[*IBM}– Del baúl de los recuerdos: La impresora IBM-632,… con elásticos / Sergio Stecca

23-10-10

Sergio Stecca

Antes de contar la anécdota que sigue se requiere de una breve descripción del equipo involucrado: una IBM-632 que, en su máxima configuración, estaba compuesta por estas tres unidades:

1) Lectora de tarjetas de 80 columnas

Aparentemente fue un cambio de ingeniería de la perforadora/verificadora de tarjetas de 80 columnas.

Esta máquina se programaba mediante una tarjeta perforada que se colocaba en un tambor y que circulaba en forma sincronizada con las tarjetas de datos que leía.

Entre otras cosas, el programa del tambor definía la ubicación de los campos a leer y el arranque o paso de control de la máquina de escribir o la perforadora de tarjetas.

2) Máquina de escribir IBM estándar

Contaba con un teclado auxiliar numérico, y se programaba mediante una cinta mylar, de plástico, que se desplazaba en orden inverso al carro de la máquina.

En tal cinta se hacían perforaciones que definían el comienzo de los campos, el tamaño y características de los mismos, los cálculos que se efectuaban entre las 8 memorias de 10 dígitos cada una, y que representaban la capacidad total de memoria de esta computadora. También había perforaciones que daban arranque a la lectora y a la perforadora.

3) Perforadora

(IBM-632)

Era una máquina de perforación o digitación de tarjetas de 80 columnas que, además, recibía instrucciones automáticas desde el programa de la impresora y la lectora, y también mediante una tarjeta perforada de programa que, al igual que la lectora, se colocaba en un tambor. Este programa definía el lugar de perforación de los datos, y las funciones de arranque de la lectora y de la máquina de escribir.

Vale la pena destacar que, aunque los programas de las tres máquinas estuvieran bien hechos, todas ellas podían trabarse si alguna no terminaba exitosamente alguna de sus funciones, o si alguno de los programas perdía la sincronización con otro. Obviamente, no existía compilador que permitiera averiguar la causa de la parada.

La anécdota

Fui a atender una llamada de un cliente que, si la memoria no me falla, se encontraba entre Maracay y Valencia, muy cerca de la autopista. Se trataba de una empresa que, entre otros subproductos, hacía papel toilette.

La llamada era porque hacía falta arreglar un programa que por algún motivo dejó de funcionar. Así que llegué con mi perforadora de cinta mylar, algunas cintas de repuesto, unos cuantos clips y una cajita de fósforos.

Estos dos últimos elementos tenían por objeto el reparar o tapar alguna perforación que erróneamente se le hubiera hecho a la cinta mylar. El procedimiento consistía en sacar desde la perforadora de cinta un pedacito de ella, resultado de perforaciones anteriores, ponerlo cuidadosamente en el huequito que se quería tapar, calentar el clip con un fósforo y, suavemente, derretir hasta fundir la cinta con el pedacito.

Este tipo de reparación estaba prohibida por el Departamento Técnico, y me costó algunas «conversaciones» con Csaba Barany, gerente técnico de AM (Accounting Machines) en ese tiempo.

Grande fue mi sorpresa al percatarme de que había un atado de ligas o elásticos que, por un lado, estaba amarrado al extremo derecho del carro de la impresora, y por el otro a un clavo que se encontraba en la pared más próxima.

Como ya expliqué, el sistema entero se trababa si alguna función no se completaba. En el caso que nos ocupa el carro era de 18 pulgadas; en su parte izquierda había una forma continua de facturas con varias copias, y en su parte derecha otro formulario continuo que era el diario de ventas. El programa debía escribir ambos formularios, a la maravillosa velocidad de 10 caracteres por segundo.

Hay que aclarar que en aquellas máquinas no se movía el cabezal de impresión sino el carro. El peso de los formularios continuos, colgando hasta su respetiva caja, impedía que el carro pudiera regresar adecuadamente cuando la máquina recibía la instrucción correspondiente, y lo que el atado de ligas hacía era colaborar con el espiral de acero flexible que la máquina tenía dentro para tal propósito y que, debido al peso de los formularios, ya tenía la máxima tensión posible.

