Carlos M. Padrón
Cuando aún los sistemas de almacenamiento de información eran de acceso secuencial, como las cintas magnéticas, en 1956 IBM revolucionó ese área con el anuncio del RAMAC (Random Access Method of Accounting and Control), que fue la primera unidad de disco magnético que constaba de un paquete fijo compuesto por 50 discos o platos cuyo contenido era grabado/leído por cabezas montadas en brazos movibles.
(Fernando Lacoste en 2004).
La unidad que llegó a Venezuela, objeto de este artículo, podía almacenar en esos 50 discos la para hoy más que ridícula cantidad de 5 millones de caracteres de 7 bits cada uno, para un total de 4.4 de nuestros MB (mega bytes) de hoy, aunque era un mamotreto, como puede verse en la foto, que reproduzco más abajo, en la que se ve cuando tratan de subirla a un avión de la desaparecida Pan American Airways (PAA).
Cada uno de esos 50 platos tenía poco menos de 61 cm de diámetro (24 pulgadas) y 200 tracks o pistas, 100 por cada lado.
La RAMAC se mercadeó como unidad de almacenamiento de la computadora IBM-305, anunciada el 13/09/1956, y de la que se vendieron 650 unidades. Como consola tenía una máquina de escribir, novedosa en aquellos tiempos porque en vez de usar la que luego fue famosa bolita de la Selectric, usaba una especie de prisma que, al igual que la tal bolita hizo después, subía, bajaba y giraba hasta posicionar contra el papel el caracter que debía imprimir.

(Der., Plato de la RAMAC).
Para instalar en Tamayo y Cia., IBM de Venezuela pidió una IBM-305-RAMAC —conjunto al que se le llamaba RAMAC porque esta unidad era en él la más novedosa y distintiva— y como en el centro IBM de Rochester (Minnesota) se impartieron cursos acerca de esta máquina, a uno de ellos, que duró casi un mes, asistió Fernando Lacoste por parte de IBM de Venezuela, donde para entonces trabajaba como técnico de hardware. Y es importante destacar que el hardware de esa época carecía de software y que, por tanto, Lacoste no tenía por qué saber de software.
Salvo él y Adrián Morales, otro técnico de IBM-Venezuela, el resto de los participantes en ese curso eran useños, y como tales se guiaban by de book, o sea, que sin ver muy bien los libros, aunque tal vez sí los mirarían bien, seguían lo que éstos decían, pero sin hacer mayor uso de imaginación ni creatividad para la búsqueda de soluciones alternas, un recurso que suele ser común en los latinos y que en Lacoste estuvo siempre extraordinariamente desarrollado.

Por ejemplo, la RAMAC usaba tubos de vacío —como los que antes del transistor usaban los aparatos de radio, pero más pequeños— y Lacoste, con su facilidad para asimilar nuevos conocimientos y su ojo crítico de acucioso observador, había ya aprendido que cuando en uno de esos tubos se encendía una diminuta luz, como fluorescente, era porque el tubo se había estropeado.
Y así, cuando la máquina fallaba, los useños abrían sus libros e iniciaban una afanosa búsqueda para tratar de encontrar el posible motivo de la falla, pero después de pasado un tiempo razonable, Lacoste, que no utilizaba el libro porque ya se lo había leído, apuntaba a un cierto tubo y decía: “Aquí está la falla. Hay que cambiar este tubo”. Y, para asombro y consternación del resto de la clase, profesores incluidos, en cuanto cambiaban el tubo la falla desaparecía.
Por supuesto, Lacoste nunca reveló el secreto de su “clarividencia” que tenía maravillados a los useños —y creo que hizo bien, pues el tal “secreto” estaba en el libro— y cuando terminó el curso recibió el número 1 como el mejor participante, y como premio especial le regalaron un pasaje a Buenos Aires donde vivían familiares suyos.
Personalmente fue al puerto de La Guaira (Venezuela) a recibir la RAMAC destinada a Tamayo y Cia., y supervisó la operación de descarga, pues la máquina era tan delicada, pesada (casi una tonelada) y grande (compárese con el operador, en la foto de arriba, a la derecha, o con el personal de PAA en la que sigue) que traía su propia grúa.

