El artículo que copio más abajo, y al que se refiere lo que voy a decir, es una prueba reciente de lo que comenté en ¿Por qué somos pobres los españoles?
Según ese artículo, cuando el cliente tiene mucho dinero, entonces los bancos o las cajas de ahorro (en adelante entidades financieras, o sólo entidades) no le cobran el “mantenimiento”.
¿Qué diablos es ese mantenimiento? ¿Limpiarle el polvo a la cuenta? ¿Hacer en ella las anotaciones de débitos y créditos? ¿Calcular los intereses?
Lo que quiera que la entidad deba hacer con las cuentas, ya sean corrientes o de ahorro, lo hacen las computadoras en un santiamén, tanto en casos de saldo de poco monto como en casos de saldos millonarios, y tanto con las cuentas de clientes “infieles” como con las de los “fidelizados”, así que lo de “mantenimiento” es un pretexto para justificar algo que la frase escrita y resaltada por mí en el artículo en cuestión (“Proporcional al desconocimiento que de las comisiones tienen los usuarios”), recuerda sospechosamente una popular definición de fraude: Aprovecharse de la ignorancia de otro para causarle un daño.
¿Libre competencia? ¿Por qué, entonces, no hay entidades que ofrezcan cero comisiones por “mantenimiento” y otras tareas que, por definición, tienen que hacer para llevar su negocio?
Se entiende que una entidad cobre por transferencias a otra, pues el SWIFT u otros medios no son gratuitos, pero no por transferencias o traspasos a otra cuenta dentro de la misma entidad, ni por recibos, justificantes o envío de correspondencia, que son obligaciones legales inherentes a la índole del negocio de esas entidades.
Si eso les cuesta algo, que lo saquen de los intereses que les cobran a los clientes a quienes prestan el dinero que los cuentacorrentistas y cuentaahorristas les depositan.
¡Cómo he recordado a Arturo Pérez Reverte!
Carlos M. Padrón
***
24/12/2008
Lluís Sierra
Una prueba tan clara tenía que llamar la atención.
La libreta de ahorros de Silim Hamed, uno de los acertantes del gordo de la lotería que se vendió en la Rambla se ha convertido en pocas horas en gran argumento contra una práctica muy denostada en el país: las «malditas» comisiones bancarias que se aplican, quiérase o no, independientemente del saldo medio. Si hay excepciones, por aquello de conservar un buen cliente, las comisiones pueden desaparecer o menguar cuando la cuenta corriente o la libreta arroja saldos altos y solventes.
No es el caso del bengalí en paro que ganó 300.000 euros. El repaso de los apuntes antes del gordo es rápido. De enero a septiembre, dos abonos por un valor total de 70 euros, y un reintegro de 30 euros. Son 40 euros de saldo que se reduce a 17,8, a más de la mitad, en virtud de las comisiones. Éstas se han llevado casi 23 euros a base de 3 euros trimestrales (las habituales por mantenimiento), más 13,92 euros por otra comisión de gastos sin especificar.
Ese apunte de 13,92 euros es el pago por un servicio concreto. Un portavoz de Caixa Penedès se limitó a dar esta información, sin precisar más, dada la obligatoriedad de la entidad de ahorro a mantener la discreción sobre las operaciones de sus clientes. La Asociación de Consumidores en Acción (Facua) criticó ayer mismo la situación puesta en evidencia por la libreta de Ahmed señalando «la gran tajada» que se ha llevado la entidad, como «proporcional al desconocimiento» que de las comisiones tienen los usuarios.
No es cuestión de una caja; lo mismo ocurre en cualquier otra caja o en los bancos. Mantener una libreta cuesta tantos euros, y se cobran tantos euros, independientemente del saldo. Lo más corriente es que la comisión se sitúe cerca de los 12 euros anuales, aunque unas entidades lo cobran por trimestres.
Lo difícil es convencer al usuario de que el mantenimiento siempre cuesta lo mismo, y no es poco, aunque la libreta prácticamente ni se toque. Además, hay decenas de conceptos para aplicar comisiones: transferencias y traspasos, recibos y justificantes, envío de correspondencia, a bonos en otras entidades o plazas.
Pese a ser una tradición arraigada en el sistema bancario y de las cajas de ahorros, aquí y en otros países, a muchos les parece que las comisiones de mantenimiento («al fin y al cabo, por darles nuestro dinero») son injustas. En el caso de cuentas exiguas —que hay muchas entre inmigrantes, entre jubilados, entre jóvenes de salario mínimo— las comisiones aparecen como más lacerantes. Legalmente está claro: dentro de las reglas de libre competencia y la normativa legal, que es exhaustiva, cada entidad fija sus tarifas en un documento oficial, público, que se traslada al Banco de España y cualquier cliente puede consultar, incluso por Internet, en las webs oficiales de todas las entidades.
Pero hay suspicacias. Fuentes de la Confederación Española de Cajas de Ahorro salieron al paso de cualquier sugerencia sobre que se apliquen diferentes criterios a la hora de cobrar comisiones según el cliente sea residente o no residente. La misma Caixa Penedès y otras consultadas, como La Caixa, mantienen igualdad de criterios para residentes y no residentes. Sería ilegal, por discriminatorio. Fuentes sindicales del sector aseguran que no tienen constancia de que tal discriminación se practique, ni de tapadillo.
Otra cosa, ya queda dicho, es el trato al buen cliente, al «cliente fidelizado» o al que se quiere fidelizar. Como al que acaba de ingresar 300.000 euros, Silim.
Fuente: La Vanguardia
