El Excmo. e Iltmo. Dr. Antonio López Botas, de quien nos vamos a ocupar en este capítulo, nació en la ciudad de Las Palmas el 17 de diciembre de 1818.
Cursó sus estudios literarios este eminente hijo de las Afortunadas en la Universidad de San Cristóbal de La Laguna, con notable aprovechamiento, distinguiéndose siempre entre sus numerosos condiscípulos en todos los cursos universitarios hasta obtener en buena lid la investidura de doctor periodista y escritor público de gran talla.
Desempeñó siempre los más importantísimos cargos en todas las carreras de la Administración Civil y Política. Fue diputado a cortes en varias legislaciones; senador del reino, diputado, tesorero, y cinco veces decano del Ilustre Colegio de Abogados de Las Palmas. Juez de primera instancia y promotor fiscal del mismo Juzgado; 1854, magistrado de la Audiencia del territorio; 1856-1866, vocal de la Junta de Disciplina y Establecimientos penales; alcalde presidente del Excmo. Ayuntamiento; 1861-1868 diputado y consejero provincial;
1852-1858; presidente de la Junta Provincial de Sanidad; vocal de La Beneficencia; jefe civil y gobernador económico del distrito de Las Palmas y ministro honorario de la Junta de Establecimientos Penales de Suiza.
Falleció este benemérito Canario en la ciudad de La Habana, donde había sido nombrado para el desempeño de la Fiscalía del Tribunal de Cuentas.
Como méritos y servicios particulares tuvo López Botas los de individuo de la Junta Inspectora del Crédito Territorial Español; presidente de la Exposición provincial de Canarias, en 1862; socio de la de Bellas Artes de Las Palmas, y de la Aragonesa; individuo de la Sociedad de Escritores y Artistas Españoles; fundador y vice-presidente del Gabinete Artístico-Literario de Las Palmas; y otros varios cargos.
Estaba condecorado con un diploma de distinción; era caballero de la Real y distinguida orden de Carlos III, tenía la Cruz de Beneficencia de primera clase, y era caballero Gran Cruz de la orden de Isabel la Católica.
Pero demos la palabra al Eco de Canarias de La Habana, que, en el momento de tener noticia del fallecimiento del gran patriota, se expresó en estos términos elocuentísimos:
«López Botas no fue sólo un distinguido abogado, un notable tribuno, o un eminente literato; López Botas, traspasando los limites de la honrosa carrera, llevó más allá sus nobles aspiraciones, que realizó con resultados felices, para gloria suya y provecho del suelo que le vio nacer.
Hombre de sentimientos nobles, elevados, de gran iniciativa, dotado de un civismo poco común, de un alma ardiente, espíritu recto y emprendedor y filántropo por temperamento, consagró la mejor parte de su vida en beneficio de su pueblo natal, y en beneficio también de cuantos a él acudieron en solicitud de su inagotable filantropía.
López Botas pertenece al número de esos héroes que forman época en la vida de los pueblos. López Botas fue a la ciudad de Las Palmas lo que el inolvidable José María Pinto fue a la ciudad de La Laguna, en Tenerife. Estos mártires de la humanidad, estos esclavos del deber, colocando una infranqueable barrera a las preocupaciones monomaniacas de los tiempos que les precedieron, abrieron ancho campo al progreso en sus distintas manifestaciones, y fijaron en nuestra provincia el punto de partida de la nueva etapa que nos ha elevado al nivel de los pueblos mis civilizados del globo. El señor López Botas fue fundador, rector y director del colegio de primera y segunda enseñanza de San Agustín, en la ciudad de Las Palmas, creado en 1844, y del cual fue constante catedrático de filosofía moral, derecho público y derecho constitucional, gramática castellana, religión y moral, geografía, psicología y lógica; el señor López Botas, repetimos, obtuvo con la fundación de ese plantel modelo los más halagüeños resultados que pudo apetecer.
De aquel famoso establecimiento logró sacar hombres tan respetables como León y Castillo, Pérez Galdós, Alvarado y Saz, Gutiérrez Brito, y otros muchos que hoy brillan en el campo de las Letras, que deben a López Botas la exquisita educación que los ha elevado a la envidiable altura en que se encuentran.
Pues bien: este hombre, cuyos inmensos beneficios hechos a la humanidad lo elevaron a la más alta consideración social; el héroe incógnito de la Revolución de Septiembre, el más consecuente amigo del duque de la Torre, el educador incansable de esa moderna pléyade de Canarios ilustres; este distinguido filántropo, cuya inmensa fortuna de mejores tiempos se dedicó con suma preferencia a engrandecer a su pueblo y a enjugar lágrimas y ahora suspiros de miles de necesitados; este ilustre pensador y eminente jurisconsulto… ¡ha muerto pobre, sumamente pobre!».
La noticia del fallecimiento del eminente hijo de las Afortunadas fue comunicada al distinguido periodista Manuel Linares, quien inmediatamente se dirigió al Dr. Cubas, presidente de la Sociedad de Beneficencia, dándole conocimiento del desgraciado suceso, acordando lo conducente a inhumar con la dignidad debida el cadáver del que fue don Antonio López Botas.
En efecto, el Dr. Cubas, con una actividad y una solicitud que lo enaltecen, hizo que los restos del ilustre Canario fuesen conducidos a la casa que ocupaba nuestra Sociedad de Beneficencia, en donde se levantó un magnifico catafalco, y de cuyo punto, seguido de un numeroso y distinguido acompañamiento, entre los que figuran representaciones civiles y militares, y a la vez comisiones de distintas sociedades benéficas, fue conducido el cadáver al Cementerio de Colón y depositado, en magnifica caja, en la bóveda que en aquel recinto mortuorio posee el ya mencionado Dr. Cubas y en donde se hallaban depositados los restos de otro hijo eminentísimo de las Canarias, Ldo. León y Mora.
