11-05-10
Carlos M. Padrón
A una semana de haber publicado aquí el artículo Del baúl de los recuerdos de IBM: Dos genios, éste ha recibido algunos comentarios, y yo algunos e-mails, en algunos de los cuales —tanto comentarios como e-mails— se ratifica lo dicho en el artículo, pero en otros se argumenta que en IBM-Venezuela hubo otros genios además de Hugo Smitter y Fernando Lacoste.
No niego que los hubiera, y por eso en el mencionado artículo no dije que Hugo y Fernando fueran los únicos. Pero ocurre que sí son los únicos acerca de cuyas genialidades sí he recibido opiniones y relatos de diferentes IBMistas (caso de Hugo), y en el caso de Fernando no sólo ha ocurrido lo mismo sino que personalmente pude vivir y comprobar varias de sus genialidades y el tremendo alcance que una de ellas tuvo.
Si acerca de otros IBMistas recibiera yo informaciones de diversas fuentes, como las recibidas acerca de Hugo, y detalles de las genialidades de esos otros, con gusto escribiría en este blog acerca de ellos.
Por ejemplo, en uno de los comentarios recibidos, el amigo y exIBMista Leonardo Masina me dice que en la lista de genios deberían estar Alfredo Carvallo y Ramón López, pero carezco de información de apoyo al respecto.
Mi trato con Alfredo fue casi nulo, como nulo es también el conocimiento que tengo acerca de su andadura en IBM. Sólo sé que pertenecía al departamento técnico, así que poco puedo decir acerca de él.
En cambio a Ramón lo traté mucho y desarrollé por él gran respeto y mayor aprecio, y hasta el propio Fernando Lacoste me ha dicho también que Ramón merece el reconocimiento de genio, pero ni Fernando ni otros han aportado hechos relevantes que yo pueda publicar aquí.
Para colmo, al amigo Ramón López, aunque experto en electrónica, lo conocí siempre como gerente técnico, posición en la que resulta un tanto difícil producir esos hechos, aunque he sabido de uno que merece mención.
En 1962 Ramón López hizo una sugerencia para modificar varias cosas en la máquina IBM-1620, entre ellas los circuitos de multiplicación para que cuando esa máquina multiplicara por 0 (cero) diera un salto al próximo dígito del multiplicador y no efectuara toda la rutina de 3 x 0 = 0, etc.
Por tal sugerencia Ramón recibió de IBM un premio de $250, y a fin de 1962 recibió otro premio porque su sugerencia fue reconocida como la mejor del año y aplicada por IBM, con gran propaganda, a la 1620-2.
En uno de los e-mails arriba mencionados me ha contado Ramón que cuando Hugo Smitter le preguntaba algo sobre electrónica, entendía siempre muy bien la explicación, y al final decía «No hay cosas difíciles, lo que hay es gente que no sabe explicarlas«. Y que defendía la idea de que las ciudades debían estar hechas como un tablero de ajedrez: los cuadros negros con parques, y los blancos con viviendas.
Dicho esto debo añadir que sobre cualquier otro IBMista que mereciera el calificativo de genio no podría yo escribir con tanta extensión y detalle como lo he hecho con las genialidades de Fernando Lacoste, porque algunas de las suyas las viví y hasta me beneficié de ellas, pues me permitieron hacer muy buenos negocios, y no sólo entre los clientes de IBM-Venezuela sino de muchos otros países de América Latina.
Julio/1957. Mitad izquierda de la foto de la cena de graduación del curso de máquinas convencionales dictado en Lima (Perú).| Fila de los de frente a la cámara. De izquierda a derecha: Oscar del Barco, de IBM-Venezuela; Eduardo Romero, de IBM-Venezuela; X1 Méndez, de IBM-Colombia; Jorge Outeda, de IBM-Venezuela; X2 Meléndez, de IBM-Colombia; Fernando Lacoste, de IBM-Venezuela; Akos Puky, de IBM-Venezuela.| Fila de los de espaldas a la cámara. De izquierda a derecha: X3 Gainza, de IBM-Perú, instructor del curso; X4 Ruiz, de IBM-Colombia; X5, técnico de IBM-Chile; Horacio Malcervelli, de IBM-Venezuela. | Si alguien sabe nombres, apellidos u otros datos de los que llevan la ‘X’ (1 a 5), agradeceré que me los envíe por e-mail.
