28-07-12
Carlos M. Padrón
Me dicen que este infeliz —que para mí es ahora eso— de sólo 18 años es el fenómeno musical del momento entre los adolescentes de todo el mundo, aunque ésta es la primera vez que le veo la pinta y, por supuesto, no he escuchado nada de él ni pienso hacerlo.
También me dicen que saltó a la fama de la noche a la mañana (¿en qué ha contribuido al bienestar de la Humanidad?), que es ya multimillonario (easy money), y que una foto suya cuelga en las paredes de los cuartos de la mitad de los adolescentes de Occidente (lo cual es buen indicativo de lo «bien» que va nuestra juventud).
Pero al ver este vídeo, (¡no dejen de verlo!) que me ha llegado por cortesía de Roberto González Rodríguez, creo que, cuando menos, hay que asustarse de que éste sea el ídolo que millones de adolescentes siguen y adoran. Si alguien que no sea adolescente no se asusta, o al menos no se preocupa, entonces estamos aún peor de lo que supongo.
¡Qué pobre pendejo! Yo, que hasta hoy había creído que la condición de «americanocéntricos» era privativa de los useños, veo ahora que también la educación impartida en Canadá toma «muy en serio» la geografía de nuestro planeta.
Atribuida a Saramgo he recibido hoy esta reflexión:Hizo muy bien el entrevistador en tocar la tecla que tocó. Tal vez pensó «El que tenga oídos y cerebro, que escuche y saque conclusiones». Hay que dar las gracias a este señor, aunque me pregunto cuántos padres serán capaces de usar este vídeo para hacer ver a sus hijos adolescentes la pobreza cultural del tal Justine Bieber, y explicarles por qué a los ídolos —hasta a los muy pocos que merecen serlo— hay que exigirles mucho más antes de siquiera pensar en darles esa categoría.
Atribuida a Saramago he recibido hoy esta reflexión:
que bien podría adaptarse también para los faranduleros (cantantes, bailarines, actores y actrices, participantes en concursos de belleza, etc.) diciéndoles que, además de dedicarse a eso, bien podrían también leer para culturizarse un poco, y abstenerse opinar fuera del área en la que se desempeñan.


¡Qué desgracia! Pobre mundo…
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