02-07-2011
Leonardo Masina
Contar esto hoy en día puede parecer un chiste o una tomadura de pelo, pues en la mayoría de los hogares hay uno o más PCs, y utilizar desde cualquiera de ellos el MS Office Word, o equivalente, con todas sus facilidades, es casi cosa de niños.
Con esos programas se puede editar, corregir y verificar ortográficamente un texto, cambiar formato de letras, tamaño, crear columnas, encuadernar,… O sea que, prácticamente, se podría escribir un libro sin tener grandes nociones.
Pero en 1970 éste era un trabajo bastante complicado y, muy bien remunerado.
El proceso que se llevaba a cabo en El Universal —uno de los periódicos de mayor tirada en Venezuela, y de cobertura nacional— requería del uso de unas máquinas llamadas Linotype.
cuyos operadores, que tecleaban en base al formato de las columnas del periódico, debían saber de gramática para poder dividir palabras y que las columnas quedasen totalmente justificadas, para lo cual tenían, además, unos espaciadores cuneiformes que, ajustándose, creaban espacios proporcionados.
Una vez escrito cada renglón, la máquina lo fundía en plomo. Y ya toso encolumnado, y completado, pasaba al departamento de correctores que buscaban errores de texto.
Luego, cuando se le daba el OK, pasaba al departamento de composición, que distribuía y organizaba las páginas del periódico.
Creada ya la página, que estaba armada toda en plomo, se transfería por presión a un cartón de unos 3 milímetros de grueso, y era ese cartón el que luego se utilizaba en las rotativas para imprimir el periódico que saldría a la calle.
Sólo como ejemplo, un linotipista —que así llamaban a las personas especializadas en teclear los textos— ganaba en 1970 más de 8.000 bolívares/mes, que al cambio vigente entonces eran unos 2.000 dólares.
Además, como tenía que trabajar cerca de vapores de plomo, su horario de trabajo era bastante reducido, y cualquier aumento de ese horario, aunque fuera pequeño, representaba horas extras y más ingresos.
A comienzos de 1970, un vendedor de IBM de Caracas (creo que se apellidaba Boccardo) le vendió a El Universal una aplicación llamada Typesetting que ya utilizaba el Miami Herald y que corría en una IBM/1130, pues usarla representaría para el periódico un elevado ahorro en sueldos.
El proceso consistía en teclear el texto, sin tomar en cuenta formatos, en unas máquinas perforadoras de cinta, cosa que podía hacer cualquier mecanógrafa.
La cinta era luego leída y procesada por la aplicación de Typesetting de la IBM/1130, la cual, a su vez, perforaba otra cinta con las características de formato, tipo de letra, ancho de columna, y todo lo más sofisticado en edición de texto de la época, cinta que luego, sin necesidad de usar a los linotipistas, sería leída por una máquina lectora de cinta perforada. ¡Pueden imaginarse el ahorro!
La instalación de la IBM/1130 era muy simple, pues incluía sólo la CPU, con su consola y teclado, y el disco, más unas lectoras/perforadoras de cinta de papel que trabajaban a una velocidad impresionante.
Recuerdo que el analista responsable de la instalación era Marcelo Mijares, y el pobre no sabía lo que le había caído encima.
La prueba de la máquina y la aplicación funcionaron de maravilla a la primera, pero —sí, había un «pero»— resulta que el programa estaba diseñado para trabajar en el Miami Herald, o sea, en inglés.
Es obvio que ni la gramática ni la ortografía española tienen nada que ver con la inglesa, y de ahí las consiguientes prisas por conseguir una aplicación que permitiese utilizar el español.
A este contratiempo se le añadió la “sublevación” encubierta de los linotipistas, con el respaldo de otros departamentos, que veían en este “engendro monstruoso” el final de su “buena vida”.
Contra viento y marea seguimos adelante y, día a día, fuimos descubriendo cosas que uno ni se imaginaba.
Una en particular fue que había que tener muchísimo cuidado cuando se partían las palabras y, un ejemplo fue algo parecido a esto:
…que conlleva una dis-
puta de Caldera con…
O sea, que había que tener mucho cuidado en que, cuando se partiera una palabra, la parte que encabezara la siguiente línea no fuera algo “malsonante”.
