Carlos M. Padrón
Lunes 19 de mayo de 2008. En el comienzo del viaje a San Francisco (California) que terminó ayer, Chepina y yo tomamos el vuelo 902 de American Airlines (AA) desde Maiquetía (aeropuerto de Cararas) a Miami.
De mi modorra mañanera me sacó una voz femenina que tarareaba canciones de cante jondo. Con asombro descubrí que era una de las aeromozas (azafatas) que mientras empujaba el carrito de las bebidas entonaba esas tonadillas que, como tanto “me gustan”, hicieron que pensara lo que luego los hechos confirmaron: “Este viaje comienza mal”.
De pronto caí en cuenta de algo insólito: la aeromoza de marras trataba de “cariño” a los pasajeros al preguntarles qué bebida querían (“¿Qué quieres, cariño?”) y al servírselas (“Aquí tienes, cariño”) y, para colmo, lo hacía con un acento marcadamente castizo que en esos vuelos Caracas-Miami, que he tonado decenas de veces en mi vida, sonaba como un pedo en misa.
Pero lo más insólito estaba por llegar. Terminada la distribución de bebidas, la tal aeromoza, con la más clásica de las técnicas buhoneriles, comenzó a ofrecer, a hurtadillas y sólo a las damas, bisuturía de su propiedad —que no de la líinea aérea, pues no había duty-free en ese vuelo— y lo hacía usando recursos netamente buhoneriles que incluían el consabido “Es el último que me queda”.
Como broche de oro, fue esa aeromoza la encargada de anunciar la feliz llegada a destino de nuestro vuelo, y al terminar ese mensaje con el acostumbrado “Gracias por volar con American”, con el mayor desparpajo añadió “… y por el placer de hacerlo conmigo”.
Chepina y yo no pudimos menos que preguntarnos qué estaba pasando en American Airlines y de dónde diablos había sacado esa línea aérea a tan estrafalario ejemplar de aeromoza que parecía producto de El Rastro, de Madrid.
Durante el resto del viaje supimos y pudimos comprobar que AA pasa por serios aprietos económicos, pero eso de someter a sus pasajeros al tuteo y a los muy “simpáticos” desplantes, típicamente castizos y de corte gitano y, sobre todo, permitir en sus vuelos el ejercicio clandestino de la buhonería, no es precisamente la mejor receta para paliarlos.
