[*Otros}– EL templo de San Andrés – Arte e historia en la villa de San Andrés y Sauces, La Palma (3/3)

28-11-08

José Guillermo Rodríguez Escudero

Entre las esculturas que se custodian en el interior de este precioso templo, se encuentra la de la Virgen del Rosario, en su capilla colateral de la Epístola.

Como titular de la misma, dotada en 1688 por el Beneficiado Matías de Abreu y Martín, desde finales de 1690 preside el retablo levantado en la misma a expensas de su fundador y patrono. Venía a sustituir una primitiva imagen de candelero de idéntica advocación, documentada con anterioridad, que en 1686 se veneraba en un nicho de madera costeada también por el presbítero mencionado y su familia.

La preciosa imagen mariana guarda cierta similitud con su homónima de Barlovento: en su peinado, en el tocado, en el tipo de indumentaria, en la dulce expresión de su semblante, en la disposición del Niño en brazos, etc. La imagen “matrona de majestuosa monumentalidad” está inspirada en los ideales clásicos de belleza, equilibrio, sobriedad y reposo.

Se le ha considerado como pieza representativa de la escultura flamenca de la primera mitad del siglo XVII. En el ático de este bello retablo se halla colocada una pintura sobre tabla de 1694, Desposorios de la Virgen y San José, obra de Bernardo Manuel de Silva. Pérez Morera nos informa de que “la composición, presidida por la paloma del Espíritu Santo, dentro de un resplandeciente rompimiento de gloria, es sencilla y simétrica, faltando la tradicional figura del sumo sacerdote en medio de la pareja”.

La Virgen sostiene en sus brazos al Niño Jesús, envuelto en pañales, que tira de la toca que cubre a su Madre, en una escena llena de ternura, encanto y sentimiento. El Niño mantiene en su mano el símbolo del pecado original: la manzana. A los pies de la Virgen, la luna de la mujer del Apocalipsis.

La imagen de la Virgen de la Victoria se hallaba en 1679 en el nicho central de la capilla colateral del Evangelio, fundada por el presbítero Andrés Hernández Bautista con anterioridad a su testamento, en 1657. La talla, de 88 cms. de alto -una esbelta escultura de madera policromada, de aspecto y gravedad en semblante y de postura hierática y majestuosa- data de las primeras décadas del siglo XVII.

Dadas sus particulares características, ofrece ciertas dificultades a la hora de su clasificación estilística. A pesar de ello, para algunos investigadores no es aventurado pensar en el posible origen flamenco de esta bella obra. Ya se hallaba colocada en 1679 en el nicho de su capilla y en 1768 se invirtió en ella 13 maravedís en dorarla de nuevo.

Para este mismo templo, Bernardo Manuel de Silva realizó la pequeña imagen de San Miguel Triunfante, escultura en madera policromada de aprox. 39 cms fechada entre 1711-1718. Había sido costeada por Matías de Abreu y Martín. Una pieza que estuvo colocada originariamente en el sagrario-expositor del altar mayor. Es probable que el modelo partiese de un dibujo del Arcángel realizado por Murillo en 1655 y que se conserva en el Museo Británico de Londres. Obra de este afamado artista fue el San Miguel del retablo de los Capuchinos en Cádiz, su última obra.

Otra venerada imagen que se custodia en el templo es el Señor del Gran Poder. Una venerada efigie que refleja la mansedumbre del Todopoderoso y es copia del Señor de la Piedra Fría de la iglesia capitalina de San Francisco. En el inventario de julio de 1794 no se nombra esta imagen, por lo que su llegada al templo fue posterior, procedente, quizá, del desamortizado y vecino convento de La Piedad. Sí consta que en la visita del Obispo Rey Redondo (1895) el prelado concedía indulgencia a los fieles que oraran ante esta venerada efigie. Sufrió varias restauraciones, como la llevada a cabo por el palmero Rodríguez Valcárcel, que aumentó su cabellera.

En 1966 se retocó de nuevo. Esta vez fue Pedro Daranas el que recibió el encargo de la Junta Diocesana de Arte. El decorado corrió a cargo del investigador y artista Fernández García. Los cuatro ángeles que lo acompañan en su retablo y en el recorrido procesional de Semana Santa son obra del imaginero Carmona (1826-1901) inspirados en los querubines del Nazareno de la iglesia de Sto. Domingo de la capital palmera. Sus preciosas potencias fueron sufragadas por el pueblo —recolecta llevada a cabo por una promesa de doña Eufemia Hernández— y también la villa le obsequió un hermoso cíngulo. En los años sesenta del pasado siglo se consideraba una de las imágenes cristológicas más veneradas de La Palma. También desfila procesionalmente en sus fiestas anuales de julio, con gran concurso de pueblo.

