[*El Paso}– La leyenda de “El Alma de Tacande” / José Pérez Vidal (1/4): Introducción y contexto geográfico

Desde que tengo uso de razón escuché hablar en El Paso acerca del “Alma de Tacande”, pero nunca supe más detalles de esa leyenda, hasta ahora que mi amigo y paisano, Juan Antonio Pino Capote —hijo del autor de los poemas que he publicado bajo el título común de “Dándoles vueltas al viento”—, cumpliendo un ofrecimiento que me hizo se ha tomado el trabajo de transcribir a formato digital el texto de la tal leyenda y hacérmelo llegar por e-mail junto con las fotos, en una de las cuales aparece su padre.

Gracias, Juan Antonio.

Mi primer recuerdo del “Alma de Tacande” está asociado al dicho “Una y no más, como el Alma de Tacande”, que desde muy pequeño he escuchado en boca de la gente de mi pueblo y que, al igual que los miembros de mi familia, sigo usando aún como dicho propio para ocasiones que uno no quiere que se repitan. Sin embargo, en la relación de la leyenda no encuentro basamento alguno para ese dicho.

Por cierto, en la lengua de los guanches, los aborígenes de las Islas Canarias, ‘tacande’ significa ‘tierra quemada’, pues por el lugar al que en El Paso se llama Tacande pasó hace siglos un brazo de lava volcánica que, por supuesto, calcinó y cubrió una gran extensión de tierra y la dejó por muchos años inservible (quemada por la lava) para la agricultura.

Carlos M. Padrón

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LA LEYENDA DEL “ALMA DE TACANDE»”
Por José Pérez Vidal

Publicado en la “Revista de Dialectología y Tradiciones Populares”.
Tomo X, 1954, cuaderno 4º.

M A D R I D
C/Bermejo Impresor, 122
1964

Trascripción a formato digital por JUAN ANTONIO PINO CAPOTE. Agosto de 2007.

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Introducción y contexto geográfico

Los seres fantasmales y tenebrosos —brujas, duendes, aparecidos— abundan principalmente en los lugares quebrados, montuosos y sombríos. Las sombras de este mundo favorecen a las del otro. Por eso en España, la húmeda zona norteña, la más cargada de nieblas y valles umbríos, resulta también la más ensombrecida por estas supersticiones de trasmundo.

En las partes llanas, abiertas y soleadas, los perfiles y límites de las cosas se muestran más precisos, aparecen más claras las fronteras entre ésta y la otra vida. La luz hace difíciles los manejos de los huéspedes de las tinieblas. Por algo la hora mágica de las impresionantes apariciones ha sido siempre la medianoche y nunca el mediodía.

El archipiélago canario disfruta de un clima luminoso, pero el suelo, en la mayoría de las islas, se ofrece muy accidentado. Valles estrechos y profundos, barrancos que tajan los montes hasta el pie, violentas fracturas y dislocaciones volcánicas, grandes cráteres y abundantes cuevas, ponen fuertes contrastes de sombras en un terreno que se alza imponente, sobre reducida base, desde el nivel del mar hasta alturas en que las cumbres tienen que atravesar mares de nubes. La vegetación, exuberante en algunas partes, y, desde luego, mucho más rica antes que ahora, ha contribuido no poco a este acusado claroscuro del paisaje.

Antiguamente, ni la vivienda alegraba y ponía una nota animadora en los campos. Las casas, grises, de piedra seca, chatas, diseminadas y medio ocultas en los desniveles del terreno, no se atrevían a desentonar de la severidad circundante. Cercadas por la soledad, representaban un doble aislamiento: el de un islote dentro de la isla.

En este medio recio y fuerte, más bien hosco que amable, en que si la luz ciega, también las sombras y la soledad sobrecogen, no es raro que las sencillas gentes hayan sido soñadoras y temerosas. Sus temores y sueños, en apretada urdimbre, han servido de raíz y soporte a numerosas fábulas y supersticiones de muertes y de miedos.

En una de las islas más abruptas de Canarias, la de La Palma, y en el término de El Paso, en que está enclavado el nudo y centro de los montes de la misma, localiza la tradición la «historia verdadera del “Alma de Tacande”», que, recogida en un romance, publicamos aquí.

El Paso, uno de los municipios más bellos y prósperos de la isla, extiende su término por montes que, en gran parte, pertenecen a la Caldera de Taburiente, el gigantesco cuenco volcánico de dos leguas de diámetro y de espantosa profundidad. Sobre este suelo, movido y accidentado, se ha venido desarrollando la vida de un pueblo que no tiene menos hondura que sus simas. Viejas tradiciones religiosas, artesanas, poéticas, supersticiosas —el Pino de la Virgen, los tejidos de seda, los bellos cantos, el Llano de las Brujas— muestran en El Paso las hondas raíces de su vida.

2 comentarios sobre “[*El Paso}– La leyenda de “El Alma de Tacande” / José Pérez Vidal (1/4): Introducción y contexto geográfico

  1. Gracias, Carlos, por ocuparte en rescatar para la posteridad las viejas anécdotas y leyendas de nuestro querido pueblo. Esta circunstancia ha venido a despertar en mí reminiscencias de mi niñez, que datan desde más de 75 años.

    Aún recuerdo que en las peladas de almendras de aquella época, nuestras abuelas hablaban, con cierto misterio y creencia, de que las brujas se reunían a la media noche en el temido, entonces, Llano de los Jables, o «Llano de las brujas», comentando asimismo la leyenda del «Alma de Tacande», que ellas también creían cierta.

    Nosotros, siendo muy niños, nos escondíamos para escuchar sus historias comentadas con exageración, las cuales infundían en nuestro ánimo un terror indiscriptible, que a veces nos interrumpían el sueño… (recuerdos de mi niñez).

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  2. Y recuerdos muy valiosos por, entre otras cosas, ser de la niñez.

    Rescatar historias de nuestro querido pueblo de El Paso —ya sean éstas reales, noveladas o leyendas— es el principal propósito de este blog, según declaro en su columna de la página inicial.

    Sólo espero conseguir en alguna medida el objetivo de que ese material no caiga en el olvido, y comentarios como éste tuyo me animan a seguir adelante.

    Muchas gracias, Antonio.

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