(IBM-RAMAC).
Para ese entonces no existían lenguajes de programación como los que comenzaron a popularizarse desde mediados de los años 60 (el FORTRAN apareció en 1957), y la programación de la RAMAC debía hacerse en machine code, o código de máquina, o sea, el lenguaje crudo y duro que la máquina usaba internamente.
Lacoste enfrentó el reto de modificar el programa de demostración que la RAMAC trajo, y así, y aún siendo técnico de hardware y no de software —o sea, no siendo programador, repito, pues es dato clave para entender su proeza— realizó el programa destinado a aplicaciones relativas a ventas (facturación, inventario, órdenes de transporte, etc.) para el que Tamayo había pedido esa máquina.
Pero ni el mercado ni el cliente estaban maduros para esta incipiente tecnología, y Tamayo devolvió a IBM de Venezuela la RAMAC que tantos desvelos había costado a Lacoste, y aceptó en su lugar una máquina de otra marca que le ofreció JF Dorta, quien para entonces trabajaba como vendedor en un competidor de IBM, pero que con el tiempo, y al igual que yo, recaló en IBM.
Y así, esa RAMAC, a falta de otro cliente que la quisiera, fue a dormir el sueño de los justos en los depósitos de IBM.
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(Carlos M. Padrón y Fernando Lacoste durante la cena habida en Caracas en septiembre de 1982 para hacerle entrega a Fernando del pin del Quarter Century Club en reconocimiento a sus 25 años en IBM).
En 1962, IBM de Venezuela recibió invitación para participar como expositor en una feria de tecnología a celebrarse en la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Enrique Fuenmayor, un IBMista que tenía contacto con la UCV, llevado por una de sus frecuentes ideas originales —como la que en 1970 le llevó a instalar en un pasillo de IBM-Capriles una fuente que lanzaba al aire chorros de agua y mantenía mojado el piso del pasillo— le propuso a Lacoste que programara en la RAMAC algo llamativo para que IBM participara con ella en esa feria de la UCV.
Lacoste, ni corto ni perezoso, puso manos a la obra, y en tres meses tuvo listo un programa al que al dársele el número correspondiente a cualquier año de los últimos 2.000, lograba que la RAMAC, luego de emitir extraños ruidos haciendo girar su pila de discos, imprimiera en la consola los hechos más relevantes ocurridos ese año.
Pero Lacoste, usando de nuevo su chispa latina, añadió algo que fue el gran éxito de esa feria: en un lugar escondido pero siempre a su alcance (pues él permaneció como cancerbero junto a la RAMAC casi 12 horas diarias mientras duró la feria), le montó a la máquina un pequeño botón que al ser oprimido hacía que al final de la respuesta que acerca de los hechos ocurridos en un año diera la RAMAC, apareciera una línea que decía: “Este año nació una bella dama que ha tenido la delicadeza de venir a visitarme hoy”.
Y claro, Lacoste oprimía ese botón cuando quien se acercaba a formular una pregunta a la máquina era una mujer atractiva que, además, daba como año a consultar uno que hacia pensar que era el de su nacimiento. Y el comentario impreso por la máquina tenía el efecto de que la dama se derritiera en pura vanidad.
El éxito de esta demostración fue tal que la gente hacía cola para poder formular sus preguntas acerca de un año dado, y, en consecuencia, IBM de Venezuela ganó el primer premio de los otorgados en esa feria: una medalla rectangular, de unos 4 x 7 cm, de oro macizo enmarcada junto a un diploma alusivo al primer premio, conjunto este que por 20 años estuvo colgado en la cara interna de la puerta de la oficina de turno de Lacoste en IBM, pues era sentir unánime que sólo a él le correspondía. Esto no obstante, Lacoste olvidó llevárselo cuando a principios de 1983 dejó IBM.
Y creo que fue a partir de esa feria cuando Lacoste salió del área de hardware y pasó de lleno a la de software y programación, en la que estaba en 1970, como gerente de analistas de sistemas, cuando yo lo conocí rodeado ya de la fama de genio que entre la proeza aquí narrada y la del Paquete Online para Bancos había ganado más que merecidamente.
Cuando Fernando Lacoste dejó IBM de Venezuela, materializando lo que para mí fue una enorme pérdida para esta compañía, no se llevó el cuadro con la medalla y el diploma, pero sí la satisfacción de haber logrado, solo y mondo, lo que en 1962 fue una increíble proeza en la informática del momento, proeza que él valora por encima de la más conocida e internacional del Paquete Online para Bancos.
Aunque para mí ese paquete fue una obra titánica, no me queda sino respetar el sentir de Lacoste y, como homenaje personal, hacer pública aquí su gran logro con la RAMAC — logro que él considera su opera prima—, ya que muchos que le deben sus más o menos exitosas carreras en IBM, y gran parte del dinero que en esa compañía ganaron, no se molestan siquiera en averiguar qué es de la vida del genial técnico, destacado ser humano y excelente amigo que ha sido Fernando Lacoste, quien vive retirado en Aventura (Florida, USA) con serios problemas de salud.
A partir de 1987, en mi oficina de IBM de Venezuela tuve enmarcada por años, al igual que Lacoste tuvo en la suya su bien merecida medalla, esta reflexión que siempre viene a mi mente cuando repaso lo mucho que Fernando Lacoste dio a IBM —en términos de imagen y de dinero—, lo mucho que dio a quienes con él trabajaron —o, mejor dicho, a quienes él enseñó a trabajar y formó como verdaderos analistas de sistemas— y lo mucho que dio a algunos de los vendedores que, como yo, nos beneficiamos de sus admirables logros.
Honor a quien honor merece.
