CONFLAGRACIÓN MUNDIAL
Surgió la guerra europea
que tantos profetizaron;
los imperios se lanzaron
con denuedo a la pelea,
llevando la vil idea
de inmolar a sus hermanos.
Y cual tigres inhumanos,
de la guerra en el fragor,
llenan al mundo de horror
y maldice a los tiranos.
Guerra a muerte, en loco anhelo,
declaró el imperialismo
v luchó con barbarismo
y vesánico desvelo;
y ¡guerra! sonó en el suelo
fabril de ilustre nación,
y cuando vencidos son
sus hijos nobles y buenos,
a las hordas pone frenos,
junta, la pálida Albión.
Batalló la tropa inglesa
con valor y bizarría;
bregó con toda energía
la república francesa.
Rusia asociada a la empresa,
Italia, Estados Unidos
y aliados que decididos,
cuentan hombres por millones,
combaten con mil legiones…
¡Los germanos son vencidos!
De asombro se llenó el mundo
Y de uno en otro confín,
de guerra sonó el clarín
con voz de odio el más profundo.
Hubo lucha sin segundo,
guerra salvaje y cruel,
de exterminio, sin cuartel,
de aniquilamiento y duelo.
¡Se tiñó de sangre el suelo!
¡Fue el reinado de Luzbel!
Mas no bastaba la tierra
para tan atroz locura;
también se llevó a la altura
el negro horror de la guerra.
Surge el fiero avión que aterra
y causa pena y espanto;
y cuando se calma el llanto
de las urbes desoladas,
ven sus penas aumentadas
con otro nuevo quebranto.
De los mares al abismo
bajan monstruos acerados,
los submarinos llamados,
un germano mecanismo.
Y en el loco paroxismo
de la destrucción impía,
no dejan un solo día
sin destrozar buques ciento…
¡Periodo de gran tormento,
desesperante agonía!
¡Oh, cuántas inteligencias
en la guerra sucumbieron
que de Europa gloria fueron
en las Artes y las Ciencias!
¡Oh, irresponsables conciencias
las que el conflicto iniciaron,
pues por su causa expiraron
millones de criaturas
que al ir a sus sepulturas
maldiciones les lanzaron.
¡Maldita, maldita guerra!
decían también las mujeres
y los niños, esos seres
que encanto son de la Tierra.
¡Maldita causa que aterra
a los tímidos mortales!
¡Oh, malditos ideales!
¡Oh, malditas ilusiones
de someter las naciones
a los cetros imperiales!
A históricos monumentos
que el mundo pudo admirar,
han venido a sepultar
los destructores inventos,
¡sólo por los sentimientos
de un soberbio imperialismo!
¿No sabe ese pueblo mismo
que otras edades vendrían,
que a esas fechas llamarían
«épocas del barbarismo»?
Imperios que sucumbieron
con mortales exterminios,
reducidos sus dominios
por sus adversarios vieron.
Vencer la Entente creyeron
y del mundo ser los dueños
y, tras frustrados empeños,
hoy ven en su decadencia
que fue error de una creencia
engendrada en sus ensueños.
«Fue una guerra mercantil»,
exclama la Humanidad.
«Es guerra de libertad»,
predicó el genio viril.
Y entre tanto el pueblo hostil,
cuna del imperialismo,
se escuda en raro civismo
e invoca ferviente a Dios,
¡como si Éste fuera en pos
de tan grande barbarismo!
Es el recuerdo fatal,
en los ámbitos del mundo,
de esa guerra que iracundo
maldice todo mortal.
De Europa el pueblo brutal
que, por vencer o morir,
quiso airado recurrir
a la hazaña infamatoria,
por sus hechos, en la Historia
siempre le han de maldecir.
Las naciones que vencieron,
al fin, ¿qué es lo que han ganado?
¡Nada, cuando es comparado
con lo mucho que perdieron!
¡Cuántos hombres perecieron
después do tanto bregar!
¿Cómo es posible apreciar
de tantos hombres la muerte?
Aunque es grande, ¡triste suerte
la gloria del pelear!
¿Es que no tienen talentos
las naciones poderosas,
que solucionen las cosas
por otros procedimientos?
¡Hay que aplicar los inventos
de destrucción en campaña,
para así, con cierta maña,
sus dominios extender!
¡Qué dicha sentí yo al ver
neutral a mi noble España!
Aún se escucha en triste son
la campana funeral,
la plegaria maternal
pidiendo a Dios compasión.
Los ayes del corazón
que el fuerte enemigo hiere,
y sólo en el campo muere
lleno de pena y dolor.
¡Son tristes notas de amor!
¡son himnos de miserere!
Son efectos de la suerte,
consecuencias de la guerra;
son las ayes que en la Tierra
hace producir la muerte.
Son suspiros al que, inerte,
es pasto de los gusanos,
muerto por locos hermanos
sin conciencia, sin criterio;
ecos son de un cementerio
de recónditos arcanos.
¿Por qué en vez de los cañones
no esgrimen (¡sueño dorado!)
la pluma, el mazo, el arado,
como fuertes campeones?
¿Por qué en vez de las pasiones
por do van a la matanza,
no llegan a la balanza
de la gran fraternidad?
¡La de la Caridad
es del mundo la esperanza!
Surgió en Europa la guerra
por las más cultas naciones;
sus tristes evoluciones
ensangrentaron la Tierra.
Surgió el conflicto que encierra
la hecatombe más notoria
que recuerda la memoria
y sentir pueden los pechos.
¡La que manchó con sus hechos
las páginas de la Historia!

