de pie, que yo había dicho que podía ser Cartaya, no se me parece al Francisco Martínez que aparece en este link.

Fotos 1 y 2.
De los N° 2, en cuclillas, de ambas fotos puede que uno se parezca al José Avendaño de este link:

Foto 2.
El N° 6, en cuclillas, se me parece a George Simon como aparece en este link.

Y sigue habiendo caras que, de seguro, he visto en tu blog y me son conocidas.

Leonardo Masina
Carlos, si el de la “Foto 1, en cuclillas”, el 2 es José Avendaño, entonces el de la “Foto, en cuclillas”, el 2 es también José Avendaño.

Pero en las dos fotos, esa persona tiene también un parecido enorme con Vicencio Díaz.

Vamos a ver qué comenta Antonio, que estará seguramente mirando su álbum de “barajitas” con todas las fotos de los empleados, para luego llegar y rematar la faena.