[*Opino}– No somos nadie en el celo oculto

¡Esta Doña Remedios se las trae! ¿¡Cómo se le ocurre levantar contra las mujeres “infundios” como éstos!?:

  • Cuando la mujer ofrece sexo fuera del periodo fértil, hay que sospechar que está intentando obtener algo del macho
  • Cuando la mujer adquiere el equipo permanente (un par de nalgas, un par de tetas, y unos mofletes sin barbas), puede conseguir muchas cosas del macho
  • Las hembras humanas negocian con el sexo
  • La mujer tiende a dominar el sexo y rentabilizarlo según sus intereses.

No puedo dejar de celebrar que en varios de estos puntos coincida en lo que he dicho en varios artículos publicados en este blog, entre otros en algunos sobre el drogamor, en Análisis de inversión, en ¿Quién dijo que las mujeres son interesadas?, y en Con motivo del Día Internacional de la Mujer donde, entre otras cosa, escribí que

Tal parece que las integrantes de este colectivo [feministas] no han caído en cuenta de que la moneda de cambio que por siglos les dio tan buenos resultados ha quedado devaluada por ellas mismas y ya no sirve para lo que antes sirvió.

que es lo que final del artículo que sigue dice, en otras palabras, doña Remedios:

La época dorada del macho humano está entrando en su apogeo: por fin sexo gratis y sin compromiso. Y, además, es un regalo de las feministas.

Carlos M. Padrón

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09-04-10

Remedios Morales

No somos nadie en el celo oculto

Las hembras suelen estar poco interesadas en el sexo salvo cuando tienen un óvulo maduro preparado para ser fertilizado. Cuando una hembra ofrece sexo fuera del periodo fértil, hay que sospechar que está intentando obtener algo del macho.

La hembra humana, que es la más inteligente, es receptiva incluso durante el embarazo, y ha perdido las señales de ovulación. Para borrar el celo o, lo que es lo mismo, estar siempre en un falso celo, hay que sustituir las señales honestas de receptividad puntual por otras falsas y permanentes. O sea, cambiar las señales puntuales de celo durante el estro por un par de nalgas, un par de tetas y unos mofletes sin barbas.

Una vez que se adquiere el equipo permanente, se pueden conseguir muchas cosas del macho. Y, además, el macho humano también sale ganando. Pensad en lo que habría ocurrido si la hembra humana hubiera sido honesta y hubiera ofrecido sexo sólo para reproducirse:

Sin celo oculto no sería posible abrir la Bolsa, ni el Banco de España, y además los aviones se estrellarían y los pacientes morirían en los quirófanos

Porque las taquilleras del metro, las azafatas y las doctoras sacarían a relucir unos traseros como lombardas, pidiendo cochinadas a grito pelado, y los hombres se darían collejas o harían cola –depende– para faenar. Menuda ordinariez.

Sin celo oculto perderíamos a papá

Papá no es partidario de los matrimonios blancos. El papel del hombre, como padre y marido, es reciente, y el sexo no es ajeno a él. El hombre no es un macho paternal y monógamo por instinto. No podría formar parejas estables sin sexo, para criar a los hijos, como hacen muchas aves, muchos mamíferos e incluso monos. Pero, ¡ojo!, los primates monógamos viven en parejas aisladas, con sus crías. En cambio, ocultando el celo, los humanos podemos ser fieles y sociales.

Sin celo oculto, las hembras humanas no podrían negociar con el sexo

Las hembras chimpancés, aunque no estén en celo, se acercan al macho y le ofrecen sexo. No es más que un simulacro de coito, un polvete a capella, suficiente para robarle la comida que tiene en la mano. Donald Symons opina que la hembra humana hacía lo mismo, y que una hembra conseguiría más regalos cuanto más se prolongara el celo ?al menos en apariencia?, y así criaría a sus hijos más gorditos. Esta teoría coincide, en gran medida, con un trabajo de la antropóloga Kristen Hawkes en el que explica que, en las tribus cazadoras-recolectoras, la caza era utilizada por los hombres como dinero de bolsillo para pagar adulterios. Vale, vale. Somos putones desorejados y, además, adúlteras.

