¿Quién no conoce la vida política y militar del primer duque de Tetuán y primer conde de Lucena?
Este eminente hombre de Estado contribuyó en los destinos de España como primer Consejero de Isabel segunda, fundador y Jefe del partido político de «Unión Libera».
Nació en 1808 en Santa Cruz de Tenerife, abrazó desde muy joven la carrera de las armas, y en 1833, a la muerte de Fernando VII, ya era coronel efectivo.
Al fallecimiento de este monarca se declaró partidario de la nueva ley de sucesión al trono, y de la regencia de María Cristina de Nápoles, peleando con distinción contra los partidarios del Infante Carlos Isidro de Borbón en la guerra civil llamada de los «Siete Años».
Cuando Espartero fue nombrado regente del reino, O´Donell, fiel a la reina madre, resignó el mando, y después de haber protegido la retirada de esa reina hasta la frontera, abandonó España fijando por algún tiempo su residencia en Orleans, sin dejar por eso de fomentar la contra-revolución que más tarde traería al poder a sus amigos.
El 20 de octubre de 1843, O’Donnell fue nombrado capitán general y gobernador de la isla de Cuba donde estuvo dos años, emprendiendo varias mejoras de importancia.
En primer lugar, y con arreglo a sus extraordinarias facultades, estableció la tenencia del gobierno de Mariel, habilitó puertos de Cárdenas y Sagua la Grande, y redujo los derechos de exportación de azúcares en atención a estar considerado este importantísimo ramo como una de las riquezas del país, declarando libres de derechos a la miel y el aguardiente.
Bajo su gobierno se estrenó el ramal del camino de hierro a Batabanó, y el 1° de enero de 1844 el de Bemba —hoy Jovellanos— a Navajas, continuando las 29.5 millas la línea importantísima de Cárdenas.
Se botaron al agua el bergantín de guerra “Habanero” y la corbeta “Luisa Fernanda”, construidos ambos buques en las gradas del arsenal de La Habana, según lo dice el historiador D. José M. de la Torre, correspondiéndole asimismo al ilustre hijo de Las Afortunadas la gloria de la instalación de la torre del faro del puerto de La Habana, donde los viajeros pueden leer esta inscripción:
«O’DONNELL. 1844».
A su regreso a la Península, en 1845, tomó asiento en el Senado uniéndose con la oposición al ministerio de Bravo Murillo, y entonces Narváez, presidente del Consejo de Ministros, le dio el cago de Director General de Infantería, que desempeñó hasta 1851.
En 1854 fue nombrado por Espartero Ministro de la Guerra, Capitán General de los Ejércitos Nacionales, y Conde de Lucena, título que recordaba uno de sus más brillantes hechos de armas.
En Julio de 1856, por haberse pronunciado contra la situación, fue nombrado Presidente del Consejo de Ministros, y encargado por Isabel II de formar nuevo gabinete, cuyo alto puesto desempeñó hasta el 12 de octubre del mismo año, sustituyéndole Narváez.
En 1858 volvió de nuevo a la presidencia del Ministerio con la Cartera de Guerra, en cuya época tuvo lugar la declaración de guerra contra Marruecos.
Nombrado general en jefe del ejército expedicionario, hizo en la costa de África un feliz desembarco con sus tropas, y tres batallas libradas contra el ejército marroquí —9 y 15 diciembre de 1859, y 14 de enero de 1860— así como la toma de Tetuán —6 de febrero de 1860— determinaron al Emperador marroquí a firmar un tratado, dándole cumplida satisfacción a España.
Este rápido y feliz suceso le valió a O’Donnell la grandeza de España de Primera Clase y el título de Duque de Tetuán, y ya desde el mes de enero de 1856 estaba condecorado este hijo distinguidísimo de Canarias con el Cordón de la Legión de Honor.
