Carlos M. Padrón
Sé bien que lo que voy a decir molestará a más de uno, pero es lo que pienso y siento.
Murió Steve Jobs (q.e.p.d.); murió el hombre y nació el mito. Algo que sigue creciendo en los medios mundiales y que ya me resulta fastidioso, tal vez porque siempre he sido un tanto iconoclasta, rasgo que, por cierto, apareció en el resultado del test de personalidad que publiqué aquí hace días, en el que se dice que ni soy líder ni sigo a quien lo sea, que soy individualista, lo cual explica que, como en mi vida laboral yo encaraba hacia arriba y protegía hacia abajo, no fui muy popular entre algunos de mis jefes.
Esto no obstante, siento admiración y respeto por quienes hayan brillado en Ciencia, Medicina, salud, arte, cultura o dedicación a sus semejantes, y ya sea en forma de sólo conocimientos o de logros prácticos. En esa lista tengo a Ghandi, Einstein, Flemming, Tesla, Churchill, Teresa de Calcula, Michelangelo, Leon Tolstoi, José Ortega y Gasset… por nombrar a sólo muy pocos.
Pero en esta lista no encuentro posición para Steve Jobs, como tampoco la encuentro para Bill Gates ni para Soros ni para Onassis ni para ninguno que haya dedicado su vida a hacer dinero sin que su trabajo haya aportado a la Humanidad algo más sustancial o trascendental que comodidades o facilidades materiales.
Cuando escuché el discurso pronunciado por Jobs en la Universidad de Stanford me pareció muy bueno, pero no puedo acreditarle los méritos de esa pieza oratoria, tal como lo han hecho los medios, porque acerca de discursos dados por personajes famosos aprendí bastante durante mi asignación en los HQ de IBM-A/FE (New York) en 1978.
Por tanto, cuando me garanticen que ese discurso fue realmente escrito por Jobs, le rendiré el tributo que, sin mayores averiguaciones, se le rinde desde que lo pronunció.
Muy poco o nada de lo que ha ganado para Steve Jobs (Apple), para Mark Zuckerberg (Facebook), para Jack Dorsey (Tweeter) y para otros, la fama de que gozan habría sido posible sin la internet, pero en honor de quienes inventaron esa maravillosa recnología, o la WWW (WorldWde Web), no he visto todavía ni el 1% de las alabanzas, películas incluidas, que le llueven a Jobes, Zukerberg, Dorsey y demás.
No es mi intención restar méritos a ninguno de ellos; sólo destacar la enorme desproporción entre lo que han hecho y las exaltaciones y alabanzas que por eso se les dedican.
Entiendo que los jóvenes devoradores de tecnologías expresen por Jobs la devoción que han expresado, pero no la comparto.
Esos logros no me impresionan tanto como, por ejemplo, lo hecho por el personaje que protagonizó lo contado en el artículo que sigue por la exIBMista Rebeca Perli , y publicado en el diario El Universal (Venezuela).
***
11 de octubre de 2011
El héroe ciclista
Rebeca Perli | El Universal
Gino Bartali fue un notable ciclista italiano nacido en julio de 1914 en el seno de una humilde familia. Su trabajo en un taller de reparación de bicicletas le valió la posesión de una de ellas, con la que recorrió los accidentados terrenos de la región.
A partir de 1935 comenzó a destacarse en el ciclismo profesional, y en 1938 ganó el Tour de France para Italia, entonces bajo el régimen fascista, lo cual, por una parte, complació a Mussolini y, por la otra, marcó a Bartali como deportista del régimen.
Durante 1943 y 1944, y a pesar de que, debido a la guerra, estaban prohibidas las competencias, Bartali continuó su entrenamiento recorriendo montañas y caminos escarpados con relativa tranquilidad dada su conocida afiliación política.
A lo largo de su vida obtuvo 91 victorias. Falleció en el año 2000 en su Toscana natal.