Otra imagen de la Pasión que actualmente se custodia en el histórico y sacro recinto es el Nazareno (cuya primera saluda procesional fue en 1682 gracias a la devoción del Capitán y Sargento Mayor de La Palma don Miguel de Abreu y Martín).

Existe un crucificado retirado del culto en la sacristía de la capilla de la Victoria. Allí se custodia también el Resucitado, San Nicolás de Bari, un Niño Jesús de Praga… Se trata de una talla de tamaño natural, realizada con papel, madera y caña y hueca internamente cuyas medidas son 1,72 x 1,60 cms. El profesor Pérez Morera informaba de que, por ello, “se inscribe dentro de proporciones cuadradas, de modo que su altura es sensiblemente igual a la de los brazos extendidos”.

El investigador continuaba puntualizando que “parece obra del último tercio del siglo XVI, apegada aún a los modelos renacentistas, como denotan sus proporciones clásicas, serena expresión y ojos cerrados, característicos de los llamados «Cristos dormidos» de la primera época. El escaso modelado, la anatomía sumaria, la barba simétrica y partida a la mitad, las piernas arqueadas y las plantas de los pies pegada a la cruz, sin apoyo alguno, son otros rasgos habituales en este tipo de esculturas”. En el archivo parroquial de San Andrés (Libro de Visitas) consta haber sido añadido al patrimonio del templo en 1768 un “crusifixo grande” y colocado en la sacristía. Tal vez se trate de la misma efigie, si bien su presencia en la iglesia es algo tardía, puesto que no es nombrada en los inventarios efectuados en 1629, 1679 o 1733.

Después del desplome del techo de la antigua y extinta iglesia del vecino convento masculino de La Piedad en 1854, las imágenes de Nuestra Señora de La Piedad, San Francisco y San Diego de Alcalá (ambas del siglo XVII) fueron traídas al templo de San Andrés. Allí fueron llevadas en calidad de depósito ya que era la iglesia más cercana al cenobio franciscano, que se había erigido en medio de los cañaverales de la antigua Hacienda de los Señores. Ello dio lugar a que la rivalidad que secularmente enfrentó a las feligresías de Los Sauces y de San Andrés se enconara.

A tanto llevó esta confrontación que los vecinos de Los Sauces no querían “concurrir a una parroquia extraña a venerar una imagen que miraban como propia”. Todo se calmó cuando, el 2 de septiembre de 1855, se llevó en multitudinaria procesión a la venerada imagen de Nuestra Señora de La Piedad —obra flamenca del segundo tercio del siglo XVI— a la parroquia de Montserrat. Permanecieron las de los dos santos franciscanos en el altar del Nazareno de San Andrés. La de San Francisco había sido donada por Diego de Guisla y Castilla antes de 1671. Es de escuela sevillana y, según Pérez Morera, sigue el modelo del San Francisco que Martínez Montañés hizo para el convento de Santa Clara de Sevilla hacia 1630.

Existe en el templo otra estimable pieza de arte flamenco. Se trata del pequeño tapiz de San Andréscosido a una casulla del ropero litúrgico, muestra al apóstol sobre un bucólico fondo de paisaje con río, puente, prados e iglesias y ciudades flamencas”. Pérez Morera nos informa de que fue inventariada en 1629, entre todos los ornamentos litúrgicos del templo, una vestimenta carmesí “con vna medalla del gloriosso San Andrés en las espaldas”. Continúa diciendo que, en 1602, se había ordenado hacer una casulla de este color “lucida para la fiesta de San Andrés que es la advocación de la Yglesia y las demás fiestas de Apóstoles”. Un mandato que vino a tener cumplimento entre 1617 y 1618.

En la mencionada Visita de José de Tobar y Sotelo (el 11 de octubre de 1705) consta que en el centro del retablo mayor “tiene vn nicho en que esta el glorioso San Andres Apostol”. La talla -que ha recuperado su colorido: rojo, verde, oro… tras una reciente restauración – desfila procesionalmente cada 30 de noviembre –onomástica del santo mártir-, tras la solemne función religiosa concelebrada, por las adoquinadas y empedradas calles colindantes a su histórico templo, acompañado por su orgulloso pueblo que se releva para cargar a hombros las pesadas andas de madera y cumplir así las promesas.

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BIBLIOGRAFÍA

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