06-07-10
Con este tonto, abusivo y forzado uso del ciudadano/ciudadana, oficial/oficiala, policío/policía, camarado/camarada (estos dos, y mil más, son de mi uso particular) voy a recordar a un personajo (el varoncito) y a una personaja (la hembrita).
PERSONAJO
Érase un nacido varón del que nunca supimos nada. Todo en él era un misterio, si era casado o soltero, si tenía o no familia, de dónde era,…. Unos suponían que era peruano, otros que ecuatoriano, etc.
Siempre con sus ojos fijos tras unos gruesos lentes de carey, no compartía, todo en él era un misterio.
Pero que no se tratara de un chismecito porque unía sus manitas en el pecho, torcía su cuellito y se interesaba en el detalle, mientras de su boquita de pollo salían unos «¡¿No, no me digas?!».
Parece que una vez fue técnico, y de ahí pasó a analista hasta llegar al departamento de ventas. Yo nunca supe qué arregló, que programó, qué vendió, qué estudió, o qué sabía, pero ahí estaba como un clásico IBMista.
Nosotros, en cada Club, en cada ida al exterior, siempre buscábamos el detalle cultural para verlo. Que si estaba Andrés Segovia en el Carnegie, ahí te voy. Que si en Nassau, al abrirse el ascensor, salía Louis Armstrong, ahí, a pedirle un autógrafo.
Recuerdo que una noche en Río, estando en la cafetería, una voz me susurró: “Tengo contratado un autobús que nos llevará y traerá a un partido en el Maracaná. ¿Contamos contigo?”. Y antes de saltar de la emoción, cuando me vuelvo casi me desmayo, pues la voz era de Don Jaime Trillas. Y con ese aval nos escapamos a la actividad deportiva.
Y así, medio zanahorias, éramos casi todos.
Pero aquí viene lo del personajo. Mientras nosotros comprábamos un Playboy, este tío un día nos cuenta, entre otras anécdotas, “¡Ay, fui a un baño turco¡ ¡Ay! los hombres con una toallita, y ¡lo que vi! ¡Qué horror lo que hacían”. Y sus ojillos llenos de brillo y su boquita baboseando.
Pues no adivinen: este personajo se metía en esos baños públicos para hombres. Y termina el personajo del año.
PERSONAJA
Ésta si valía la pena. No era bella pero tampoco fea; era, como decían en su tierra, resultona. Gritona, y simpática con su cuerdita. Profesional a toda prueba. Fiel al jefe como “perro de rancho” (refrán venezolano). No pasaba nada sin que él, El Supremo, se enterara.
Como pastora de ovejas, llevaba a su manada de vendedores y analistas por un carril. “Que a dónde vas”, «¿Qué digo si llama?”, «No te me pierdas”, “Cuidado, Many, que te conozco”.
Cuerpo grande, fuerte, sanota, con todo en su punto cual amazona; mejor, como valquiria wagneriana. Y empieza “Los Nibelungos”.
Acto 1. Un día se nos va de permiso, pues se casaba.
Acto 2. El divorcio. Pero, pasados unos largos meses,
Acto 3. Alguien le oye pedir permiso pues debía ir al forense a sacar un acta de virginidad.
¡¡¡Ahora si que el conejo me derriscó la perra!!!
Esto fue oído por alguien que salió al baño de urgencia, y allí lo seguimos todos a ver si se encontraba enfermo. Lo que estaba era “manchado” de la risa.
Bueno, aquello fue fin de mundo. Las leyendas que surgieron sobre cómo, qué, por dónde —perdón— dónde, cuándo, por qué, cuántas veces,….
Fin de fiesta (con toda la compañía)
Años después, viviendo yo en México DF, paseando por San Juan de Letrán veo tremendo anuncio “SE HACEN CIRUGÍAS PREMATRIMONIALES”. Y, como dijo el poeta, “De perrente, se me abrieron los sentíos, y vi claro lo que no oyeron mis oídos”.
(¡Que perfecto y hermoso oxímoron! ¿verdad?).