Recuerdo que exactamente el domingo 24 de mayo de 1970, y en vísperas del Mundial de Fútbol de Méjico, El Universal salió a la calle con su primer artículo procesado por la IBM/1130, un artículo cuyo título era algo así como “LA ACTIVIDAD SEXUAL DE LOS ATLETAS”. (Si alguien tuviera acceso a la hemeroteca, me gustaría obtener una copia de ese artículo).
Se podrán imaginar las consecuencias de lo que salió publicado: palabras como músculos aparecían como CULOS y una frase como “los atletas tienen que desarrollar sus músculos…» salió como: “los atletas tienen que desarrollar sus CULOS…” . O sea, que la regla de evitar malsonancias fue completamente ignorada y más bien “resaltada”.
El presidente o dueño del periódico —creo que su apellido era Núñez—, que ese domingo se encontraba en Puerto Azul, convocó de emergencia una reunión para ese mismo día, e inclusive pidió la asistencia de Salvador Covelo (q.e.p.d.) y de Alejandro Rivero.
Por supuesto, a primera hora del día siguiente, lunes, todos los que estábamos involucrados en esa instalación fuimos convocados a una reunión.
Estaba claro que lo ocurrido con el corte de palabras había sido un sabotaje ya que el sábado nadie había estado trabajando, y un artículo, antes de ser publicado, tenía que haber sido verificado, corregido y “censurado” si hubiese sido el caso.
A partir de ahí, IBM tomó el toro por los cuernos y mandó a venir desde España al analista que había escrito la rutina para el español y, en menos de una semana, todo ya estaba resuelto y El Universal empezó a sacar producción con la IBM/1130.
Para mí, lo de la IBM/1130 Typesetting representó mucho dinero, pues los días laborables había que prestarle servicio desde las 2:00 pm hasta medianoche, y los sábados y domingos, desde 12 del mediodía hasta las 8 de la noche. Y esas guardias me las pagaban.
Eso sí, quedó muy limitado mi tiempo libre y mis movimientos porque yo no podía salir del casco urbano de Caracas, o sólo podía hacerlo hasta donde alcanzara la radio que entonces teníamos.
En El Universal me hice muy amigo de Alberto López (q.e.p.d.), que era técnico especialista de IBM-OP y me socorría con la consola, pues él tenía una habilidad excepcional para reparar esas máquinas.
Al poco tiempo, El Nacional también adquirió su IBM/1130 Typesetting que, gracias a la experiencia de El Universal, se instaló prácticamente en un día.
Visto el buen resultado de la aplicación con la 1130, IBM sacó, el año siguiente, el Sistema/7 (S/7) con una versión mejorada del Typesetting ya que se podía hacer directamente fotocomposición, o sea, sacar un periódico como el «2001» sin utilizar plomo y con posibilidad de imprimir fotos a color.
El programa era muy sofisticado y avanzado, pero nadie en Venezuela lo instaló.
El S/7 ganó un Oscar de la Academia por su técnica de perfeccionar el color de las imágenes que luego se aplicó también a las películas de cine, que es por lo que fue galardonado.

¡Qué interesante! Parecen cosas de la época de Maria Castaña, pero apenas han pasado poco más de 40 años. La revolución tecnológica sin límites…..
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Se me conectaron unas neuronas que estaban un poco distanciadas.
Recuerdo este hecho, y visité este diario con Boccardo (¿Juan Carlos?).
Lamentablemente yo me vi rebasado por el exceso de trabajo y mi desconocimiento en este tipo de empresa, y recuerdo que mi amigo Marcerlo Mijares se hizo cargo del tema.
Hay un hecho paralelo que recuerdo, y es que Rayner Barany estaba impulsando un método de documentación, el HIPO (Hierarchy Input Process Output, o algo así) que fue importante para mí en los siguientes años fuera de la IBM.
Un gran abrazo a Rayner y especialmente a mi amigo Marcelo Mijares.
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