Natural de Santa Cruz de Tenerife, vino a Cuba a fines del pasado siglo XIX y se avecindó en la ciudad de Puerto Príncipe, donde, casándose con Doña Josefa Carmona, dio origen a la familia cubana, de ilustres patricios y hombres distinguidísimos en las letras, que lleva su honroso apellido.
Dedicado nuestro compatriota al comercio en Camagüey, su probidad le valió ser nombrado para diversos cargos municipales y destinos que desempeñó con notable celo, y sin sueldo.
Obtuvo, entre otros, el de subdelegado de la renta de tabaco —época del Estanco— mientras ejercía la Factoría principal de la misma renta el inolvidable Don Francisco Arango y Parreño, quien acostumbraba decir con frecuencia que «los únicos empleados del ramo de tabacos que eran acérrimos enemigos del Estanco eran él y Armas», de donde puede colegirse todo el bien que estos patricios hicieron a los vegueros, que, por entonces, no podían vender sino al Erario sus ricas producciones.
