[*Otros}– “Tierra Canaria”, o la búsqueda de la identidad isleña en Cuba / Manuel de Paz: Un pueblo ultrajado

“Tierra Canaria”, o la búsqueda de la identidad isleña en Cuba (1930-1931), es un trabajo de Manuel de Paz realizado con cargo al proyecto PI1999/085, subvencionado por la Dirección General de Universidades e Investigación del Gobierno de Canarias.

Publicado en Padronel por cortesía del Dr. Juan Antonio Pino Capote.

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Selección de textos de Tierra Canaria (La Habana, marzo de 1930 a julio de 1931).

Incluimos en este anexo una colección de textos representativos de la revista isleña de Cuba, donde pueden apreciarse elementos sustantivos de su línea editorial. La inmensa mayoría de estos trabajos son debidos a la pluma de su jefe de redacción, Tomas Capote Pérez, aunque se incluyen, como antes se dijo, algunas colaboraciones de Antonio Pino Pérez,

igualmente útiles para analizar la vertiente nacionalista de Tierra Canaria.

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Un pueblo ultrajado

Tomás Capote

El 25 de noviembre pasado fue objeto la bella capital tinerfeña de los más inicuos atropellos, por parte de los representantes del Gobierno que padecemos en aquel pedazo de nuestra patria.

Un justo movimiento de protesta del pueblo de Santa Cruz de Tenerife por la supresión de la escala de vapores de la Trasatlántica

Española en aquel puerto, originó el lamentable acontecimiento. Un gobernador salvaje, perfecto hijo del mandarín hispano, dio órdenes terminantes de disolver la manifestación, que se dirigía al Gobierno Civil a exponer razonadas quejas por el despojo que se acababa de hacer al pueblo.

 

De pronto aparece en escena ese cuerpo, odiado de todos los canarios, que se llama la Guardia Civil, tristemente celebre desde las inolvidables hazañas de El Molino, que llenaron de luto y de espanto a la floreciente ciudad de Las Palmas. La Benemérita,

auxiliada por el Cuerpo de Seguridad, ametralló furiosamente al pueblo en las calles de la capital, sin respetar ni a las mujeres ni a los niños, obediente a la torpe consigna, dejando sobre el pavimento un muerto y gran numero de heridos, la sangre de cuyas víctimas jamás se borrará en el recuerdo de los tinerfeños, quedando allí como un borrón para España y como una manifiesta denuncia de la incapacidad y del error de los hombres que la desgobiernan.

Es así como los esbirros del Gobierno español corresponden a la hospitalidad e hidalguía de un pueblo noble, sufrido y generoso. Es así como se quiere imponer el amor a una bandera y el respeto a una corona, cuyo peso gravita sobre nuestras peñas con cinco centurias de ostracismo y de dolor.

Cuando aún nuestras hermanas, Lanzarote y Fuerteventura, elevan suplicantes sus gritos angustiosos por la sed a que se les tiene condenadas, en tierra tinerfeña los rifles de la Monarquía atraviesan a balazos a nuestros indefensos compatriotas sólo por el delito enorme de pedir una reparación para sus derechos atropellados.

El 25 de noviembre de 1930 se grabará en la Historia de Canarias como un imperecedero crespón de luto; pero pasará también al través de todos los tiempos como un resonante grito de rebeldía isleña cuyos ecos repercutirán en las oquedades de aquellos barrancos y de aquellos riscos como un desesperado anhelo de justicia y de liberación.

El pueblo tinerfeño supo ocupar su debido puesto en ese día aciago que comentamos, y buena prueba de ello la dio en imponente  manifestación integrada por más de treinta mil almas, que recorrió las calles santacruceras levantando cívicamente su voz y enfrentándose con la Guardia Civil, esa guardia terriblemente trágica, la imagen de cuyos tricornios aún llevamos en nuestra mente como una horrible y escalofriante pesadilla, a pesar de nuestros veintidós años de ausencia de la tierra guanche.

Todo buen canario debe meditar sobre estos acontecimientos insólitos, no tan sólo para pedir el castigo merecido a esos criminales atentados y para ese gobernador civil, mil veces maldecido, sino también para vislumbrar en el porvenir el alcance de estos sucesos, heraldos quizás de una nueva aurora para el Archipiélago Canario.

TIERRA CANARIA se une profundamente al pesar que embarga en estos momentos al pueblo tinerfeño, y al mismo tiempo consigna su más enérgica y viril protesta por el ultraje a la noble patria de Tinguaro.

La Habana, Enero de 1931.

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