El atado tendría unas 100 ligas de goma, y la tensión debía estar dentro de un cierto rango pues, de lo contrario, o el carro no regresaba al punto o, sencillamente, no avanzaba al escribir. Por tanto, la cinta mylar tampoco cumplía su función y, en consecuencia, las instrucciones de programa perdían la sincronización con las de las otras máquinas, y el sistema total se trancaba. Era como si en un trío musical dos de los músicos tocaran cumbia y al otro tocara joropo.

Como las ligas se iban estirando con el tiempo y, además, su tensión variaba con la temperatura, el operador tenía un atado de repuesto, pero como ajustarlo a diario le tomaba mucho tiempo, exigía una solución… inexistente.

Y aquí se me ocurrió la GRAN SOLUCIÓN: en lugar de agregar o eliminar ligas del atado, y hacer una gran cantidad de pruebas en las que se estropearían varias facturas, ¿por qué no colocar la Impresora más cerca o más lejos de la pared hasta lograr la tensión adecuada? Y así lo hice.

Aproximadamente un año después tuve que volver al mismo cliente para desarrollar un nuevo programa, y supe que el operador no había reclamado más por el problema técnico de la IBM-632 ya que éste había sido resuelto en forma exitosa y práctica.

Sergio Stecca Battistella

13 comentarios sobre “[*IBM}– Del baúl de los recuerdos: La impresora IBM-632,… con elásticos / Sergio Stecca

  1. En mi experiencia como técnico y especialista, puedo contar que en IBM ha habido gente muy brillante, e inclusive algunos que puedo definir seguramente «GENIOS» que con ligas, papelitos u otros artefactos caseros, lograban poner a funcionar las máquinas de una manera impresionante, compensando con esos «remedios caseros» desgastes y desajustes que más bien requerían un reemplazo de alguna pieza, lo cual les habría llevado horas, mientras que así en pocos minutos tenían resuelto «provisionalmente» el problema.

    Lo malo era el día en que caía un pendejo como yo que, desprevenido, al ver algo de eso anómalo se lo quitaba y luego me pasaba dos días reacondicionando y reajustando la máquina de cabo a rabo.

    Y cuando se lo reclamaba a quienes habían hecho la anomalía, tenían la «santa boluntad» de decirme: «Sé que había que hacer lo que hiciste, sólo que yo no tenía ganas de meterme en ese embolado, y estaba seguro de que alguien como tú lo haría…».

    No diré nombres, pero reconozco quehubo uno que con una liguita pudo joderme, y tuve que llamarlo para que me explicara cómo lo había logrado, porque yo fui incapaz de arreglarlo.

    Igual me pasó en República Dominicana donde fui a dar asistencia a una 1130, y allá, y en determinados casos, era «práctica común» en los técnicos de computadoras cortar un triangulito de una tarjeta para aislar algún pin para el diagnóstico, triaungulito que luego se volvía a quitar. Después de un par de días, tiempo en el que conseguí más de una docena de pines que falseaban totalmente las funciones de la máquina, el técnico local me dijo: «Éste es el problema que dio inicialmente». ¡En 10 minutos estuvo resuelto!

    ¡HABÍA CADA GENIO POR AHÍ!

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  2. Tienes razón, Leo. Como sabes, yo no era técnico pero me gustaba colaborar con aquéllos que requerían de ciertos pedazos de programa para cuando se agudizaban las fallas difíciles de detectar y reparar. Incluso algún técnico me surtía de puntas de relay, que ya sabía yo limpiar y cambiar cuando se producían las fallas más comunes. Ahora puedo decirlo porque ya no pueden despedirme.

    Desde niño me gustó la electrónica. Tomé un curso por correspondencia de la Hemphill School y entré a IBM como técnico.

    Cuando trabajé como músico, desde los 16 a los 20 años, yo compraba los amplificadores en kits y los armaba, e incluso me fabriqué un probador de tubos, y en los intermedios de la actuación de mi conjunto cambiaba los que producían ruidos .

