06-09-10
Juan Fermín Dorta
Carlos M. Padrón, Juan Fermín Dorta, y Enrique Novella
Carlos, me han llegado algunos comentarios sobre el ELT —mucho cuidado, ¡eh!, siempre positivos—, sin importar quién y en qué época los dirigió, y me gustaría compartirlos con tus lectores.
Cuando entré en IBM me dieron el libro IBM. Sus creencias, el Manual de Ventas —dos libracos impresos en letra Pica 8—, unos folletos, un escritorio, una silla,… y en la nuca la mirada de mi profesor y amigo José Avendaño Araque.
En el aire estaba la promesa de asistir a un curso de dos meses en Cuernavaca (México), y así fue. Agustín Hernández, Luis Somoza, Ángel Fernández, Nelson Galante Gatto, y Juan Fermín Dorta fuimos enviados a México.
Antes de viajar nos había reunido Don José—otro personaje digno del Baúl de los Recuerdos— que nos dijo: ¨Quiero que la presidencia del curso la gane un venezolano¨. Y así fue. Desplegué mis previos conocimientos de sistemas y procedimientos, de técnicas de presentaciones —eso por lo que a veces me dices que soy un encantador de serpientes — y, dale que te pego, me traje esa presidencia.
Hotel Reforma, en el D.F. de Ciudad de México, Casino de la Selva, en Cuernavaca, donde todas las tardes llenaban la piscina de flores,… y yo nadando espalda, estilo Esther Williams en “Escuela de Sirenas”, mientas tarareaba un vals. ¡Epa! Muy varoncito pero, como antiguo competidor de natación, malo con ganas, aunque nadador al fin, gozando aquellos momentos.
Luego la poderosa “chela” y a jugar bowling mientras llegaba la hora de la cena.
Esto sólo duró dos días porque luego nos internaron en la Villa IBM bajo un régimen monástico, ascético, recoleto, escaso de comida y de diversión, etc. Como dijo Messi hace unos días: “¡¡¡La concha de la Venus de Botticelli!!!».
Éste fue mi ELT.
Todos tenemos recuerdos en nuestras vidas —nuestra infancia, el colegio, las vacaciones de verano, el primer amor, etc.— pero este breve artículo da cuenta del principio de una emoción que duró más de una década.
Cuando en todos los cursos y talleres hablamos del sentido de pertenencia, de sudar la camiseta y otras expresiones similares, los amigos IBMistas estarán de acuerdo conmigo en que eso no es sino amor por una empresa que nos dio las mejores oportunidades, nos ayudó a crecer, reconoció nuestros logros y nos dio la segunda oportunidad cuando nuestro rumbo así la necesitó.
Gracias amigos, colegas IBMistas, un fuerte abrazo de Juan Fermín.
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Y sigo con los ELTs.
Cuando nos entrenaron en Endicott (NY) en el Centro de Educación IBM, recibimos varias enseñanzas.
Una de ellas era que nunca se faltara al respeto debido al individuo –un Principio IBM– y otra es que sin faltar a ese principio lo lleváramos a extremos tolerables pues “en el ELT habría una segunda oportunidad mientras que en el campo se podía perder una venta. Y así comienza nuestra historia.
Empieza uno de los cursos, y entre los alumnos está una delicada flor del jardín del rey Salomón. Blanca, estilizada, algo tímida parecía la niña. Como parte de la técnica era que todos participaran a través de dinámicas de grupo, pues que le llega el turno a la humilde florecilla.
Ante aquella Judith prepotente pidiendo la cabeza del Bautista, salió esta dulce criatura, mirada al suelo, como esclava presta al sacrificio. Los 5.752 años de persecuciones estaban representados en su actitud.
No puedo recordad qué tipo de call hicimos, cual fue el tema, qué situación dramatizamos, sólo sé que esa dulce niña aguantó la carga de la brigada ligera pero no pudo contener el llanto. Terminó este dramático call y todo quedó en anécdota.
Pasan los años —“que 20 años no es nada”, como dice el tango— y un día, entrando a IBM, la misma joven que me saluda y me dice:
—Profesor, no me va a creer, pero en la primera visita de mi primer cliente me salió la misma objeción que tratamos en el curso. Salí como una rosa. ¡Gracias, profe!
Y Alegría Levy me dio un tierno abrazo.
A los ELT de mi época asistían habitués: Carlos Padrón, por ejemplo, para aplicaciones financieras; Juan Llorens para Data Base, Symche Wacksol (El Dr. Robertson) para hablar de lo que fuera, que siempre quedaba bien, y así por el estilo.
Era gente profesional que iba a compartir sus conocimientos, pero a veces se hacían invitar algunos que, como no estaban a la altura ni en conocimientos ni en actitudes, no aportaban nada positivo. Bueno, ocurre en las mejores familias.

