[*ElPaso}– “Dándole vueltas al viento” / Poemas de Antonio Pino Pérez: Plegaria del campesino

“El reinado eterno” es el nombre de uno de los varios ‘carros’ que han sido re presentados en El Paso con motivo de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.

Allá llamamos ‘carro’ a esta especie de breve auto sacramental, recitado y cantado, que se escenifica sobre la plataforma de un vehículo grande preparado como escenario especialmente para esa ocasión. La movilidad propia del vehículo permite que la representación se haga en un lugar desde el que sea visible para un número de personas que no cabrían en un teatro. De ahí, de esa movilidad, nació el nombre de “carro”.

Cuando termine con la publicación del contenido de “Dándoles vueltas al viento” me propongo pasar a la de la letra, guión u otros datos de los ‘carros’ que en El Paso han sido representados.

Carlos M. Padrón

***

PLEGARIA DEL CAMPESINO
(Fragmento de “El reinado eterno”)

Soy un pobre campesino;
no tengo palabras bellas
para contar mis querellas
a tu corazón divino.

Pero hacia Ti me encamino
con una oración ferviente,
cual un viejo penitente
que, aunque de torpes maneras,
sabe bien que tú lo esperas;
esperanza del creyente.

Tú me diste paz, consuelo,
un hogar sin inquietudes
y perfumadas virtudes
que embalsamaron mi anhelo.

Cuando contemplé ese cielo
siempre admiré tu grandeza
y bendije mi pobreza
obedeciendo tus leyes.
Fui más grande que los reyes
sintiendo Tu Realeza

Luchando con alegría
tuve fe, Señor clemente,
cuando arrojé la simiente
que por tu amor brotaría.

Y en un milagro nacía,
y en otro en frutos cuajaba,
y agradecido rezaba
a tu bondad infinita
por la cosecha bendita
que mis esfuerzos premiaba.

Cuando herido de traiciones
sentí sangrar mis heridas,
cuando en las horas temidas
me acosaron las pasiones,
recordé las oraciones
que mi madre me inculcó
y de nuevo a Ti volvió
mi espiritual sencillez
con esa grave honradez
que esta tierra me enseñó.

Sobre la tierra curvado
—profunda interrogación—
yo escribí tu religión
con los surcos de mi arado.

Y sepulté mi pecado,
mal cizaña en mí nacida
junto a simiente escogida
que con mi sudor regaba,
y con dolor enterraba
porque eran mi propia vida.

Señor, yo quisiera darte,
—ya que a mi pueblo le das
tu nombre que vale más
que cuanto pueda ofrendarte—
algo que pueda agradarte,
como una inmensa oración
donde te implore perdón
fundido en eterno abrazo
todo este pueblo de El Paso
del Sagrado Corazón.

Mas, soy tan pobre, Señor,
que de nada al fin soy dueño
porque hasta tuyo es el sueño
que mitiga mi dolor.

Tuyo el prodigio de amor
que en mis noches amanece,
y el milagro que florece
luz de tus ojos abiertos
en los almendros despiertos
donde tu luz esclarece.

Nada tengo que ofrecerte
como no sea obediencia
ante el temor de ofenderte,
servirte y obedecerte
para tu gracia esperar
y, mientras viva, rezar,
pedirte a voces perdón
y entregarte el corazón;
lo más que te puedo dar.
1949

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