14-01-2008
Carlos M. Padrón
Para mí, el más enigmático de todos estos personajes, el que menos vida pública hacía y del que menos datos tengo.
Las pocas veces que la vi —tendría ella tal vez 30 ó menos años— fue siempre en los alrededores de su casa, cerca de la plaza de El Paso de Abajo y cerca de la casa de Alfredo.
Descalza, con una cabellera bastante larga, enmarañada y a todas luces sucia, y con una especie de bata holgada igualmente sucia, era la imagen de la falta total de higiene.
Solía caminar lentamente, mirando al suelo y en silencio. De hecho nunca la escuché hablar. Tal vez ese mutismo y su aspecto de pasiva indefensión me inspiraban lástima.
Me dicen que a veces venía al centro del pueblo y asistía a algún oficio religioso, y que un domingo, estando en uno de tales oficios, le dio un desmayo y dos jóvenes cargaron su cuerpo, la sacaron de la iglesia y, ya fuera, la reanimaron,… pero de inmediato corrieron a la farmacia a lavarse las manos con alcohol.
A pesar de su condición mental y física, no faltó quien abusó de ella y la dejó encinta.
Creo recordar que dio a luz un bebé que creció sano físca y mentalmente.