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Julio/1957. Mitad derecha de la foto de la cena de graduación del curso de máquinas convencionales dictado en Lima (Perú). | De izquierda a derecha: Y1 Rodríguez, Gerente Técnico IBM para el Área Suramericana; Ernesto Dusio (q.e.p.d.), instructor del curso, de IBM-Uruguay, que luego vino a IBM-Venezuela; Jorge Soler, de IBM-Colombia. | Estos nombres/apellido y cargos, al igual que algunos correspondientes a la otra foto, los he sabido por cortesía de Oscar del Barco. Si alguien sabe nombres, apellidos u otros datos de los que llevan la ‘Y’ (1 a 2), agradeceré que me los envíe por e-mail.
Alguien dijo que el genio es 1% de inspiración y 99% de trabajo, y hasta en esto encaja Fernando, según podrá comprobarse en lo que sigue, referido al viejo Banco de Venezuela (BV) y a algunas personas que en 1967 formaban parte de su tren ejecutivo.
Se trata de algo que, según el propio Fernando, puedo publicar porque los ejecutivos involucrados o han muerto o ya no están en aquel BV, desparecido en los años 90.
Fueron ellos personas que, como José Antonio Ramírez Carabaño, Antonio José Castro Hernández (y otro, de origen español, cuyo nombre pondré aquí cuando lo averigüe), tomaron una decisión que, según explicaré más abajo, fue riesgosa pero valiente e histórica porque cambió la forma de operar de la Banca en Venezuela, y tal vez en varios otros países.
Cuando tuve como cliente al BV, traté con los dos primeros, ya muertos (q.e.p.d.), pero en especial con el Sr. Ramírez Carabaño a quien apodaban cariñosamente Ramirote y que se ganó mi afecto y mi respeto.
En 1967 —y según conté en parte en Computación Personal, herramienta indispensable – 8: Teleproceso. (Paquete en línea para Bancos)— fue el Banco de Venezuela el se prestó como conejillo de indias para que Fernando Lacoste intentara hacer realidad lo que luego fue el manejo online de las cuentas de ahorro.
Tal ofrecimiento fue producto de la gran preocupación que causó en el Banco el hecho de que, manipulando el sistema de cuentas de ahorro, que entonces se manejaba mediante un tarjetón impreso por una máquina de registro directo, un operador había desfalcado al BV cinco millones de bolívares, para entonces más de un millón y medio de dólares,… de aquella época.
Para evitar este tipo de desfalcos, Rafael Mora, entonces vendedor IBM para el BV —y en 1971 mi primer gerente en IBM— tuvo la idea de instalar en el escritorio del supervisor de cuentas de ahorro del Banco un terminal IBM-1050 que avisara sobre cada operación fuera de lo normal que se hiciera en esas cuentas. Como suele ocurrir en el caso de ideas nuevas, ésta, y también la que le siguió, encontraron bastante oposición dentro de IBM-Venezuela.
Fue el propio Fernando quien, desde USA, donde había ido a estudiar en detalle el terminal IBM-1050, informó de que éste no serviría para poner en práctica la idea de Rafael Mora.
Pero cuando poco tiempo después se anunció el terminal IBM-1060, Fernando vio que sí sería viable la realización de un proyecto más ambicioso que el anterior: el manejo online de las cuentas de ahorro mediante un ‘paquete’ de programas.
Julio/1957. Horacio Malcervelli y Fernando Lacoste durante el curso de máquinas convencionales dictado en Lima (Perú).
Se consiguió la necesaria aprobación del BV —que, como ya dicho, presionado por lo del desfalco se ofreció de conejillo de indias—, y para ese proyecto online se formó un equipo en el que, además de Fernando, estaban Jorge Outeda y Julián Mejías, pero la idea de cómo hacer el paquete online y la responsabilidad de ponerlo a funcionar fueron de Fernando, y fue él quien, programando en el difícil lenguaje de Physical I/O, o lenguaje de máquina, concibió y realizó los programas.
Una vez casi listos éstos, y debidamente empaquetados —de ahí el nombre de ‘paquete’—, las pruebas, o paralelo de operaciones, para determinar qué tan bien realizaba el paquete su trabajo tenían que hacerse en la noche cuando el BV había desocupado su computadora IBM-360.
