[*Opino}– Por qué a los españoles les cuesta tanto hablar inglés

Carlos M. Padrón

Para mi satisfacción, este artículo confirma algunas de mis teorías sobre lo que, usando la exageración, he calificado como “impedimento genético de los españoles para hablar otra lengua, especialmente el inglés”.

Por supuesto, como el artículo dice, ese impedimento no se debe a un cromosoma perdido.

¿Por qué si el gobierno socialista de Zapatero, que ha demostrado su inquina hacia el franquismo eliminando muchos vestigios de él, no ha eliminado también el doblaje de las películas y ha optado por las versiones originales subtituladas en español?

Es porque si lo hiciera, la gran mayoría de los cinéfilos españoles se quedarían en blanco ya que no podrían leer los subtítulos a la debida velocidad, pues ni tienen costumbre de hacerlo —de ahí lo del fracaso comercial que menciona Méndez-Leite— y, lo que es peor, tampoco ganas, que, según entiendo, es la “actitud negativa del público” a la que, con toda razón, se refiere también Méndez-Leite.

Los españoles prefieren seguir soportando lo que para cinéfilos de otras latitudes resulta patético: escuchar —para dar sólo un ejemplo— cómo un negro del Bronx habla castizo o, lo que es el colmo, cómo escudándose en el doblaje, en España adulteran el argumento de algunas películas, o demuestran su aversión hacia lo gringo con detalles como el de “Terminator II”, film en el que Arnold Schwarzenegger dice en claro español “¡Hasta la vista, baby!” pero en la versión doblada en España lo pusieron a decir “¡Hasta la vista, chaval!”. Si el guionista de ese film hubiera querido que Schwarzenegger usara el equivalente de ‘chaval’ le habría hecho decir ‘boy’ o ‘kid’, pero usó ‘baby’ porque ese término tiene una connotación muy particular que no es precisamente la de ‘chaval’ sino una que, según el contexto, puede ser cariñosa o despectiva.

¿Es que acaso en España no se entiende el significado de “baby”? Por supuesto que sí, pero no quieren usarlo porque creen que eso sería “darle a los gringos el gusto”, lo cual a los españoles les resulta humillante.

El colmo del descaro es el de algunos que en España se hacen llamar críticos de cine que, aún sabiendo —pues me permito suponer que sí lo saben— que el 60% del valor actoral reside en la declamación, tienen los riñones de criticar el trabajo de los actores basándose en filmes doblados, y no en la versión original. Al menos deberían emular la intención de los avisos puestos en las cajetillas de cigarrillos, advirtiendo sobre los peligros de fumar, y antes de soltar sus críticas sin fundamento decir que no están basadas en la versión original de la película sino en la versión doblada, o sea, adulterada.

Porque es cierto: el doblaje es una aberración. Y aunque Méndez-Leite considera como crimen ver una película doblada, el verdadero crimen es permitir que la doblen, pues con eso, que de seguro es un buen negocio para alguien, se mantiene a millones de personas en un cierto oscurantismo, y por eso “España, siendo la octava economía del planeta, suspende en inglés”.

El que los angloparlantes hablen español peor que los españoles el inglés, no es justificación alguna, es sólo consuelo de tontos, pues el asunto está en la importancia que en el mundo de hoy tienen esos dos idiomas, y no en si los angloparlantes tienen o no mejor vida que los españoles.

Esa frasecita de que “[la vida de los negocios] está en las antípodas de la buena vida” es muy decidora de lo que en Venezuela se describe como “mear fuera del perol”, pues ¿qué rayos tiene que ver la buena vida con la importancia de un idioma?

Cierto es que en EE.UU. hay gringos y hay useños, como en España hay godos y peninsulares, pero eso no le quita ni le pone nada a la importancia del idioma que se habla en esos países. Usar lo de buena vida como argumento en este asunto es, además de una tontería, una manifestación de hedonismo o producto de la aversión del mundo católico hacia las profesiones liberales, hacia el comercio y los negocios, aversión que los Protestantes no tienen, y ocurre que la mayoría de ellos son angloparlantes.