Sin celo oculto, las hembras humanas no podrían mosquear a los machos

Richard Alexander y Katherine Noonan opinan que si una hembra consiguiera desconcertar al macho acerca del momento de la ovulación podría retenerlo ofreciéndole sexo, porque si éste la abandonara existiría la posibilidad de que otro macho la tomara justamente cuando estuviera ovulando de verdad. Si se queda con ella, el macho obtiene la certidumbre de su paternidad y obtiene sexo seguro, y la hembra gana la fidelidad de su pareja, así como su ayuda para criar a los nenes.

Sin celo oculto el butanero mataría a los nenes 

Según una sociobióloga, Sarah Hrdy (así, sin ‘a’), el celo oculto, al contrario de lo propuesto en la conjetura anterior, no surgió para clarificar la paternidad, sino que la hembra humana manipuló a los machos y se hizo promiscua para neutralizarlos, diluir la atribución de la paternidad y así evitar el infanticidio que suelen cometer los machos para provocar que las hembras entren en celo. ¡Pero eso es lo que hacen las hembras chimpancés, y tienen celo! Además, la promiscuidad, después de todo, no fue la estrategia escogida por la evolución para las mujeres.

Los biólogos suecos Birgitta Sillen-Tullberg y Anders Moller aportan algo más de luz en un trabajo recogido por Jared Diamond y en el que se llega a la conclusión de que la ovulación oculta ha dado más vueltas que un tiovivo, e invertido su función durante la evolución.

Y si nuestras antepasadas borraron el celo y se hicieron promiscuas para evitar el infanticidio, luego utilizaron este fenómeno para hacerse monógamas. Añade Diamond que no es raro en la evolución que una característica que sirve para una función comience también a servir para otro fin, y que, por ello, se modifique e incluso pierda la función original. Así, los factores que hicieron emerger los rasgos distintivos de nuestra sexualidad no tienen por qué ser los mismos que hoy día mantienen la funcionalidad de esos rasgos.

Sin celo oculto la ruleta vaticana habría funcionado

La sociobióloga Nancy Burley explica que la muerte en el parto y el puerperio ha sido un azote para las mujeres desde que, al andar erguidas, se les estrechó el canal del parto. Si la hembra humana hubiese tenido conocimiento de su propia ovulación, no habría dejado descendencia. Esta teoría tiene mucha miga porque viene a decir que, si pudieran escoger, las mujeres no tendrían hijos. Pues, mira por dónde, es lo que está pasando.

Evelyn Shaw y Joan Darling, biólogas y feministas, en su libro Strategies of being female sugieren que el celo no se perdió porque tuviera que ocultarse, sino porque llegó un momento en el que la receptividad quedó desconectada de los picos hormonales de la ovulación. Para las mujeres, la imposición de estar disponible siempre fue la causa de que no estuvieran receptivas realmente en ningún momento del ciclo. La pérdida del celo y la continua disponibilidad sexual sirven tanto para afirmar que la mujer está receptiva constantemente como para sostener que, realmente, no está receptiva jamás. Éste sería el patrón de la santa esposa que alega dolor de cabeza para escaquearse.

Todo esto –y más– es lo que ocurre cuando una hembra inteligente aprende a dominar el sexo y rentabilizarlo según sus intereses. Pero las ministras y consejeras, que son la pera de listas, han decidido, a estas alturas de la evolución, que la prostitución no es políticamente correcta, que el sexo debe ser gratuito, y que las chicas deben liberarse y dar sexo a cambio de nada, aunque luego aborten o cojan el sida.

¡Mátame, camión! La época dorada del macho humano está entrando en su apogeo: por fin sexo gratis y sin compromiso. Y, además, es un regalo de las feministas.

Libertad Digital

Cortesía de Leonardo Masina