¡Esto se está poniendo bueno!
Hace apenas pocos años a nadie se le hubiera ocurrido publicar algo así: recomendar el régimen de austeridad con el que me crié y que sigo poniendo en práctica, pues como el despilfarro no va con mi educación, evito botar lo que pueda servir, en particular si es comida.
Me crié con la regla del aprovechamiento y la frugalidad; de que tenía que comer todo lo que, siendo comida, me pusieran delante.
Y el ‘todo’ es literal, pues no podía dejar nada en el plato, aunque la comida era prácticamente la misma día tras día,… pero en otro artículo de esta misma fecha leí que en España se tira a la basura el 18% de la comida.
Lo de «esto no me gusta» no está en mi diccionario, uno de los muchos agradecimientos que le tengo a mi padre.
Y es que, como alguien me dijo una vez en Venezuela, soy un mal rico. Aunque nunca he sido rico, la mujer que así me dijo quería que yo no dejara pasar ninguna oportunidad de parecerlo, algo que para ella era una conducta obligada tal vez producto del facilismo que contagió a muchos de mis paisanos que llegaron a este país cuando apenas tenían entre 15 a 17 años, pero yo llegué de 22, con mi carácter ya formado, y ni ése ni otros virus, algunos beneficiosos, me contagiaron.
Llegué trayendo aprendida la lección de que hay que tenerle amor al trabajo, trabajar duro para obtener ganancias, y aunque lo así ganado sea abundante, hay que administrar esa abundancia con criterio de escasez, todo lo cual está reñido con el tan cacareado «estado de bienestar» (q.e.p.d.).
Se dice que no es más rico quien más tiene sino quien menos necesita. Y una buena forma de no necesitar más es acostumbrarse a vivir en frugalidad, sin lujos, sin facilismo, sin ostentación, evitando gastos innecesarios y, sobre todo, conformándose con lo que pueda depararnos una buena administración que ajuste los deseos a disponibilidades.
Pero me temo que por aquello de que «A quien no está acostumbrado a bragas, en el culo le salen llagas» serán muchos los que no podrán soportar ese criterio de ahorro, de aprovechamiento, de comer para vivir y no vivir para comer,… y verán su existencia llena de intolerables privaciones.
Siempre les quedará la opción de recurrir al «Que me quiten lo bailao».
Carlos M. Padrón
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07/10/2011
Teresa Sánchez Vicente
En todo el mundo se derrocha cada día un tercio de la comida.
En el libro «Despilfarro. El escándalo global de la comida», el investigador y activista Tristram Stuart nos da las claves para dejar de derrochar comida.
Administrar bien los recursos alimentarios no sólo evita el hambre en el mundo, sino que además protege el medio ambiente mediante la reducción de emisiones y la disminución del suelo destinado a cultivar productos agrícolas.
Consumidores
El autor británico aconseja hacer la lista de la compra para apuntar lo que realmente se necesita y no caer en caprichos.
A la hora de cocinar, es importante preparar raciones pequeñas y echar mano de la imaginación para reutilizar las sobras y preparar nuevas recetas. Para no tirar el pan, una opción es congelarlo o dejarlo endurecer para preparar pan rallado.
La piel de muchas verduras también es comestible, y desecharla ayuda a incrementar los vertederos de desperdicios orgánicos. Las patatas, zanahorias, calabacines, etc. se pueden comer sin pelar en diferentes platos, ya sean fritos, hervidos o en puré.
Las fechas de caducidad están calculadas con amplios márgenes de error, según ha comprobado el autor de «El Despilfarro». Si los alimentos tienen buen aspecto, todavía se pueden comer. ¡No los tires a la basura!
Practica un consumo responsable. No compres pescado de tamaño pequeño y evita las especies amenazadas. Compra la fruta y verduras directamente a los agricultores, y adquiere las que sean «feas», es decir, aquéllas con irregularidades que son rechazadas por muchos supermercados de alto standing.
Supermercados
Las cadenas de alimentación derrochan una gran cantidad de comida. En vez de desperdiciarla, se podría donar a organizaciones humanitarias, o a fabricantes de piensos, todo el excedente de alimentos que no pueda venderse.
Otro paso importante sería cambiar las fechas de consumo por márgenes más amplios, e informar al público del significado de los plazos de expiración de los alimentos.
Restaurantes
La preparación anticipada de una gran variedad de platos lleva a que parte de estos menús se queden en la cocina y haya que tirarlos al final del día. Es necesario concienciar al cliente del despilfarro que conlleva y habituarle a una carta más reducida.
Las raciones demasiado grandes también llevan a que muchos residuos orgánicos acaben en el contenedor.
Algunos restaurantes, tal y como explica Stuart, imponen un «impuesto» al comensal por no acabar el contenido del plato. Esta cantidad de dinero puede ser donada posteriormente a una institución benéfica.
Pesca
Cada año se estropean entre 10 y 12 millones de toneladas de pescado. Los científicos calculan que en 2048 todas las especies de peces se habrán extinguido.
Ante esta situación, se han de evitar los descartes producidos por el sistema de cuotas pesqueras, los métodos de pesca perjudiciales para las especies, y la sobrexplotación de las especies en amenaza de desaparecer.
La Unión Europea planea aprobar en 2012 una medida que prohíba el descarte de especies comercialmente valoradas . Los países europeos tendrán que estar de acuerdo y situarse más allá de las presiones del sector pesquero para sacar adelante la norma.
Fuente: ABC

Me ha dejado profundamente impactado tu post, pues he recibido estas enseñanzas, indelebles.
Cada casan en los tiempos que corren, es escenario de «conatos» con los niños, por esta cuestión.
A través de la publicidad se imponen modos, con forma de vicios, directamente.
Y en cuanto al dinero, ¡¡¡me recordaste al insigne español Séneca!!!
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