En enero de 2007 crucé e-mails con don Amando de Miguel en relación con su afirmación de que el aparato fonador de los españoles no está preparado para ciertas pronunciaciones como la ‘s’ líquida presente en palabras como ‘speak’. Al respecto, él publicó esto en su columna Lengua Viva, de Libertad Digital (LD):

Carlos M. Padrón (Caracas, Venezuela) no está de acuerdo con mi argumento de que la ese líquida es de difícil pronunciación para los españoles. La prueba, dice, es que se despiden con un “hasta luego” que pronuncian “sta luogo».

Es una observación muy atinada. A mí también me maravilla ese “staluogo” de los españoles actuales. Otras pronunciaciones del español actual de España que anotó don Carlos: satamente (= exactamente), Mafre (= Mapfre), At-lántico (= Atlántico).

Así es, aunque no debería serlo.

Si los españoles pueden pronunciar correctamente la ‘s’ líquida de “staluogo”, ¿por qué no la de “speak”? Pues porque apenas ven escrita esa palabra la identifican como inglesa, y el rechazo, por la tirria no exenta de envidia —sentimiento que llamaré “tirrenvidia”— que en España se le tiene a lo gringo, les imposibilita la correcta pronunciación. No les entra el inglés porque les falte un cromosoma sino por un ‘no quiero’ que se presenta como un ‘no puedo’.

Si aplico la teoría de don Amando de Miguel, el aparato fonador de los Canarios está peor dotado que el de los españoles, pues en Canarias practicamos, como en Hispanoamérica, el llamado seseo, y no pronunciamos ni la zeta ni la ‘c’ que suena como zeta, y por eso, en ciertas partes de España, a los Canarios nos llaman sudacas.

Sin embargo, conozco muchos Canarios que emigraron a Inglaterra y regresaron hablando muy buen inglés, y yo mismo no tuve problemas para adaptarme, ya de 22 años, a la pronunciación del inglés, idioma que aprendí por libros y que, por tanto, no pude sensibilizar a ella mis oídos. ¿Por qué sí pude manejarlo luego? Porque yo no tenía “tirrenvidia” hacia EE.UU,, pues nadie me habló mal de ese país que, al menos en mi pueblo natal, era considerado como el más tecnológicamente avanzado y, por ello, digno de admiración. Y hace muchos años que el idioma inglés, el cine más famoso, y los productos de tecnologías de punta se asocian más con USA que con UK.

El remedio para que los españoles no suspendan en inglés está en que, si al igual que los franceses no pueden superar su complejo ante EE.UU., al menos saquen al inglés fuera de los efectos de tal complejo y lo vean y traten como una lengua que, por razones de conveniencia para el comercio y el enriquecimiento cultural personal, hay que aprender.

Que olviden también su manía de buscar un equivalente español a términos ingleses que son aceptados como tales por el resto del mundo excepto, claro está, por Francia, cuya corrosiva aversión hacia EE.UU. es una confirmación de lo que acerca de los favores escribí en 1987 y publiqué en este blog:

Tres son las posibles reacciones humanas a un favor recibido: agradecerlo, olvidarlo o vengarlo. Cualquiera de las dos últimas es una flagrante muestra de ingratitud, que es hija de la bajeza, hermana de la injusticia, y madre de la desconfianza.

Está claro que los franceses han optado por vengar el favor que EE.UU les hizo en la Segunda Guerra Mundial, y preferirían que eso desapareciera de la Historia.

Y acerca del origen del para mí horrible y detestable nombre de ‘ordenador’ que en España le dan a un computador o computadora, en la antes mencionada columna de don Amando de Miguel encontré el 23/03/08 la confirmación de mis sospechas:

23.03.08

A. de Miguel

En su día los españoles aceptamos ‘ordenador’ para seguir a los franceses. Nunca he entendido por qué un neologismo del francés resulta más aceptable que otro que provenga del inglés.

