El venerable religioso de quien vamos ocuparnos nació en el pueblo de Vilaflor de la isla de Tenerife.
Fue Pedro de Bethencourt el fundador de la Orden de Betlemitas, de los hospitales de caridad y de los primeros institutos de enseñanza gratuita de Guatemala.
Los betlemitas pertenecieron a una congregación de religiosos que existió en Inglaterra hacia el año 1257, pero se tienen muy pocos datos acerca de esos monjes. Lo que se sabe con toda certeza es que su hábito se diferenciaba del de los dominicos por una estrella roja de cinco puntas en cuyo centro se destacaba un diminuto disco de color azul en memoria de la misteriosa estrella que condujo a Belén a los Reyes Magos de Oriente.
Un autor dice que esa institución no llegó a ser muy conocida, que sólo lo fue la instalada por los hijos de las Canarias para cuidar a los enfermos, «sobre todo la fundada por Pedro de Bethencourt, gentil hombre de Cámara, que nació en 1619 de una familia noble del pueblo de Vilaflor, el cual instaló en Guatemala un "Hospital de Canarias", un convento y una escuela gratuita para enseñanza de los pobres, bajo la vocación de Ntra. Sra. de Belén».
De manera que dejamos comprobado que fray Pedro de Bethencourt fue el primer apóstol de la caridad, propagandista sapientísimo de la enseñanza gratuita en Centroamérica.
Otro distinguido cronista refiere la vida y hechos de este hijo de las Afortunadas en la forma siguiente:
«El piadoso varón cuya vida de abnegación y virtudes vamos a referir vio la luz por vez primera en el pueblo de Vilaflor de Chasna, de Tenerife, el 16 de marzo de 1619. Fueron sus progenitores Amador Bethencourt y Ana García. Poco refieren las crónicas de aquel tiempo de los primeros pasos de este humilde siervo de Dios, los cuales transcurrieron en la obscuridad más completa y a cargo de una tía en la ciudad de San Cristóbal de La Laguna. Se sabe que aprendió latín en el convento de franciscanos de aquella ciudad, y que desde muy temprano se entregó al estudio de los Santos Padres. Sirvió algunos años en el citado convento, ejercitándose con frecuencia en obras de caridad. Visitaba diariamente el hospital y se ofrecía siempre a cumplir los trabajos más humildes y las obras más serviles, con tal de que fueran en alivio de la humanidad doliente. Pero este hijo benemeritísimo de las Canarias maduraba en el fondo de su corazón lo que pudo más tarde poner en ejecución.
Comprendió desde luego que su patria natal no era el teatro a propósito para establecer con sólidas bases el benéfico instituto que se proponía fundar. Era preciso ante todo contar con hombres decididos a sobrellevar con valor y constancia una vida de abnegación y pobreza, y se propuso encontrar en América los elementos necesarios a su proyecto.
Embarcose, pues, con este propósito en abril de1650 para Veracruz. Recorrió los principales estados de México, dirigiéndose más tarde a Guatemala, en cuya ciudad se estableció fundando en 1655 su Instituto de Hospitalidad y Enseñanza Gratuita de primeras letras.
Auxiliado el venerable Pedro de Bethencourt por otros virtuosos compañeros, rehusó con singular modestia el título de prefecto general de la Orden de Betlemitas que acababa de fundar, pero fueron vanas sus razones. La orden crecía y los pueblos de esas comarcas la acogían con entusiasmo por entonces, siendo aprobada en 1674 por el Papa Clemente X, confirmándola después — así como sus capitulares— el 26 de marzo de 1687, el Pontífice Inocencio XI, señalándole la regla de San Agustín.
Durante doce años estuvo al frente de su congregación el celoso hijo de Vilaflor, desempeñando su delicado ministerio con grandes ejemplos de virtud. Propagó la enseñanza entre los pobres indios e hijos del pueblo, y cuidó con mucho esmero de los hospitales que se hallaban a cargo de la orden; Pero mucho más habría hecho el bondadoso tinerfeño si una enfermedad aguda no hubiera venido a privarle de su preciosa vida el 25 de abril de 1667. Cuarenta y ocho años tenia el venerable Pedro de Bethencourt cuando la humanidad lo perdió.
La forma de su virtud, de su caridad sin par, de sus constantes desvelos en beneficio de los pobres y enfermos, de su particular abnegación, de su excesiva humildad, hizo que el 30 de junio de 1771 el Papa Clemente XIV, por un decreto firmado y publicado en la Sacristía de los Doce Apóstoles, declarase que el venerable hermano siervo de Dios, Pedro de San José Bethencourt, fundador de la Orden de Betlehemitas, era virtuoso en grado heroico, lográndose poco después su beatificación.
