Este hombre eminente nació en el mar ocho días antes de llegar al puerto de Jíbara a bordo del buque de sus padres que venía del Puerto de la Cruz de La Orotava, en Canarias. Y he ahí que, por eso, lo colocamos entre los naturales de nuestra provincia.
El hombre es hijo de donde le cupo encarnar, pero no donde ha nacido o bautizado: lo primero forma la causa que lo origine; lo segundo, los efectos que se manifiestan.
Muchos han calificado a Morales Lemus de gran revolucionario en el sentido verdadero de la palabra, pero no era nuestro compatriota sino un propagandista liberal consumado y de buena fe. Lo conocimos y tratamos personalmente.
Una vez nos decía en el Cerro, en su propia casa: «Hay en la redacción de El Siglo jóvenes de talento y entusiastas por la causa de Cuba, que nos quieren precipitar a la guerra, pero el país no está preparado, hoy por hoy, para sostener una encarnizada lucha con los elementos conservadores de la Península… la misión del periódico El Siglo es, pura y simplemente, de propaganda pacífica, con el fin de que esta Perla de las Antillas pueda, dentro de treinta años, llegar al goce de todos sus derechos civiles y administrativos sin derramamiento de sangre ni convulsiones políticas de especie alguna…».
Tal era la manera de pensar de Morales Lemus en los asuntos de Cuba, y si más tarde se lanzó a la revolución armada, culpa fue de las temerarias intransigencias de los elementos perturbadores del país, que a ello lo precipitaron en unión de Aldama y de otros patricios para así apoderarse de los cuantiosos bienes de éstos, bajo la fórmula de «bienes embargados» y así lo consignará indudablemente en su día la Historia. Pero dejemos ahora hablar al ilustrado escritor Enrique Piñeiro, que dice así:
«Morales Lemus nació en el mar y fue bautizado en Holguín, y, a despecho de su falta de recursos, comenzó allí sus primeros estudios que continuó luego en el convento de San Francisco de La Habana y Universidad.
Hasta aquí, como Noda, todo lo debió a sus propios esfuerzos, pero una herencia inesperada lo sacó de la miseria, y pasó a Puerto Príncipe donde se recibió de abogado en 1835, después de lo cual, regresando a La Habana, logró crédito de hábil jurisconsulto y funcionario integro, "siempre se le oyó con asombro y simpatía cuando su voz se alzaba en la Audiencia en defensa de algún criminal, con la autoridad de una larga carrera de triunfos, en que tanto lustre han dado a nuestro foro su probidad y su ciencia".
Morales Lemus, abolicionista por convicción, temprano dio libertad a sus esclavos, mientras sus principios liberales le hicieron participar de las tentativas de López —1851— y le comprometieron más aún en las conspiraciones de Pintó —1855—, por razón de las cuales tuvo que expatriarse y pasar a los Estados Unidos.
No por eso dejó de ejercer después los más altos empleos, y de ser en la época de Dulce uno de los redactores de El Siglo. En el año 66, nombrado comisionado por Remedios para la Junta de Información a Cortes, acrecentó de tal modo su popularidad que fue en Madrid nombrado presidente de ella. Sin embargo, tuvo la audacia de enfermarse la mañana que fueron los miembros de la Junta a besar la mano a Isabel II, y también, comprendiendo todo lo que podía esperarse de aquella farsa, fue el primero que opinó por retirarse y redactar una protesta.
Regresó en marzo de 1867 para asumir el ejercicio de su profesión, mas en octubre del siguiente año estalló la insurrección a la que su carácter no podía ser ajeno. El 30 de enero, cuando por los dominadores de la situación se le buscaba con empeño, dejo ocultamente su casa y logró escapar a los Estados Unidos, por lo que en abril del mismo año le fueron embargadas todas sus propiedades y, conjuntamente, las de su consorte.
En Nueva York se le nombró presidente de la Junta Cubana que allí radicaba y pasó a Washington a pedir derechos de beligerancia a favor de los insurrectos, mas no logrando, a pesar de sus vivas y repetidas gestiones, vencer la tenacidad de Mr. Hamilton Fish, regresó a Nueva York donde se ocupó en excitar los ánimos y agenciar socorros para la revolución.
Trabajando incesante por la libertad de Cuba, falleció en la ciudad de Nueva York el 28 de junio de 1870. Jamás tuvo reposo.
También el padre Jorge Basabe, ilustrado sacerdote, cura párroco de la Iglesia de San Nicolás, nació, como Morales Lemus, en el mar, a pocos días de viaje de nuestras Islas, y por lo mismo lo consideramos natural de las Canarias por más que haya recibido las aguas purísimas del bautismo en la populosa ciudad de La Habana.
Hay que respetar la sublime ley de las reencarnaciones. Luego vienen las pruebas y expiaciones a que todos estamos sujetos, que son efectos de la gran causa.