Me extraña que don Amando no sepa que la explicación a lo que dice no entender está en la “tirrenvidia” que ambos, franceses y españoles, tienen a lo que venga de EE.UU.

Por ejemplo, los franceses se empecinan en afirmar que el origen de la computadora es la máquina sumadora inventada por Blas Pascal en 1642, o el telar, en base a tarjetas perforadas, inventado por Joseph Jacquard en 1799, y que, por tanto, la computadora es un invento francés.

Sin embargo, los más de los investigadores están de acuerdo en que el ancestro de la moderna computadora fue la máquina tabuladora —palabra clave en este caso por cuanto esa máquina sí que se limitaba principalmente a ordenar— que el useño Herman Hollerith, inspirándose en las tarjetas del telar de Jacquard, inventó en 1890 y con la cual ganó la licitación para el censo nacional de población de EE.UU. ¿Acaso el trabajo requerido por un censo podría haber sido hecho por un telar?

Por supuesto que no. Por eso, afirmar que el inventor de la moderna computadora fue Joseph Jacquard es como afirmar que la invención del automóvil se debe al inventor de la rueda. Pero tal parece que a la hora de vengar un favor, todo vale.

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Resumen del artículo que con el título “¿Por qué [a los españoles] nos cuesta tanto hablar inglés?” publicado en El País (España) el 23/03/08. Luego siguen mis comentarios. Lo resaltado en negrillas lo puse yo.

23.03.08

¿Qué es un español? Alguien que se pasa su vida aprendiendo inglés. Y, se podría añadir, que nunca lo aprende.

Búlgaros, húngaros y turcos son los únicos que alegan hablar menos inglés que los españoles. El 65% de los españoles reconoce que no es capaz de hablar, ni de leer ni de escribir en ese idioma. ¿Por qué lo hablamos tan mal?

Es cierto que se trata de un problema arrastrado. La dictadura de Franco cerró las fronteras al inglés durante 40 años, se centró en la defensa del español, y España se convirtió así en un país acostumbrado a ver cine doblado. En la actualidad, el dominio del inglés sigue siendo uno de los factores educativos que más marca la diferencia entre unas clases sociales y otras.

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“El verdadero problema es que, si se miran las estadísticas, el porcentaje no se ha movido a través de los años», dice Ramón Aspa, director ejecutivo de la escuela de idiomas de Esade. Los datos son chocantes. El 70% de los españoles reconocen que el inglés es importante o muy importante, pero sólo el 4% lo estudian, según la consultora Ipsos para la editorial Océano. El informe revela que el 17% leen correctamente este idioma, el 14% lo entienden cuando lo escuchan, y el 11% aseguran hablarlo bien.

Mientras España enmudecía, otros tomaban ventaja como Portugal y Grecia, que se adaptan lingüísticamente a la ampliación de la Unión Europea, y con ello a la importancia del inglés como lengua franca. “Es el latín del siglo XXI», observa Aspa, que no tira la toalla: ¿Por qué los telediarios no nos dejan oír la voz de Obama? ¿En lugar de doblar, no se puede subtitular?“.

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Eso demuestra que la educación española tiene un problema. Un problema no: dos. Porque la inversión —sobre todo la privada, la de las familias— en este idioma, mueve millones (../…) pero España, siendo la octava economía del planeta, suspende en inglés, aunque más justo sería decir que suspende en un segundo idioma. Ni ingleses, ni useños son unos cracks en otro idioma. Hay una teoría: los países con lenguas que cuentan con un gran número de hablantes, como Francia e Inglaterra, no sienten la necesidad de aprender otros idiomas. Lo seguro científicamente es que el español no tiene un cromosoma perdido que le impida hablar inglés con corrección.

