28-11-08
José Guillermo Rodríguez Escudero
La otra del Evangelio fue fundada por Matías de Abreu. La composición arquitectónica que hoy ofrece se debe en gran medida a estas obras de remodelación realizadas en la centuria decimoséptima, promovidas por este beneficiado.
Éstas consistieron en cerrar la nave con una armadura de jaldetas, levantar un presbiterio rectangular y crear dos capillas comunicadas con esta última zona, lo cual configurará su planta de cruz latina. Los arcos del crucero, donde se localizan estas capillas aparecen cajeados y con almohadillado en su interior, tanto en las pilastras que actúan de soporte como en la rosca del arco.
En la Visita de José Tovar a La Palma entre 1717 y 1718, queda constancia de que el juicio que el Visitador General emitió sobre este templo fue positivo al no detectar irregularidades. Así describía la iglesia: “Se paso procesionalmente al Baptisterio, q. está a un lado del choro con tejas de madera, y en el visité la pila bautismal que es de Jaspe y su tapa de madera.. La iglesia esta enteramente reedificada por solicitud del Beneficiado y con sus limosnas, que es de cañón muy capaz, con su arco, capilla maior y dos colaterales, dos puertas y en la fachada el coro, con su sillería muy aseada qe. es el mejor de toda la isla. Tiene en su torre con tres campanas y en el primer cuerpo la sacristía, y también la capilla de mano derecha, a púlpito y un órgano pequeño aun lado del Coro, en correspondencia con el baptisterio…”
El cronista de la capital palmera, Lorenzo Rodríguez, en sus célebres crónicas nos informa de que “el Calvario que existe en la villa de San Andrés fue construido en el año de 1681, según una inscripción que allí existe”.
La única torre del Norte de La Palma (antes de la construcción de la actual fábrica de Montserrat) data de 1686. A finales del siglo XVII, se reedificó la cabecera del templo entre 1686 y 1688. Se construyó una nueva nave en 1700. Continuaron varias obras en el siglo XVIII, como la construcción de la puerta de la Epístola, con alfiz, por unos 350 reales (en 1701), cuyos esgrafiados que simulaban una arquitectura ficticia desaparecieron por una desafortunada decisión; en 1705 se termina el coro nuevo (por valor de 2.000 reales); en 1790 se alarga el presbiterio y se remata la torre con chapitel piramidal, etc.
De la fábrica primigenia subsisten la portada renacentista de la fachada norte y el arco toral, con baquetones góticos, que data de 1542-1548. Se realzó en 1687 con dos pedestales realizados en cantería procedente del Barranco de la Herradura, según Pérez Morera. Si bien su historia se remonta a los comienzos del Quinientos, la mayor parte del recinto —como hemos visto— fue levantado en la siguiente centuria, cuando se elevan las capillas laterales que dibujan la cruz latina.
El bello templo fue declarado Bien de Interés Cultural mediante Decreto 602/1985, de 20 de diciembre (BOAC nº 13, de 31 de enero de 1986), implicando el mayor grado de protección según la Ley de Patrimonio Histórico. Batista y Hernández también nos aclaran que este alto honor pudo conseguirse gracias a los esfuerzos del Ayuntamiento y del denominado “Patronato Pro-restauración de la Iglesia de San Andrés”. Éste fue fundado a finales de la década de los setenta. El 12 de agosto de 1980 ya se contaba con los primeros fondos para su restauración. Después de varios años de gestiones, ambas instituciones culminaron la tarea al conseguir la declaración de BIC y la financiación del proyecto de restauración por parte de la Comunidad Autónoma en el año 1985 y 1986.
El magnífico retablo principal que ocupa todo el testero del altar mayor —sufragado del peculio personal del beneficiado Matías de Abreu— posee dos lienzos que ocupan los laterales del segundo cuerpo. Estos se contabilizan en las cuentas de fábrica desde 1629, y de 1666 son ciertos datos que nos informan de trabajos realizados en la capilla mayor y en su altar por el carpintero Marcos Hernández. Son obra de Bernardo Manuel de Silva: San Fernando Rey y de San Miguel Triunfante (ambos de 120 x 70 cms.) fechados en 1711 y que custodian al Crucificado. Pérez Morera ha destacado que “la continua acción del sol ha hecho verdaderos estragos en la pintura, haciendo desaparecer la viveza de los colores originales”. Una lástima.
Esta preciosa pieza, tal y como ha llegado hasta nuestros días, no parece haber sido terminada hasta 1790, según consta en la inscripción pintada al frente del pedestal extremo del banco al lado de la Epístola. Esta fecha pudiera señalar el término de su construcción o alguna restauración, pero también el de su dorado y policromado, lo cual, según el profesor Trujillo, parece más probable.
El mismo investigador, en su galardonada obra sobre el retablo barroco en el Archipiélago —Premio “Viera y Clavijo” en 1973— describe esta obra maestra. Sobre el altar, y ocupando todo el hueco de la hornacina central, se encuentra un bellísimo sagrario-ostensorio, de cuyos dos cuerpos, el superior, ocupado por una diminuta Piedad de tosca talla, pudiera cumplir también función de manifestador.
Por el tipo de columnillas y los motivos de su decoración es claramente manierista, por lo que cabe suponer su anterioridad respecto al retablo, tal vez de la primera mitad o hacia mediados del XVII. Este tipo de sagrario es de tradición muy palmera, a base de planta poligonal y cubierta superior avenerada. Se asemeja al de la antigua iglesia de San José de Breña Baja, si bien éste de San Andrés le supera en calidad artística.
En la hornacina del lado de la Epístola (a la derecha del espectador) se venera una preciosa escultura en madera policromada de aprox. 119 cms. de San Matías, obra de Bernardo Manuel de Silva fechada en torno a 1711-1718. Hasta hace unos años, mientras era restaurada la imagen del patrón San Andrés, estaba colocada en la hornacina de la derecha el magnífico San Pablo, procedente del antiguo retablo –espectacular y famoso en todo el Archipiélago- de El Salvador, antes de que se desmontara para proceder a la colocación del neoclásico que hoy se puede admirar. Es obra del maestro sevillano Martín de Andújar, conocido discípulo de Martínez Montañés, y realizado hacia 1638. Tanto San Pablo como San Matías “presentan la misma postura y ropajes, con manto sobre el hombro izquierdo que atraviesa por delante hasta recogerse en forma de nudo bajo el brazo y libro sagrado en la mano izquierda, mientras eleva la derecha para empuñar la espada o el hacha” (Pérez Morera).
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Bibliografía al final de la entrega 3/3.