Era entonces, en plena noche, cuando Fernando entraba en el BV, comparaba los resultados de las transacciones hechas en el día por las agencias, desde los terminales1060, con las transacciones del reporte general que con todas ellas generaba la IBM-360, y trabajando en las diferencias —muchas de las cuales ponían en evidencia errores de algunos de los programas integrantes del paquete, o de algún terminal—, hacía las consiguientes correcciones y lograba el cuadre, que era vital para el Banco.
Los ya mencionados ejecutivos del BV no sólo asumieron el riesgo de aceptar la idea del paquete online sino que permitieron a Fernando que entrara a la sala de máquinas, ubicada en el interior de la oficina principal del BV, en la Av. Urdaneta (Caracas), a cualquier hora del día o de la noche y de cualquier día de la semana. O sea, que por mucho tiempo le dieron acceso libre y no vigilado a la oficina principal del Banco en la forma que hoy se llama 24/7 (= 24 horas los 7 días de la semana).
Por si esto fuera poco, junto a esa sala de máquinas instalaron una cama para que Fernando pudiera dormitar un rato durante su trabajo nocturno.
A veces el dormitar no lograba reducir la presión que ese trabajo y la responsabilidad a él asociada le producían, y, según Julián Mejías me contó una vez, en horas de la madrugada, cuando la ciudad aún dormía, Fernando solía irse a Sabana Grande —la que en la Caracas de entonces era la “Quinta Avenida”, o sea, la vía comercial por excelencia— y le hablaba a los maniquíes exhibidos en los muchos escaparates, lo cual hizo que Mejías temiera por la salud mental del abnegado Fernando quien, luego de su “conversación” con los maniquíes —en la que cabe suponer que les contaba sus problemas con el paquete y los terminales—, regresaba al Banco e implementaba la solución que por ese extraño medio había descubierto.
Julio/1959. Foto tomada en el centro de cómputo de IBM-Venezuela cuando estaba en la Av. Urdaneta, esquina de Urapal. | De atrás hacia adelante, y de izquierda a derecha: Horacio Malcervelli, técnico de IBM-Venezuela; Y1, técnico de IBM-Colombia; Y2, técnico de IBM-Argentina; Eduardo Mireles, entonces gerente de ese centro; Y3 (sentado), técnico de IBM-Argentina; Elba Soto [1], «Miss IBM-Urapal» porque, según me cuentan, traía de cabezas a todos los hombres que allí trabajaban; y en cuclillas, Armando Girola, técnico de IBM-Venezuela. | Si alguien sabe nombres, apellidos u otros datos de los que llevan la ‘Y’ (1 a 3), agradeceré que me los envíe por e-mail.
Esta conducta de Fernando es prueba de pudor profesional, trabajo arduo, sacrificio personal, dedicación sin límites, y búsqueda de la excelencia, algo que no viene necesariamente con un título aniversario que, por cierto, Fernando no tenía, como tampoco lo tenían otros muchos IBMistas que con sus logros contribuyeron al crecimiento, negocio y prestigio de IBM.
En la ristra de estas cualidades, todas ellas entre las que componen el 90% de trabajo requerido para llegar a ser genio, falta algo que poco tiene que ver con la genialidad: la honradez.
Por mucho tiempo Fernando tuvo, sin vigilancia alguna, libre acceso a todas las cuentas de ahorro del BV, y, como tuvo la oportunidad y el conocimiento necesarios, bien pudo distraer dinero de ellas aunque sólo fuera para forzar un cuadre y trabajar menos.
Pero no lo hizo, correspondiendo así a la total confianza que los ejecutivos del BV habían depositado en él y en la empresa para la que trabajaba: IBM, la compañía que por muchos años fuera, en Venezuela y en el resto del mundo, la más apetecida por quienes buscaban un buen lugar donde trabajar.
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Fotos cortesía de Horacio Malcervelli.
[1] El nombre de esta dama me llegó primero por vía de Noel Ramírez. Hubo opiniones en contra, pero la confirmación me llegó luego por vía de Jairo Martínez y, por último, de Jaime Villalta. Mil gracias a todos.