El secretario general del Ministerio de Educación, Alejandro Tiana, confirma la tesis. Tener una primera lengua fuerte hace que sus hablantes soporten menos presión para aprender otros idiomas. “En España, el dominio del inglés todavía es insuficiente. El sistema educativo no le ha dado tradicionalmente una gran importancia a las lenguas extranjeras. Aunque peores que nosotros son los ingleses“, explica Tiana.

No hay una edad ideal para empezar a aprender un idioma, sino un análisis de las características de cada país y una decisión que implique a todos. “Existe la evidencia de que empezar a una edad temprana el aprendizaje de aspectos centrales, como la gramática y la pronunciación, es muy importante», afirma la investigadora Nuria Sebastián.

Algunas escuelas españolas ya se han apuntado al inglés en serio y ofrecen asignaturas en ese idioma. Los niños no estudian Naturaleza sino Science. Y no pasa nada. Bueno, nada, nada…

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“El sistema educativo debe dar el salto cualitativo y dejar de enseñar el inglés como lengua extranjera, e impartirlo como una habilidad básica del sistema», subraya Miquel Berga, presidente de la Asociación de Profesores y Profesoras de Cataluña (APAC). El problema, según Berga, es que en la primaria y la secundaria hay mecanismos que garantizan el contacto con el inglés, pero en la universidad no. Hay distintas iniciativas que tratan de ponerle remedio.

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Las promesas electorales también ayudan a ser optimistas, aunque ni José Luis Rodríguez Zapatero ni Mariano Rajoy se manejan en esta lengua. Sólo uno de los cinco presidentes que han gobernado España desde 1975 dominaba el inglés: Leopoldo Calvo-Sotelo.

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No todo el mundo es partidario de inclinarse por el inglés: “Debe de ser muy bueno para los negocios, pero no lo son todo en la vida; de hecho, están en las antípodas de la buena vida“, asegura Jordi Llovet, catedrático de literatura comparada.

Otro freno histórico al impulso del inglés en España es que la televisión y el cine no se emitan en versión original. Finlandia y Holanda son un ejemplo a seguir. Ambos países, con un gran nivel de inglés, ven el cine y la televisión en versión original, con excepción de las películas infantiles, que sí las doblan. Un país con un idioma tan especial como el finlandés no tenía capacidad para doblar todo y, al final, la necesidad se transformó en virtud.

En España son pocas las opciones. A principios de los años cuarenta, Franco aprobó una ley prohibiendo las películas en versión original. El objetivo, defender el castellano. “A finales de los años 50, las distribuidoras useñas intentaron exhibir dos películas, “La ley de la horca” y “La Montaña Siniestra”, en inglés y con subtítulos. Debió ser un fracaso comercial y no se repitió el tema“, explica Fernando Méndez-Leite, director de la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid. Hubo que esperar hasta 1963 para ver en inglés “West Side Story”, musical de gran éxito.

A mediados de los 60, la ley de salas de arte y ensayo permitió proyectar algunas películas de autor en versión original. El doblaje se afincó de tal forma en nuestra sociedad que ha llegado hasta nuestros días, dejándonos aislados. En Alemania o Italia siguen doblando filmes, pero vecinos como Portugal o países más pequeños ven absolutamente todo en versión original. Esto facilita la exposición al idioma y la identificación de sus sonidos desde edades muy tempranas.

“Es muy difícil volver atrás porque existe una actitud negativa del público. Además, las distribuidoras useñas quieren doblar», asegura Méndez-Leite, un defensor de la versión original que considera un “crimen” ver una película doblada. Otro factor es que en España el sector de doblaje es muy potente. La recién aprobada Ley del Cine plantea una serie de incentivos y apoyos especiales a la versión original. “Sin embargo no existe ninguna previsión de prohibir el doblaje», aclara Fernando Lara, director del Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales.

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El País