[*Opino}– Con motivo de Halloween, nada mejor que «La negra historia de ‘Raska-yú’, una canción de difuntos»

Carlos M. Padrón

Hacía años de años que no recordaba yo esta canción que tan popular fue en las fiestas de Carnaval que se celebraron en El Paso en los años ’50s.

Tampoco sabía que su título se escribe Raska-yú; aunque nunca lo vi escrito, supuse que se escribiría Rascayú.

Lo que acerca de ella se cuenta en el artículo que sigue me resulta interesante, y es casi paradójico que nadie de los que entonces la cantábamos sospechara lo bizarro de sus orígenes.

Me extraña que fuera prohibida por el régimen franquista, pues, repito, en mi pueblo se cantaba abiertamente, y en lugares públicos,…. a menos que la letra que allá teníamos no fuera la que motivó la prohibición.

Si sé que al cura no le gustaba porque, decía él, la canción era irreverente con la sacrosanta muerte y tenía tintes de superchería.

Y sé también que fueron muchas las veces que el grupo de muchachos y muchachas —adolescentes que nos íbamos al espacio que había detrás del telón de fondo que en el escenario del Teatro Monterrey enmarcaba el área destinada a la orquesta— nos ocultamos en aquel estrecho pasillo, para estar a salvo de la vista de las «brujas» que se apostaban en los palcos a chismorrear y vigilar, y bailamos a placer el Rascayú mientras cantábamos su letra, de la cual sólo recuerdo el estribillo y una de las estrofas:

Rascayú, cuando mueras, ¿qué harás tú?
Tú serás un cadáver nada más.

Todas las noches iba al cementerio
a visitar la tumba de su hermosa,
y la gente se decía en el misterio
«Es un muerto escapado de la fosa».

Rascayú, cuando mueras, ¿qué harás tú?
Tú serás un cadáver nada más.

Tiempos, tiempos,…

***

31-10-11

David Bizarro

En 1943 Bonet de San Pedro cosechó un notable éxito en España con un polémico fox-trot titulado Raska-Yú.

Prohibido por la censura del Régimen por supuestas alusiones al Caudillo, su letra abordaba la necrofilia con insólitas dosis de humor negro en una época poco dada a semejantes irreverencias.

 

Una cancioncilla aparentemente banal y de cuestionable buen gusto que resultará entrañablemente familiar a varias generaciones de españoles, desconocedores de su auténtico significado. Porque, a pasar de que se recuerde como un chascarrillo recurrente para el Día de Difuntos, detrás de sus macabros versos se esconde una historia trágica y siniestra.

Ya con la mosca detrás de la oreja, el curioso hallazgo de un antiguo cortometraje animado de Betty Boop pone sobre la mesa la hipótesis del plagio. Se trata de «I’ll be glad when you’re dead, Rascal you» dirigido por Dave Fleischer en 1932, una de las primeras apariciones cinematográficas de Louis Amstrong.

Estereotipos racistas aparte, la cinta posee un encanto indudable y ofrece la oportunidad de disfrutar con la rudimentaria mezcla de imagen real y animada en el momento en que el gran Satchmo persigue a dos de los protagonistas (Bimbo y Koko) mientras interpreta el tema titular.

El innegable paralelismo instrumental no es la única prueba que confirma el conocimiento previo de Bonet del original de Amstrong: el propio título, Raska-Yú, se revela como una transcripción fonética del Rascal you al que hacía referencia el genio de Nueva Orleans.

Resulta paradójico que sea precisamente Bonet, uno de los fundadores de la SGAE, quien incurra en un delito contra la propiedad intelectual; así que concedamos el beneficio de la duda: ¿Es una flagrante copia o un velado homenaje?

Rastreando otros posibles antecedentes apócrifos, los pasos de Raska-Yú llevan a Cuba, patria natal del maestro Alberto Villalón, a quien se atribuye la autoría de Boda Negra.

Popularizado por Julio Jaramillo, Ana Gabriel, el Trío Los Condes, Óscar Chávez y Lydia Mendoza entre otros, la letra del viejo bolero guarda un parecido, más allá de toda duda razonable, con la versión de Bonet.

Las pesquisas toman nuevamente un rumbo inesperado al constatarse que el propio Villarón tomó como punto de partida un poema homónimo sobre el que todavía se cierne la controversia.

Incluido en una recopilación póstuma del poeta colombiano Julio Flórez, hay quien se remonta a finales del siglo XIX para otorgarle el mérito del mismo al sacerdote venezolano Carlos Borges. Pero si en algo coinciden los estudiosos de la materia, es en la naturaleza supuestamente verídica de los acontecimientos.

Para dar fe de ello, hay que remontarse a los albores del siglo XX en La Habana, en el preciso instante en que Francisco Caamaño de Cárdenas —un joven aspirante a poeta y colaborador ocasional de prensa de la época— sufrió la pérdida de su prometida (Irene Gay, de apenas 18 años) víctima de la tuberculosis.

Respetando la última voluntad de la muchacha, es enterrada con su traje de novia y cubierta bajo un manto de flores blancas en el llamado «tramo de los pobres» de la Necrópolis de Colón.

Sus restos serían exhumados a los tres años para pasar a engrosar el osario común del camposanto, una práctica común entre las familias más humildes, incapacitadas para sufragar las cuantiosas tarifas funerarias.

Francisco intentó en vano recaudar fondos para cubrir las cuotas. En un último y desesperado intento por preservar el descanso eterno de su amada, recurrió a un amigo cirujano para reclamar el esqueleto de Irene, alegando que sería donado para un supuesto estudio anatómico.