Un casual descubrimiento en el año 2003 reveló una faceta desconocida de Bartali: Sus recorridos de «entrenamiento» durante la II Guerra Mundial no tenían otro propósito que transportar en su bicicleta pasaportes falsificados que sirvieron de salvoconducto a judíos italianos refugiados en monasterios y conventos.
Así consta en documentos encontrados por los hijos de Giorgio Nissim, un judío de Pisa quien, con el apoyo de prelados de la Iglesia, coordinó una red clandestina de salvamento la cual evitó que más de 800 judíos fueran deportados a los campos de concentración nazi.
Bartali pertenecía a esta red y, arriesgando su vida en caso de ser detenido, se ocupó de transportar los documentos necesarios.
Gino Bartali, gloria del ciclismo, no sólo italiano sino universal, nunca hizo pública su hazaña, ni alardeó de su heroico comportamiento que merece en estas breves líneas un cálido homenaje.

Hola. Carlos.
No sé por qué tú y yo coincidimos en tantas cosas, y una de éstas es precisamente la opinión que expresas sobre el personaje de este artículo y Bill Gates.
Steve puede que haya tenido alguna idea, pero tampoco creo que fuese el «rey Midas», o sea, que todo lo que tocaba se convirtiese en oro. Más bien lo comparo con el «iceberg», o sea que lo que vemos es solamente 1/7 de su dimensión real, ya que el resto está hundido debajo del agua y, para Apple, siempre fue (o quiso ser) la cara visible.
No creo que él fuese diseñador de hardware, software, sistema operativo, celulares, etc. Posiblemente lo que sí supo fue rodearse de gente capaz y brillante, posiblemente más que él, pero que siempre supieron quedarse en la sombra y trabajar.
Cuántos «huecos en el agua» (léase fracasos) haya tenido, nadie nunca lo ha contado, pero parece que la memoria es corta y nadie recuerda (o quiere recordar) que Apple, hace unos años, estuvo a punto de quiebra al no saber ni poder renovarse y, el «auxilio» de IBM le ayudó muchísimo cuando adoptó su «micro» de aquel entonces, el más avanzado, rápido y potente de mercado.
Y luego, al incorporar también el Windows de MS, que es tremendamente inferior en calidad al de Apple como sistema operativo pero que, al adoptarlo, permitió a sus usuarios poder utilizar la enorme biblioteca de programas diseñados para Windows y que, además costaban muchísimo menos que las versiones para Apple. ¡RENOVARSE ES SOBREVIVIR!
En los labs de IBM conocí a más de una persona que había sido nombrada para el Premio Nobel, otros que habían sido los «inventores» de los canales I/O 360, otros que tenían en su currículo más de 1.000 patentes, y no sé decirte cuántos más. La grandísima mayoría eran o habían sido IBM FELLOWS, sus despachos estaban llenos de diplomas y premios de honor que habían recibido, y todos tenían algo en común: ERAN LAS PERSONAS MÁS MODESTAS, SIMPLES, DE TRATO CORDIAL Y DISPUESTAS SIEMPRE A COLABORAR, CONTESTAR A LAS PREGUNTAS QUE HE CONOCIDO.
Y, sobre todo, seguían trabajando, codo a codo, con los demás diseñadores.
Con respecto a la anécdota de Rebeca Perli —persona a la que siempre he apreciado muchísimo, y a la que conocí cuando ella trabajaba en Personal de IBM—, quisiera contar una anécdota.
En la Italia de los años ’50s había dos bandos: los de Coppi y los de Bartali. Eran los dos mejores corredores ciclísticos de la época; Coppi, más señorial, y Bartali más campechano.
Yo me encontraba por el año 1952 ó 53 (yo tendría 4-5 años) veraneando con mi madre en las colinas que rodean Bologna, mi ciudad natal, en casa de una tía de mi padre, y Gino Bartali estaba pasando unos días por esa zona, entrenándose por esas colinas, no recuerdo para qué carrera y, cada vez que lo veían, la gente lo vitoreaba y aclamaba.
