Lo que copio más abajo lo he recibido ya varias veces ─enviado por hombres, por supuesto─, obviamente traducido (y mal) del inglés, y con la aclaratoria de que fue un caso cierto publicado en un portal financiero de USA.
No creo que nadie use, para asuntos “del corazón”, un portal financiero, pero sí es posible que alguien haya ideado esta historia para dar una ingeniosa y elemental lección de finanzas basándose en las absurdas pretensiones de algunas (demasiadas) mujeres, y de cómo sus potenciales víctimas deberían analizarlas.
En la Canarias de mis tiempos, el caso expuesto por las muchas Rafaelas que allá había —o sea, la idea que del matrimonio tenían muchas mujeres que, por creer (a veces sin razón) que estaba buenas o eran bellas, aspiraban a cazar un príncipe azul forrado en plata— se exponía de forma mucho más cruda y directa: “Yo aporto el chocho, y tú todo lo demás”.
Para colmo, cuando muchas de ellas consiguieron con quien casarse, se supo de varias que no sabían usar bien la parte que aportaron al trato, o imponían condiciones de uso para conseguir más de “todo lo demás”.
Rafaelas ha habido siempre y siempre habrá. Es casi una condición femenina, ésa que hace que ellas se queden atónitas y mudas si la víctima potencial les pregunta “¿A cambio de qué?”.
Carlos M. Padrón
***
Una paradoja basada en consulta publicad en una página web.
Una mujer escribió pidiendo consejos sobre cómo conseguir un marido rico. Eso, de por sí, ya es gracioso, pero lo mejor de la historia es que un tipo le dio una respuesta bien fundamentada.
Exposición de ELLA
“Soy una chica de 25 años maravillosamente linda, bien formada y con clase. Quiero casarme con alguien que gane como mínimo medio millón de dólares al año.
¿Tienen en este portal algún hombre que gane 500.000 dólares o más? Quizás las esposas de los que ganen eso me puedan dar algunos consejos.
He estado de novia con hombres que ganan de 200 a 250 mil, pero no pueden pasar de eso, y 250 mil no me van a hacer vivir en el Central Park West.
En mi clase de yoga conocí a una mujer que se casó con un banquero y vive en Tribeca, y ella no es tan bonita como yo, ni es inteligente. Entonces, ¿qué es lo que ella hizo y yo no hice? ¿Cómo llego al nivel de ella?
Rafaela S.
Respuesta de Él
Leí su consulta con gran interés. Pensé cuidadosamente en su caso e hice un análisis de la situación.
Primero, no estoy haciéndole perder tiempo, pues gano más de 500 mil por año. Aclarado esto, considero el caso de la siguiente forma:
Lo que usted ofrece, visto desde la perspectiva de un hombre como el que usted busca, es simplemente un pésimo negocio. Y le explico por qué.
Su propuesta se basa en que usted pone la belleza física y yo pongo el dinero; eso está claro. Sin embargo, existe un problema. Con seguridad, su belleza va a decaer, y un día se marchitará, y lo más probable es que mi dinero continúe creciendo. Así, en términos económicos, usted es un activo que sufre depreciación, y yo soy un activo que rinde dividendos. Y usted no sólo sufre depreciación, sino que, como ésta es progresiva, aumentará siempre.
Aclarando más, usted tiene hoy 25 años y va a continuar siendo linda durante los próximos 5 a 10 años, pero siempre un poco menos cada año. Y si al final de esos 10 años se compara con una foto de hoy, verá que ya está envejecida. Esto quiere decir que usted está hoy en ‘alza’, en la época ideal de ser vendida, no de ser comprada.
Usando lenguaje de Wall Street, quien la tuviera hoy debería tenerla en trading position (posición para comercializar), y no en buy and hold (compre y retenga), que es para lo que usted se ofrece.
Por tanto, y todavía en términos comerciales, un matrimonio (que es un buy and hold) con usted no es un buen negocio ni a mediano ni a largo plazo. Pero alquilarla sí podría ser, y hasta en términos sociales, un negocio razonable que podríamos discutir.
Yo pienso que mediante certificación de cuán ‘maravillosamente linda, bien formada y con clase’ es usted, yo, como probable futuro usuario de esa ‘máquina’, quiero lo que es de práctica habitual: Hacer una prueba —o sea, un test drive— para concretar la operación.
Si usted está de acuerdo, puedo hacerle espacio en mi agenda.
Jack Paul H.
Inversor