    Compartí algunas experiencias electrónicas con Paolo Cavallini mucho antes de que entráramos a IBM. Paolo también era músico y después fue técnico de IBM; además, fue instructor de electrónica en la Escuela Naval. Nunca supe más de él.

    Otro día mandaré una anécdota de la instalación de un nuevo interruptor en el otro IBM-632.

    Gracias por la foto, y un abrazo.

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  3. Sergio, al leer tu mención a Paolo Cavallini, inmediatamente se me puso una sonrisa en la cara, pero luego, al leer lo de que «nunca supe más de él» ya me jodiste. Imagino que si Renato Ragazzoni lo ha leído, también le habrá pasado lo mismo.

    Paolo fue un gran amigo y compañero. A su salida definitiva de IBM, en 1982, sé que fue a parar cerca de Génova (Italia), cuando también estaba allá Renato. Los dos aprovechamos para irlo a visitar y pasamos con él un día muy agradable. Yo quedé en volver a visitarle antes de regresar a Venezuela.

    Justo después de esa visita, emprendí, con mi familia, un viaje a España (que fue cuando la fábrica de Valencia me contrató) pero con la mala suerte de que en Madrid me abrieron el carro y se llevaron mi chaqueta, donde había dejado una cartera con mi pasaporte y una libreta con direcciones y teléfonos, entre los cuales estaban todos los datos de Paolo.

    En mi viaje de vuelta a Italia, como tenía que pasar cerca de Génova intenté localizarlo pero me perdí y no logré ubicar donde vivía. Inclusive intenté contactarlo por medio de Policía y Carabineros, pero no hubo manera.

    Luego empezó mi época de viajes entre Venezuela, Estados Unidos y España y, una vez estabilizado, volví a intentar localizarlo, y hasta con Renato, que había regresado definitivamente a Italia, nos dimos a la labor de intentar localizarlo.

    Por medio de una persona del Consulado logramos dar con su último paradero pero resultó que nos dijeron que ya hacía un par de años que se había trasladado a Holanda, y así resultaba inscrito en el anágrafe de italianos en el exterior.

    Llamé al consulado de Italia en Holanda, pero los datos que me facilitaron no resultaron ser válidos. Por Internet he intentado localizarlo, y ninguno de los Paolo Cavallini que he encontrado tiene nada que ver con él.

    Sé que, también infructuosamente, por su lado Renato ha estado intentando localizarlo; no hemos tirado la toalla, pero ya tenemos menos esperanzas de poder localizarlo.

    Recuerdo que él, antes de llegar a Venezuela, vivió en Ecuador y, también que siempre decía que en Venezuela había encontrado un pueblecito, por Sucre, que era su paraíso para retirarse, alejado del mundo… así que anda tú a saber por donde podrá estar Paolo.

    Si alguien que leyera esto y nos supiera dar información al respecto de Paolo Cavallini, le estaríamos sumamente agradecidos.

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  4. Chamos, ¡ustedes son de los tiempos modernos! La época de oro de los parches y reparaciones «mágicas» por demás ingeniosas se vivieron en la era del Unit Record (UR): 421, 407, 082, 077…

    Por no hablar de una 031, 055, 402, 403 ó una 405 con carro de formas 921; una 552, o tal vez más moderna, una 557,.. ¿Y qué tal una 601, que por sus frecuentes problemitas prácticamente fue imperativa su salida del mercado para dar paso a la 602a?

    Pregúntenle a Julio Viera, quien tal vez se acuerde, o a mi amigo Duplat, con sus 447 derivadas de la 407 original, el que fue encargado del taller de reacondicionamiento de unidades UR.

    Ahí sí era de verdad indispensable la magia, pues no había FRU’s, ni FLT, ni test programs, ni online diagnostics. Había que contactar a Ángel Frías, Vicencio Díaz, Juan Ruiz, Fernando Rodríguez, César Illeras, Ángel Gil, Fernando Frías, y hasta al propio Ramón López o al mismo Noel Ramírez, quien fue el último instructor de UR, entre otros muchos que pueden dar fe de lo que aquí digo.