Sin embargo, cuando Francisco se presentó ante los sepultureros éstos le comunicaron que el permiso del médico no tenía validez ya que, al ser la causa de la muerte una enfermedad infecciosa, los despojos no podían salir del recinto para evitar contagios.

Aún así, Francisco consiguió finalmente eludir los obstáculos burocráticos mediante el soborno. Una vez en su casa, decidió poner a buen recaudo los restos de Irene; de ese modo, llegado el momento de su muerte, los dos podrían al fin descansar juntos.

Es en este punto donde la realidad difiere de la ficción: Francisco, lejos de «celebrar sus bodas con la muerta», conservó lo que quedaba de ella con auténtica devoción e infinito respeto.

Por desgracia, los rumores de su pasión necrófila comenzaron a circular por la villa. El miedo de sus vecinos a un posible brote tuberculoso y el temor ante las posibles represalias policiales, obligaron al joven a poner tierra de por medio.

Para cuando Francisco regresó a La Habana varios años después, el bolero de Villalón ya corría de boca en boca. Al visitar la barbería del barrio, regentada por su amigo Guillermo Muñiz, éste le confesó a Francisco que fue él quien relató los hechos al mismísimo Julio Flórez; y que fue allí mismo, en el propio sillón de la barbería, donde el colombiano escribió de un tirón el poema.

Al empeñarnos en seguir el hilo, corremos el riesgo de perdernos en la madeja. Tal vez por eso, al final de nuestro recorrido el Raska-Yú de Bonet de San Pedro adquiere las dimensiones de un Pierre Menard posmoderno, prestándose a cuestionar el papel del autor y los límites de la propia obra.

Como todo en la vida, es una simple cuestión de perspectiva. Elijan ustedes.

Fuente: El País

5 comentarios sobre “[*Opino}– Con motivo de Halloween, nada mejor que «La negra historia de ‘Raska-yú’, una canción de difuntos»

  1. Gracias, Carlos, por traerme este bonito recuerdo de nuestros tiempos juveniles.

    Por si alguien más de El Paso se anima a completar la letra, yo recuerdo que después del primer estribillo comienza así:

    «Ésta es la historia que contome un día
    el viejecillo enterrador de la comarca..»

    Supongo que algunos recuerdan mucho más. A ver si nos lo cuentan.

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  2. Juan Antonio, ante tu sugerencia se me ocurrió guglear y encontré algo que no me convence porque, además de algunas fallas en la métrica y en la relación entre el lenguaje usado y el autor que en lo que publiqué se le atribuye a esa letra, ésta contiene términos que no lucen como de la época. Por ejemplo «lambada», «ad hoc», «un cacao». Juzga por ti mismo.

    Rascayú, ¿cuando mueras que harás tú?
    Rascayú, ¿cuando mueras que harás tú?
    Tú serás un cadáver nada más.
    Rascayú, ¿cuando mueras que harás tú?

    Oigan la historia que contome un dia
    el viejo enterrador de la comarca,
    que era un viejo al que la suerte impía
    su único bien arrebató la Parca.

    Todas las noches iba al cementerio
    a visitar la tumba de su hermosa
    y la gente murmuraba con misterio:
    «Es un muerto escapado de la fosa».

    Rascayú, ¿cuando mueras que harás tú?
    Rascayú, ¿cuando mueras que harás tú?
    Tú serás un cadáver nada más.
    Rascayú, ¿cuando mueras que harás tú?

    Hizo amistad con muchos esqueletos
    que salían bailando una lambada
    mezclando sus voces de ultratumba
    con el croado de alguna rana.

    Los pobrecitos iban mal vestidos
    con sábanas que ad hoc habían robado,
    y el guardián se decía con recelo:
    «Estos muertos se me han revolucionado».

    Como es bastante tétrica la historia
    los juegos fatuos se meten en el lío
    armando con sus luces tenebrosas
    un cacao de padre y muy señor mío.

    Rascayú, ¿cuando mueras que harás tú?
    Rascayú, ¿cuando mueras que harás tú?
    Tú serás un cadáver nada más.
    Rascayú, ¿cuando mueras que harás tú?

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  3. Efectivamente. Lo primero que me chocó a mi fue la lambada, que es muy posterior. Yo leí el poema, antes de leer tu respuesta. En los otros dos también tienes razón.

    Después de haberte enviado el comentario me acordé que mi párrafo empezaba por «Ésta es la historia…» y recapacité que decía: «OIGAN LA HISTORIA».

    Lo de «el viejecillo» si lo tengo más seguro en mi memoria, en lugar de «el viejo». Estas cosas siempre ocurren en la transmisión oral.

    Posiblemente alguien lo arreglo de esa forma para suplir las lagunas de su recuerdo.

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  4. Sí, creo que alguien hizo eso. Lo de «suplir las lagunas» me parece muy acertado.

    Pero yo sólo recuerdo lo que puse en el post. Fue lo que me vino a la mente apenas leer en la prensa la palabrá Raska-yú, y por más vueltas que le doy no recuerdo más de esa letra. Nii siquiera tengo la sensación de que alguna vez supe más y lo olvidé.

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  5. La primera versión no dice «lambada» sino «sardana». La primera debe ser la adaptación que hace el grupo Fangoria.

    Una observación es que los primeros cuartetos, los que aparentemente plagió Bonet de San Pedro, difieren en métrica, rima y estilo de los segundos, los que sí se atribuyen a Bonet. Los primerod versos dan un aceptable romance decimonónico con rima y construcción agradables, el quiebre con los otros es notable.

    Igual tomó del poeta cubano y también del Rascal You de Armostrong, sin embargo el exquisito plagio representa una canción para la historia.

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