No recuerdo cómo fue la casualidad, pero un día nos lo presentaron y sí recuerdo que para mí él era como un gigante.
Como todas las noches, íbamos a la planta baja y la tía y mi mamá comían un helado acompañado de una amarena, una cereza pequeña muy aromática que se pone con un sirope, muy típica de mi tierra. Pero a mí me daban un heladito simple y sin nada, y cuando yo protestaba por la discriminación, me decían que yo era todavía pequeño.
Una noche, y una vez servidos los helados de rigor, les dije, señalando con el dedo: -“Miren, ¡por ahí está Bartali!”. Y mientras ellas, curiosas, giraron la cabeza, yo, en un instante, me hice con las dos “cerecitas”. Creo que fueron las más sabrosas y gustosas que me comí en mi vida.
A partir de esa noche, también mi helado tenía una cerecita encima.
Siempre recordé a Bartali y tuve admiración por él y, cada vez que lo nombraban, me recordaba el detalle de las cerecitas, que luego me dio mucha fama ya que ese anécdota se divulgó tanto en el entorno familiar como en el de las amistades de mi familia.
Me gustaMe gusta
Carlos, me uno totalmente a lo expresado por ti, y comparto tus criterios en un 100%.
Hay muchos anónimos que simplemente son eso: anónimos, muy especialmente para el colectivo en general. Sin embargo sus aportes y contribuciones al colectivo mismo han sido, son y serán de un gran valor.
Creo que, simplemente, no tuvieron la publicidad o la visibilidad que los catapultara al «estrellato».
Me gustaMe gusta
Leo, en «la catedral de IBM», en Armonk, conocí a un tocayo tuyo: Leo Esaki.
Fue premio Nobel, y encaja en el perfil de los «fellows» que describes, pero, por supuesto, en público vestía, como sus colegas, la típica camisa blanca con marcadores y lápices en su bolsillo, y no algo tan poco práctico como una franela lisa, pegada al cuerpo y llevada al coqueto modo de mangas recogidas a medio brazo.
Me gustaMe gusta
Es imposible quitarle el mérito a IBM de ser “la madre” de todos esos aparatos inteligentes que son usados en estos días, tanto en robótica como en aviación, Medicina, transporte, etc. Por tanto, no es errado decir que los éxitos que enorgullecen al hombre en el día de hoy son hijos de IBM.
Pero también es cierto que en los años setenta fueron muchas las empresas que descollaron, sin tener relación con IBM ni con su software. La razón: sus microschips y el software asociado, el BASIC, cosa que me permitía a mí automatizar mi casa con sensores, reguladores e interruptores de todo tipo, o generar música sintetizada para dirigir un coro, y muchas otras cosas más.
IBM, puro cerebro, con las manos y los pies, ojos y oídos y todo lo que el hombre pueda imaginar para acercarse al amigo o enemigo, es lo que ha permitido que el mundo sea hoy lo que es.
Pero hoy, mientras escribía para mis amigos de FACEBOOK, sobre Jubi-Leo, me acordé de Leonardo y, como ambos son tocayos y me parece que mi es la más importante que haya escrito durante estos días, la quiero compartir con ustedes.
“Hoy es el décimo día del séptimo mes: día de expiación para los judíos. Pero no sólo es el día más santo del año sino que es también día de proclamación del jubileo, aunque no cualquier jubileo sino el primer jubileo después del rayo sincronizador, o sea, del chorro de rayos gamma que, viniendo desde el trono de Dios, ha venido para poner orden en la Tierra.
Cada quien debe de volver a la posesión de sus padres, no importando lo que digan las Naciones Unidas. Mínimo, este año será santo para el señor, y la tierra entera será santa; nada de sembrar pues no se cosechará lo sembrado”.
Me gustaMe gusta