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  5. José, cada uno puede contar las experiencias que ha vivido.

    Recuerdo que, una vez, Barriga y J. C. Viera (q.e.p.d.) contaron la historia de un técnico —no dieron nombre— que llegó nuevo a una instalación petrolera perdida en uno de esos campos, de ésas donde había muchas perforistas, y, como bienvenida, al llegar le dijo al jefe de la instalación que él era una persona limpia y que mandara a todas esas mujeres a lavarse,… porque ahí había una que olía muy mal.

    Cuál no sería su vergüenza cuando al siguiente día se dio cuenta de que ese típico olor a «sardina» no venía nada más ni nada menos que de unos rectificadores al selenio, de algunas perforadoras, que ya se estaban degradando.

    Anécdotas he oído muchas, sobre todo algunas sobre Efraín Aponte, y recuerdo que en su cena de despedida de IBM, como yo era el más nuevo insistieron en que dijera unas palabras, y yo, como de costumbre, salí con una mía: «Efraín, poco nos conocimos y menos hemos coincidido, pero tu historia te la has labrado a base de bien, en tiempos anteriores a mi llegada. Por tanto, creo que tu paso por IBM no se nos olvidará tan pronto».

    De hecho, yo poco había coincidido con Efraín, ya que, cuando entré en 1969, recibí directamente el curso de la 1130 y nunca trabajé con los «monstruos» de UR que mencionas, pero sí recuerdo anécdotas que contaban Sixto Morales, Cheo Ramírez, Alberto Duplat, Rafael Montealegre (un costarricense), Miguel Badía, y creo que también José Candia.

    Recuerdo que una vez Uwe Petersen me mandó a un cliente, por Sabana Grande, que tenía tabuladoras, y una de ésas tenía un board con tarjetas electrónicas —creo se llamaba ACCA, o algo así— para que yo ayudase a resolver el problema. A punta de osciloscopio, de milagro pude.

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  6. Sí, Leo. En IBM-Capriles, Mezz. 1, había una máquina UR que usaba el ACA para hacr cálculos, y en nuestro ELT nos dieron cursos acerca de ella y tuvimos que programar el bendito ACA para hacer las operciones que nos pusieron como examen.

    Estuvimos en eso todo un día con su noche, pues el examen era a las 08:00 de la mañana del día siguiente, y lo presentamos sin haber dormido.

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  7. ACA fue su segundo nombre. Originalmente se llamó CAM y era un ingenioso attachment en una 407 que realizaba los pasos de cálculo entre tarjeta y tarjeta. Parecido a la 604-521, sólo que más con programa y un poco más sofisticado.

    La anécdota que me tocó vivir fue la instalación del paquetico. Me lo asignó Guillermo Fuenmayor (qepd), que con su jocosidad característica me dijo «Me avisas cuando esté listo».

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  8. Vaya, Efraín, un placer en saludarte. Aunque prácticamente nuestras vidas en IBM casi se cruzaron, tú saliendo y yo entrando.

    Recuerdo una vez que andaba yo con César Yllera y pasamos por un cliente por Sabana Grande, había una tabuladora destapada y un técnico acostado dentro de ella del cual sólo se le veían las piernas (parecía un mecánico debajo de un carro) y Cesar dijo: «Máquina, por favor, no te comas a Efraín».

    Espero que te encuentres bien. Un saludo.

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  9. Muchas gracias, Lucy, pero aún no está todo solucionado. Los respaldos vienen en camino. Falta que lleguen y que yo pueda ponerlos donde deben ir.

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  10. ¡Bendito sea dios!

    Un abrazo, Efrain, que no dejo de pensar en ti. El Meta es mi meta y me siento apurado por llegar hasta el Apure. Eneas que se va, y tu que resucitas.

    Cuanto me gustaría abrazarte y verte de nuevo. Cuantos recuerdos se agolpan en mi mente y pienso que hoy ha sido para mi un día de Gracia.

    Espero que aún te sean reconocidos tus títulos: Conde del Arauca, o mejor: Conde del Cajón del Arauca. Mis respetos y saludos a tus familiares y espero que todos estén bien.

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