23-09-10
Juan Fermín Dorta
El que conoció a Enrique Novella (Quique), analista de sistemas, recordará su mirada de medio lado; la mano izquierda siempre apartando un mechón rebelde; la peste del cigarrillo hecho del tabaco negro más fuerte que te imaginas, cigarrillo que blandía en la mano que tuviera libre; su afán desinteresado en ayudar, sin fecha en el calendario; y sus respuestas cortantes pero certeras.
Como analista, el «endevido» tenía entre sus clientes favoritos a uno que yo atendía como vendedor: un importante grupo financiero a cuyo jefe de computación daremos el nombre clave de 3M.
(Enrique Novella)
La «aneda» —pues por lo chusco no merece llamarse anécdota— arranca cuando Novella toma unas vacaciones y no se me ocurre sino enviarle a 3M otro analista lo más parecido a Enrique: fumón, fuerte acento hispano, vocabulario de carretero valenciano, algo tosco en los gestos, etc.
El mismo Quique contaba que cuando llegaba al cliente en moto —cosa rara para la época— tiraba el casco en el escritorio de 3M, prendía un apestoso cigarro negro y le espetaba algo así como un: «Bueno, ¿cuál es la vaina hoy?». Y así se entendieron ellos por años.
La cosa es que cuando el suplente —el de fuerte acento español, etc.— llega al cliente, 3M manda un SOS en que me dice: «Sácame a esta bestia grosera, pero ¡ya!».
Salgo corriendo, y apenas llegando le pregunto a 3M:
—Pero, ¿puedes decirme que pasó? El tipo es español como tú, etc.
—Sí, de acuerdo contigo: habla como Enrique, fuma como Enrique, se expresa como él, pero yo lo siento pasado de grosero—contesta 3M.
—Pero, ¿quién te entiende? Reconoces que hasta se parece a él…»—, le argumento, pero no me deja terminar.
—¡Pero es que a Enrique le queda bien!
—¡No me jorobes, 3M!
Y entre risas se acabó el problema.
Esta fue una anécdota que contamos, dramatizada y todo, delante del jefe de Enrique Novella y de otros personajes de la Sucursal Finanzas, y que se hizo famosa.
Enrique: no lo sabes, pero en los cursos de autoestima que doy, al llegar a temas de empatía y asertividad sale esta entrañable anécdota. Y me produce recuerdos de cuando éramos felices y no lo sabíamos (F. Lacoste dixit).
Juan Fermín Dorta


