24-03-2009
Carlos M. Padrón
Perico y Julia se casaron en El Paso a finales de la década de los 40, si mal no recuerdo, y emigraron a Venezuela, al igual que en aquella época hicieron muchos jóvenes de mi pueblo.
En Caracas, donde se residenciaron, trabajaron duro, no sólo para conseguir medios económicos, sino también para conseguir descendencia, pero en lo primero no les fue muy bien, y en lo segundo fracasaron, pues Julia no quedaba embarazada por más “esfuerzos” que Perico hacía. Y digo esfuerzos porque, según el mismo Perico contaba a sus íntimos —entre los que me encontraba— Julia no colaboraba en la medida en que él creía que debía hacerlo.
Después de algunos años buscaron ayuda médica, y el diagnóstico fue que Julia no podía concebir. Hubo llantos y lamentos, pero al final, como siempre ocurre, se impuso la aceptación de la realidad.
Sin embargo, cuando Perico insistió en seguir con el acostumbrado ritmo de los contactos sexuales, Julia, molesta, le preguntó que para qué si ya el médico había dicho que ella no podía concebir. Y entonces fue cuando Perico comenzó a sospechar que a Julia, que era una excelente cocinera y le gustaba mucho comer, no le gustaba follar.
De sus relatos, en algunos de los cuales estuve presente, se deducía que Julia tenía un cierto grado de frigidez, y de ahí la frustración de Perico.
En una sesión mañanera de un sábado caraqueño, Perico volvió a lamentarse de la falta de respuesta sexual de Julia, y como comentó que esa noche estaban ambos invitados a una boda, uno de los asistentes a la sesión le dijo a Perico que era sabido que el alcohol exacerbaba la libido en las mujeres, pero podía disminuir la del hombre, por lo que le recomendó que hiciera lo posible por que Julia bebiera bastante en la boda, que él se abstuviera de beber mucho, y que, de regreso ya en la casa, probara a hacerle el amor a Julia a ver cómo ésta reaccionaba.
El resultado de tan “científico” experimento lo supimos por boca del propio Perico al día siguiente. Éstas fueron, más o menos, sus palabras, dichas con una emotividad que rayaba en la ira:
«Me las arreglé para que Julia bebiera bastante en la boda, pero yo no bebí mucho. Cuando a las 2 de la madrugada iba yo manejando rumbo a la casa noté que ella estaba más alegre que de costumbre, y me dije “¡La receta funcionó! ¡¡Esta noche sí va a responder!!”.
Ya en la casa, nos fuimos enseguida a la cama y yo puse manos a la obra. De pronto noté que Julia sonrió con picardía y, emocionado, porque pensé que la cosa le estaba gustando, le pregunté “¿De qué te ríes?”, y me respondió “No, de nada”».
Todos los presentes, que conocíamos bien a Perico, sabíamos que esta respuesta, no importando de quien viniera, no fue nunca bien aceptada por él, pues sospechaba que querían ocultarle algo y eso le molestaba mucho. Así que anticipamos que su posible orgía no había tenido buen fin, pero dejamos que continuara con su narración de los hechos.
«Yo seguí en lo mío, pero como ese “de nada” me estaba urgiendo1, cuando vi que Julia volvió a sonreír y otra vez me entusiasmé porque creí que de verdad le estaba por fin gustando la cosa, ya no pude aguantarme y le exigí que me dijera de qué se reía. Y la muy %$#? me respondió “Es que estoy pesando que para el almuerzo de hoy te voy a hacer unas garbanzas con patitas de cochino”».
La que se armó entre ellos, a pesar de lo inapropiado de la hora, fue de cuidado, y tanto que ese mismo domingo, cuando bien temprano se fue Perico a la sesión antes mencionada, Julia convocó una reunión de amigas para pedir consejo, y cuando todas concluyeron que la posición de Julia en cuanto al sexo no era normal, ella, más asombrada que triste, se limitó a responder:
—¡Pues a mí eso no me gusta! ¡Yo no sé qué le ven! Ese hombre se despierta todas las mañanas con el chisme2 parado como el palo de una bandera. ¡Quita, quita pa’llá! ¡A mí no me gusta eso!
***
[1] En el léxico pasense, “mortificándome, dándome vueltas en la cabeza”.
[2] En el léxico pasense, cualquier cosa, coroto, tareco, etc. Algo a lo que no se le llama por su nombre, bien porque no se sabe o porque no se quiere.
